Santiago Posteguillo: «Julio César construyó un puente colosal en diez días. Un año después, muchos siguen cerrados por la Dana»
Visitamos con el escritor superventas la ciudad alemana de Tréveris, uno de los escenarios de su última novela histórica sobre el procónsul de Roma
Santiago Posteguillo: «Julio César amnistió a sus opositores políticos y ellos le asesinaron después»
El autor, frente a la Porta Nigra de Tréveris
Los milenios soportan esta vía. «Estamos cruzando el Mosela con un autobús del siglo XXI sobre un puente romano… ¡y aguanta!». Santiago Posteguillo, escritor al que contemplan cinco millones de ejemplares vendidos, abre los brazos, como si quisiera abrazar los mil restos de la ' ... urbs' que todavía se erigen en la ciudad de Tréveris. Un territorio hoy alemán, pero galo en el 58 a. C., cuando Julio César arrancó sus conquistas europeas como procónsul de la República. Conoce el terreno nuestro guía superventas; no le queda otra, pues fue una de sus paradas obligadas para documentar la que se convertirá, el próximo 21 de octubre, en la tercera entrega de su saga sobre el gran general: 'Los tres mundos' (Ediciones B).
Durante dos días, ABC recorre con este doctor en Filología y ganador del Premio Planeta el antiguo territorio de los tréveros y sus aledaños. Porque fue a un suspiro de aquí, a un centenar de kilómetros, donde el entonces procónsul acometió un proyecto que demostró que sus legiones no conquistaban solo con la espada, sino con la logística. «Hizo que su ingeniero, Vitruvio, levantara un puente en la confluencia del Rin y el Mosela en tiempo récord para cruzar hasta Germania. Y luego, una vez utilizado, lo destruyó». Calla Posteguillo, casi con melancolía, pero para coger impulso: «César lo construyó en diez días. Un año después, varios puentes siguen cerrados en Paiporta tras la Dana. Habrá que añadir una acepción al diccionario, la de urgencia para los políticos, un período que oscila entre uno y cinco años».
Tres mundos
Viene guerrero Posteguillo, aunque no tanto como ese César que, en el 58 a. C., arrancó la conquista de las Galias bajo el paraguas del triunvirato que formaba junto a Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso. «Era una alianza frágil, forjada por intereses, pero que les permitía dominar las votaciones en la República», explica el autor. Una práctica con ecos en la actualidad. «Los procesos políticos de luchas por el poder se repiten y se repiten. Como se ha demostrado, las alianzas por motivos personales y que no buscan el beneficio público suelen acabar mal para el Estado». Aunque el buen doctor insiste en que añadamos la posdata de rigor: «Siempre me refiero a la historia, ¿eh?».
Posteguillo, en la intersección del Rin y el Mosela
Recorremos Tréveris bajo el característico fresquete teutón. Nosotros con abrigo y bufanda; los naturales, en manga corta. Todo, desde el diseño de las calles a los edificios, derrocha pasado latino. Unos pasos después, al norte de la ciudad, brota un colosal portón de piedra negra de 30 metros de altura. Es la llamada 'Porta nigra', elaborada por los emperadores de la Ciudad Eterna como protección. «César trajo el mundo romano hasta la frontera del Rin durante la conquista de las Galias», advierte. Y se adelanta a responder una pregunta que flota en el ambiente. «Cuando el procónsul inició sus conquistas, la Galia incluía parte de Alemania, Francia, los Países Bajos, Luxemburgo, Bélgica, el sur de Gran Bretaña, Suiza…». El general, dice, sometió todo aquello con sus legiones y plantó el «germen de Occidente».
Alemania invita a confidencias, y el profesor admite que barajó titular su novela 'La forja de Occidente' convencido de que «César es el motor transformador de la historia de Europa». Pero se decidió por el actual porque eran tres los mundos que iban a confluir en su vida: la Galia, la Ciudad Eterna y Egipto. «En el primero se impuso como gran general. En el segundo estaba la pugna política, sus enemigos Catón y Cicerón, y Clodio», señala. Se refiere al hombre de confianza del triunvirato en la capital: un tribuno de la plebe clave en la novela. Así lo confirma Posteguillo cuando entramos al anfiteatro de la ciudad, el único, junto con el de Roma, que mantiene su hipogeo. «Aquí se hacían las luchas de gladiadores, y Clodio tuvo que contratar un ejército de ellos para hacer valer su poder en la ciudad», finaliza.
Posteguillo, con su nuevo libro en el anfiteatro de Tréveris
«Egipto, el último mundo, el que parece el más remoto, estaba en realidad muy próximo a Roma», señala el autor mientras continuamos la marcha por Tréveris. Posteguillo completa la frase al llegar al mercado de Tréveris, corazón de la distribución de vituallas durante la era romana. No hay casualidad. «César estaba en la Galia, pero Craso y Pompeyo tenían los ojos puestos en Egipto porque Roma había crecido y los ciudadanos necesitaban el grano que se cultivaba en la ribera del Nilo», dice. Para colmo, Alejandría era el anhelo de Ptolomeo XII y su hija Cleopatra VII, futura amante del procónsul, tras haber sido derrocados.
Coblenza
La última parada del viaje es a un centenar de kilómetros de Tréveris, en la ciudad de Coblenza. «El nombre proviene del latín y significa 'confluencia' porque era el punto en el que se unían el Rin y el Mosela», explica Posteguillo. Hoy, el lugar exacto está coronado por uno de los monumentos más emblemáticos de Alemania: una estatua ecuestre erigida para conmemorar la unión y la posterior reunificación del país. El autor, siempre bien abrigado, señala la costa: «Era un punto clave para controlar toda la región y el paso sobre los ríos hacia Germania. César estuvo aquí en dos ocasiones», finaliza.
La primera fue en el 55 a. C. Ese año ordenó al ingeniero Vitruvio que levantara un colosal puente de madera en diez días para demostrar el poder de Roma y disuadir a los revoltosos germanos de asaltar a sus legiones. «Podía haber cruzado en barca, pero no es algo que hiciese un procónsul», bromea. Una vez que salvó la costa con sus hombres, regresó y lo destruyó. «No podemos saber el punto exacto, pero sí han quedado testimonios arqueológicos de su existencia». Así lo explica mientras accedemos a un museo cercano en el que se exhiben varias de las pilastras de madera que se utilizaron. La segunda, añade, fue dos años después. En el 53 a. C., Vitruvio alzó otra pasarela para castigar a las tribus más molestas. «Una vez más, volvió a destruirlo», completa.
Mientras dejamos atrás Coblenza, queda claro que la historia tiende a repetirse. «Para comprender al César de la Galia hay que entender lo que pasaba en Roma. Ahora, lo que sucede en Europa afecta a EE.UU. y viceversa».