Comandos guerrilleros: la última locura de Largo Caballero para aplastar a Franco
En enero de 1936, la Segunda República se propuso alzar parte de las regiones franquistas con el 'Plan para información, destrucciones y levantamiento en masa de la región de Extremadura'
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El típico guerrillero de las milicias andaluzas
Las autoridades de la República no pecaron de modestia a finales de mayo de 1938. «Detalles de la brillante operación sobre el fuerte de Carchuna», explicaba en sus páginas ABC. Una jornada antes, el 23, un grupo del XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero ... se había internado tras las líneas enemigas y, en una operación de comando de manual, había liberado a 300 de sus compañeros de esta prisión. «La guarnición enemiga se encuentra igualmente prisionera en nuestro poder. También cogieron los soldados republicanos numerosos fusiles y municiones. El enemigo ha sufrido un elevado número de bajas y su desmoralización es completa», desvelaba el mismo artículo.
El ataque del fuerte Carchuna fue el cenit de este cuerpo de ejército; un contingente ideado por la Segunda República para golpear la retaguardia sublevada y sembrar el desconcierto entre sus soldados. Pero no fue la primera misión de estos guerrilleros. Antes, durante los primeros compases de la Guerra Civil, los diferentes gobiernos apostaron por profesionalizar una tradición tan castiza de nuestra España como los ataques guerrilleros.
Todo comenzó con el caos tras el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936. Aunque la desorganización inicial de los diferentes grupos guerrilleros republicanos no impidió que los ataques por sorpresa fueran una pesadilla para los nacionales.
Antes incluso de que se fundara sobre el papel el XIV Cuerpo de Ejército, las noticias que hablaban de sabotajes ferroviarios y voladuras de puentes a lo largo y ancho del territorio sublevado enardecieron a las altas esferas leales. No solo eso, sino que también convencieron al Gobierno de que la población, asfixiada hasta el extremo por Franco, se levantaría en armas si veía que los golpes de mano partisanos se generalizaban.
Hasta tal punto se extendió esta idea que, en enero de 1937, Francisco Largo Caballero ideó el 'Plan para información, destrucciones y levantamiento en masa de la región de Extremadura'. El presidente del Consejo de Ministros estaba convencido de que un millar de guerrilleros conseguirían, a golpe de acciones de insurgencia, que la ingente masa de izquierdas que vivía en esta región se alzara contra Franco:
«Existen numerosísimos partidarios de nuestra causa y se dan condiciones, como el malestar económico y el terror fascista, cuya explotación puede beneficiarnos extraordinariamente por crearnos el ambiente propicio».
Tropas avanzando en guerrilla por la sierra
La misión, dirigida por el Servicio de Información, estuvo al frente de dos coroneles rusos: 'Santi' y 'Daivis'. Para ellos, las guerrillas fueron una unidad más del Ejército de la República. Con el paso de los días, Largo Caballero empezó a estar tan convencido de que los guerrilleros lograrían su objetivo que extendió sus planes a otras tantas zonas como Andalucía o Aragón. Las expectativas eran máximas. Y lo cierto es que no fue mal del todo. Durante dos largos meses, entre enero y marzo, los servicios de inteligencia confirmaron a su superior que las acciones partisanas habían sido eficientes en Extremadura, Jaény Málaga. Buenas noticias para el Gobierno.
El problema fue que el objetivo último, levantar a la población, no cristalizó. A pesar de los golpes de mano constantes, la sociedad se mantuvo al margen y no se alzó en armas. Al final, Largo Caballero dio por terminada esta curiosa misión, pero aumentó su fe en las compañías de partisanos y barruntó que, con un poco más de entrenamiento y efectividad, serían la salvación de la Segunda República: «Se convertirán en verdaderas compañías de choque que, con el conocimiento del terreno y su manera de actuar, serán de un valor inapreciable para el mando». No andaba desencaminado.
La profesionalización implica instrucción. A mediados de 1937, la República abrió tres grandes escuelas para la formación de guerrilleros en Benimàmet (Valencia), Valdoreix (Barcelona) y Alcalá de Henares (Madrid). La gran afluencia de milicianos hizo que, poco después, se ofreciera formación en otras regiones como Guadalajara o Extremadura, entre otras muchas. Aunque, de todas ellas, la más destacada fue la primera. Este centro fue oficializado muy pronto, el 7 de junio, aunque ya funcionaba desde enero de la mano de varios asesores soviéticos.
Poco después fue alumbrado el XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero, cuya repercusión en la Guerra Civil, si somos realistas, fue escasa desde el punto de vista militar. Aunque no se le puede negar su importancia a la hora de motivar a las tropas.