Annemarie Schwarzenbach, en la soledad del desierto
terra ignota
La escritora y arqueóloga suiza viajó en 1939 en un Ford junto a Ella Maillart por los remotos caminos de Afganistán
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Iniciar sesiónCorría junio de 1939 cuando dos mujeres suizas, Annemarie Schwarzenbach y Ella Maillart, se subieron a un Ford Roadster para recorrer miles de kilómetros en un viaje en el que atravesarían los Balcanes, Turquía, Irán y Afganistán. Un periplo de cuatro meses juntas ... que finalizó en octubre de ese año cuando ya había estallado la II Guerra Mundial. Entonces separaron sus caminos: Annemarie cruzó la frontera de Uzbekistán en dirección a Turquestán y Maillart se dirigió al sur de la India. No fue una convivencia fácil porque ambas eran muy distintas: Schwarzenbach estaba comprometida políticamente y odiaba a los nazis y Maillart creía en el hinduismo y el budismo como método para hallar la felicidad.
Las dos viajaron por desiertos, caminos inhóspitos, restos arqueológicos abandonados y aldeas miserables tras dejar atrás Irán para perderse en el interior de Afganistán hasta llegar a Kabul y las montañas del Hindú Kush. Su belleza atrapó a Annemarie, que creyó haber alcanzado el Paraíso. Tenía entonces 31 años, acababa de salir de una clínica de Zúrich para tratarse de su adicción a la morfina y buscaba encontrase a sí misma en los inmensos espacios vacíos de Asia. «El oeste era el desierto, la infinita soledad del amanecer, la espinosa estepa de la conciencia», escribió.
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«Éramos dos mujeres solas sin nadie más. No íbamos provistas de cervezas ni armas de fuego, ni habíamos querido llevar interprete alguno. Nunca nos pidieron que mostráramos el pasaporte ni los papeles de nuestro Ford. Nadie contó nuestras divisas y nunca nos solicitaron dinero. Una vez alguien nos preguntó si éramos japonesas», afirmó Annemarie en una de las crónicas publicadas por la prensa suiza. Llevaban mapas, varias cámaras fotográficas, un equipo de filmación, mantas y una tienda de campaña que apenas utilizaron. Dormían en habitaciones proporcionadas por la hospitalidad de las aldeas en las que pernoctaban.
En todas fueron tratadas con deferencia y sus habitantes les ofrecieron uvas, melocotones y el pilaf, arroz con cordero, el plato típico afgano. Annemarie, que leía la 'Divina Comedia' de Dante durante el viaje, aseguró que nunca se habían sentido tan seguras como en aquellas tierras lejanas, donde no sufrieron la menor intimidación salvo un pequeño incidente con unos jóvenes nómadas en el Hindú Kush.
Durante el viaje, aseguró que nunca se habían sentido tan seguras como en aquellas tierras lejanas
Annemarie había nacido en Zurich en 1908 en el seno de una familia emparentada con Bismarck. Su padre era millonario, pero ella siempre sintió aversión a la riqueza. Estudio historia y literatura y ya desde muy joven descubrió la pasión por los viajes. Conoció a Claude Clarac, su esposo, en Irán. Pero la relación que marcó su vida fue su amistad con Thomas Mann y su hijo Klaus, con quien mantuvo un vínculo fraternal. El viaje contó con la financiación de varios periódicos helvéticos y una agencia de prensa de Zúrich les concedió una subvención de mil francos suizos. Antes de iniciar la ruta, se dotaron de bibliografía y consultaron a los expertos sobre los lugares con valor histórico y arqueológico. El coche fue modificado y reforzada la amortiguación. Casi todas las imágenes fueron tomadas por Annemarie, mientras que Maillart escribía incesantes notas.
En una aldea en la que se hospedaron, les robaron su cámara Leica. Protestaron al anciano de la tribu y en unos pocos minutos recuperaron el objeto. En casi todos los lugares, eran recibidas por las autoridades locales con una generosidad que no esperaban. Estuvieron varias semanas en Herat mientras reparaban el Ford y luego llegaron a Kabul, donde se interesaron por la situación de las mujeres. Annemarie relató que en todos los pueblos preguntaba por ellas y que no obtenía respuesta. Las veía con burka, confinadas en sus casas y sin atreverse a hablar con extraños. Una francesa, nacida en Normandía, que se había casado con un afgano reveló la sumisión a la que estaba sometida y los malos tratos de su suegra y las hermanas de su marido con las que convivía.
Annemarie finalizó su aventura en Bombay en enero de 1940. Allí se subió a un barco que la trasladó a Europa. Todo había cambiado para ella. Murió en 1942 tras haber sufrido un accidente de bicicleta en el que perdió la memoria. Había cumplido 34 años y lo que no había olvidado eran los fríos y despoblados desiertos afganos donde tal vez halló lo que siempre había buscado.
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