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El «milagro» que desató la represión comunista contra los cristianos checos: «Lo vieron 19 testigos»

Los atentados suicidas en varias iglesias de Sri Lanka nos traen a la memoria la persecución de católicos que se produjo, también, en los países del bloque soviético a lo largo del siglo XX. La tortura y asesinato del padre Josef Toufar en 1949 fue uno de los episodios más irracionales y feroces

El padre Josef Toufar, en un retrato realizado a la entrada de la iglesia de Cihost, en Checoslovaqui

I. Viana

Ahora son los yihadistas. Hace décadas, los comunistas. Este domingo de Pascua, los cristianos se convirtieron de nuevo en el blanco del terrorismo islámico tras los atentados suicidas en varias iglesias de Sri Lanka . El balance final, 290 muertos y más de 500 heridos que se suman a los miles de católicos que son masacrados cada año a causa de su fe. En 2018 los asesinados fueron 4.305, la mayoría en las más de 1.800 iglesias atacadas en diferentes partes del mundo. Una tendencia que ya fue apuntada hace dos años en el informe de la organización Ayuda a la Iglesia Necesitada elaborado por la Universidad de Valladolid, con información de 196 países, según el cual el cristianismo era la religión más perseguida del planeta .

Desde principios de los 90 sufren la ira irracional del terrorismo islámico, mientras que en el pasado esta represión fue perpetrada por los regímenes comunistas que se instauraron a lo largo del siglo XX en gran parte de Europa y algunos países de América y Asia. En concreto, desde que se creó la URSS, donde se llegó a condenar a Dios por «genocidio» en un rocambolesco juicio público celebrado en 1918. En China, desde el ascenso de Mao Tse-Tung , en 1949, la persecución ha sido total y absoluta y aún hoy el Estado ejerce una presión constante, hasta el punto de quemar iglesias o hacer desaparecer a obispos que no se dobleguen a las exigencias del Partido Comunista. Y en Cuba , cuando Fidel Castro proclamó el carácter marxista-leninista de su gobierno en 1959, los católicos fueron discriminados, perseguidos y expulsados del país durante las primeras décadas del régimen. En 1963, tan solo quedaban 200 sacerdotes en activo.

Cuando la URSS liberó a los países que habían caído bajo el control del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, convirtió sus Estados en regímenes de persecución y exterminio de los cristianos. De hecho, de los cuatro partidos comunistas que aún gobiernan hoy en el mundo, tres de ellos (China, Corea del Norte y Vietnam) mantienen la intolerancia religiosa que heredaron del marxismo leninismo que durante 75 años imperó en la Unión Soviética y, después de 1945, en la mayoría de países de Europa Oriental : Alemania del Este, Rumania, Bulgaria, Albania, Yugoslavia, Hungría, Polonia, etc.

Los mártires

El obispo húngaro Vilmos Apor, beatificado por Juan Pablo II en 1997, fue el primer mártir del comunismo en ser reconocido por la Iglesia Católica. El último podría ser el padre Josef Toufar , al que ya se refería ABC en varios artículos escritos, en junio de 1968, por el escritor y periodista Luis Calvo , que fue enviado a Praga para cubrir la Primavera de Praga. Es decir, aquel periodo de tan solo ocho meses en el que un pequeño grupo de políticos e intelectuales consiguió modificar y suavizar los aspectos más totalitarios de la dictadura comunista checoslovaca: legalización de sindicatos y partidos políticos y libertad de expresión, prensa, manifestación y huelga.

Luis Calvo fue también director de este periódico ABC

Muchos ciudadanos debieron pensar que aquello era la luz al final del túnel, pero todavía faltaban muchos asuntos por esclarecer, como la tortura y asesinato de este famoso cura por parte de los estalinistas, por el simple hecho de no renegar de un supuesto milagro acaecido en su iglesia de Cihost, un pequeño pueblo de 300 habitantes a menos de cien kilómetros de Praga . «Desde que llegué a Praga – contaba Calvo en la edición del 11 de junio de 1968 –, todos los días me encuentro con alguien que, de refilón, alude al padre Toufar. “¿Y quién es el padre Toufar?”, pregunto yo. “De eso no hable usted con nadie. Asunto peligroso. El padre Toufar desapareció. Eso es todo lo que puede saberse”, dicen los más viejos, asustadizos anacrónicos. Los menos viejos, entregados de buenas en los brazos magnánimos de la esperanza, contestan: “Es un misterio del régimen caído. Muchas versiones, pero nunca se sabrá la verdad”. Mientras que los jóvenes añaden: “Es un crimen que tendrán que esclarecer cuanto antes. El padre Toufar fue un mártir”».

Los hechos a los que se referían los vecinos de Praga tuvieron lugar entre finales de 1949 y principios de 1950, y fueron la razón de que el recién instaurado régimen comunista iniciara e intensificara la persecución masiva contra los cristianos. Y lo hicieron hasta un nivel mucho más perverso que otros países del Bloque del Este. Valga como muestra que, a partir del «milagro» y posterior asesinato del padre Toufar, más de 6.000 sacerdotes pasaron al menos cinco años en prisiones y campos de trabajo.

«Pacem in terris»

El gobierno checo, otro de los títeres de Stalin tras la Segunda Guerra Mundial, creó un sector eclesiástico colaboracionista y perfectamente infiltrado en la Iglesia, llamado «Pacem in terris». Estaba formado por clérigos al servicio del régimen que delataban a sus compañeros. Además, Checoslovaquia rompió sus relaciones con el Vaticano, las misas comenzaron a celebrarse bajo el estricto control del Estado, los bienes eclesiásticos fueron confiscados y las escuelas iniciaron el adoctrinamiento de los niños en contra de la religión. Esa es la razón de que, actualmente, un 72% de la población de la República Checa se declare atea, el mayor porcentaje de laicos de toda Europa.

El primer episodio de aquel «milagro de Cihost», que causó el comienzo del martirio del padre Toufar, se produjo el 11 de diciembre de 1949. El cura se encontraba predicando en el púlpito de su pequeña iglesia cuando la cruz del altar empezó a moverse, primero a la izquierda y después a la derecha. Según contaba el párroco, él no se percató porque estaba a su espalda, aunque dijo que sí percibió los gestos de sorpresa de sus feligreses. Los testimonio recabados en Praga por Luis Calvo aseguraban que los parroquianos vieron como «el crucifijo oscilaba con movimientos isócronos [que tienen la misma duración]. El hecho fue real, indubitable, visto con pasmo y terror desde todos los rincones de la iglesia. Los fieles, abatidos por el milagro y enervados por la razón y el albedrío, vislumbraron la mano de Dios conminatoria. La noticia voló por toda la comarca, irradiando simultáneamente sensaciones de espanto y consuelo, según la interpretación de cada familia».

El mismo suceso se repitió durante la Santa Eucaristía del 25 de diciembre. El padre Toufar le escribió una carta a otro sacerdote, Jon Dvorak Kresini, para explicarle lo sucedido. Incluía un esquema de cómo supuestamente se movió el crucifijo. «Lo vieron 19 testigos de entre 10 y 45 años de edad, entre los que había varios hombres. Dos eran muy moderados en lo religioso, y uno, de Zdislavice, casi no era creyente. Todos estaban sanos y eran normales. Había también un estudiante. Los testigos me explicaron lo que vieron. No hubo ningún tipo de sugestión ni ilusión óptica. [...] Yo no lo vi ni oí hasta el día siguiente, cuando lo sabía toda la parroquia y las aldeas de alrededor», podía leerse en la misiva.

¿Estafa o milagro?

La noticia pasó pronto de los testigos a los vecinos y, después, se extendió rápidamente dentro y fuera del país, hasta el punto de que el supuesto milagro fue contado en la revista «Time». Como era de esperar, la historia no pasó desapercibida para las autoridades comunistas, hasta que llegó al despacho del presidente Klement Gottwald , justo en el momento en el que preparaba su campaña para acabar con la influencia de la Iglesia en el país.

Josef Toufar tenía 48 años cuando murió

Pocos días después, Toufar recibió la primera visita de la policía política comunista (STB) . Milos Hrabina, uno de los agentes encargados del caso, admitiría en 1962 que la misión que le habían encargado en Cihost era conseguir pruebas incriminatorias contra el cura, incluyendo la confesión de que había falsificado el «milagro» mediante la creación de un mecanismo de cuerdas y poleas ocultas en la cruz. El régimen no podía permitir que una manifestación de fe, y mucho menos un milagro, eclipsara al culto que quería que se profesase hacia el partido y su líder. El párroco, sin embargo, se negó a declarar aquella mentira, por lo que, el 28 de enero, otros dos agentes se presentaron en la iglesia y se lo llevaron. Aquella fue la última vez que se le vio con vida.

Durante su arresto en el mes de febrero fue torturado y golpeado sin piedad por su interrogador, Ladislav Mácha. Aunque solo mediante sus iniciales, a él se refería Luis Calvo en ABC cuando informó de su detención, asegurando que el supuesto artilugio que había movido la cruz había sido ideado y construido por la misma Policía para desacreditar a la Iglesia. Las palizas no se detuvieron ni cuando el sacerdote tenía las piernas destrozadas y no dejaba de sangrar por la boca.

«Nada pudo evitar el trágico final»

El Gobierno de Gottwald tuvo tiempo para una tropelía más cuando Toufar agonizaba. Trasladaron al sacerdote hasta Cíhost para grabar una película en su parroquia obligándole a recrear el supuesto truco de las poleas, pero sus heridas eran tan graves que apenas pudo participar y utilizaron a un doble. Lo que fuera por mostrar al pueblo checo aquel milagro era una estafa.

En 1968, el periódico checo «Lidova Demokracie» defendió la tesis de que Toufar había sido ilegalmente detenido en febrero de 1950 para ser acusado de la fabricación del «milagro de Cihost». Y añadía: «Mácha torturó al sacerdote para obligarle a que se confesase culpable y le dio a beber una pócima que aún no ha sido identificada. La úlcera que padecía el párraco en el estómago se perforó y ocasionó su muerte el 25 de febrero de 1950. Aunque los organismos superiores habían ordenado que se operara al paciente, nada pudo evitar el trágico final».

Según se cuenta en «Como si fuéramos a morir hoy. La vida, el sacerdocio y el martirio de Josef Toufar» (Itaca, 2015), de Miloš Doležal, el personal de la clínica de Praga donde fue llevado denunció posteriormente las horribles tácticas de interrogación utilizadas por los agentes comunistas. «Estuve presente en la operación de Toufar. Hicimos todo lo humanamente posible para salvar su vida, pero no lo conseguimos. Fue golpeado hasta la muerte de una manera increíblemente cruel. Fue un claro asesinato», declaró el médico František Maurer. Y una de las enfermeras añadió en 1968: «Estuve en un campo de concentración, vi muchas cosas en mi vida, pero nunca he visto un caso de violencia tan horrible. En su cuerpo no quedaba ni un sitio que no sangrase y de su boca continuamente salía saliva y sangre».

«Él sabe que va a ser castigado»

El ministro de Interior, Vaclav Nosek, dio una rueda de prensa sin la presencia de los corresponsales extranjeros, según detalló en 1950 el «Catholic Herald». En político aseguró que el cura había confesado que el milagro era un fraude, puesto que había diseñado el juego de poleas para engañar a sus feligreses. «Él sabe que va a ser juzgado y castigado, al igual que los sirvientes a sueldo del alto clero católico que han actuado como cómplices», dijo. Y presentó después el supuesto juego de poleas y la película propagandística que habían rodado. Lo que no confesó Nosek es que Josef Toufar estaba ya muerto y enterrado en una fosa común.

Este suceso fue el pistoletazo de salida para la represión de la Iglesia católica en Checoslovaquia. La opinión pública tardó cuatro años en enterarse de que Toufar había sido asesinado, cuando el aparato represor ya estaba totalmente desplegado y en funcionamiento. Casi setenta años después, con la libertad de culto ya restablecida tras la caída del Muro de Berlín en 1989, la iglesia de Cíhost se ha convertido en un lugar de peregrinación al que los pocos católicos que quedan en la República Checa acuden para ver donde se produjo el supuesto milagro de la cruz. Su torturador y asesino fue juzgado en 1998, pero nunca entró en la cárcel debido a su avanzada edad. Falleció en su casa el pasado 30 de septiembre a los 95 años, rodeado de su familia y en paz.

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