La deuda impagada de América: por qué EE.UU. le debe su independencia a España según Joe Biden
El presidente norteamericano reivindicó este martes los lazos históricos entre Estados Unidos y España: «Algunos dicen que no seríamos un país independiente sin vosotros»
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Iniciar sesiónEn su primera visita a España como presidente, Joe Biden reivindicó este martes en el Palacio Real de Madrid los lazos históricos entre Estados Unidos y España, incluida la participación ibérica en la Guerra de Independencia estadounidense: «Algunos dicen que no seríamos un país independiente ... sin vosotros». Una referencia directa al apoyo económico y militar que la Monarquía española dio a las 13 Colonias en su pulso contra Inglaterra a finales del siglo XVIII.
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Carlos III meditó largo tiempo sobre si España debía intervenir, como Francia, a favor de la rebelión de las Trece Colonias , territorio que estaba harto de las restricciones económicas y la asfixiante vigilancia militar con la que Inglaterra se aseguraba su control. Su ejército permanente de 100.000 hombres, pagado por los colonos, contrastaba fuertemente con las fuerzas de la América hispana, menos de 50.000 efectivos, desplegadas en un territorio veinte veces más grande y mucho más poblado. El Monarca sabía que con las manos de Gran Bretaña entretenidas en América, España podría centrarse en recuperar Menorca y Gibraltar al otro lado del océano. El riesgo estaba en que apoyar a una colonia rebelde se podría volver en su contra en el futuro y suponía alterar «los sagrados derechos de todos los soberanos en sus territorios», como lo definió el ministro Floridablanca.
La parte agridulce fue haber contribuido a insuflar vida a un gigante republicano y hostil a la presencia europea, los futuros EE.UU.
Mientras emisarios de la causa rebelde se movían en secreto por Madrid, Gran Bretaña ayudó a decantarse a Carlos III con su costumbre de anticipar sus acciones militares a las declaraciones formales de guerra. El conflicto que dio lugar a la independencia de las Trece Colonias —país que España tardó en reconocer— concluyó con un éxito sin igual para Carlos. De pocas guerras España ha sacado tanto. Por lo firmado en septiembre de 1783, España recuperaba varias plazas en América Central, Menorca y La Florida, que había extraviado en el anterior envite con los hijos de la Gran Bretaña. La parte agridulce fue haber contribuido a insuflar vida a un gigante republicano y hostil a la presencia europea, los futuros EE.UU., apuntando directamente al costado de la América española, pero esa era una preocupación de futuro, no de presente para Carlos III. O eso creía.
La campaña de La Florida
Si fue posible tal victoria militar y diplomática en la Guerra de Independencia de EE.UU. fue sobre todo por un nombre propio, Bernardo de Gálvez , gobernador de Luisiana, que encabezó un impresionante avance por La Florida y desvió tropas británicas al sur cuando más lo necesitaban en otros puntos. A la entrada de España en el conflicto, el malagueño inició una serie de incursiones militares por la orilla izquierda del gran río y destruyó las fortificaciones británicas que poblaban la zona. En su marcha triunfal logró conectar con las fuerzas rebeldes y cerrar pactos con los indios locales, una de sus especialidades, aunque a finales de 1779 quedó atascado frente a Mobile y Pensacola. Para su siguiente movimiento habría de necesitar un martillo de ariete más grande .
A Gálvez le costó mucho esfuerzo reunir una fuerza capaz de conquistar estas plazas, al este de Nueva Orleans, fortificadas a conciencia por los británicos. Tras conquistar Mobile en 1780, el malagueño reunió tropas venidas desde Cuba, la Luisiana y otras partes del imperio. Su ejército aumentó hasta los siete mil hombres , una fuerza mestiza de europeos, criollos, indios y negros, frente a los dos mil defensores británicos. Los españoles tenían además superioridad sobre las aguas, pero, a cambio, cargaban en su mochila con un sinfín de obstáculos burocráticos que impedían al gobernador de la Luisiana arriesgar en exceso sus tropas. Desde principios de la primavera de 1781, los españoles mantuvieron asediada la plaza británica y a sus ingenieros ocupados en un agotador trabajo cavando trincheras y construyendo baterías mientras sobrevolaban sus cabezas los disparos enemigos. La moral española fue decayendo al cabo de los dos meses y los suministros, sobre todo procedentes de la Habana, empezaron a ser insuficientes para atacar la plaza fortificada y, además, defenderse de los contraataques británicos.
Fracasadas varias intentonas de acabar el cerco por la vía rápida, esto es, con un ataque frontal, todo parecía conducir a una retirada ordenada hasta que una feliz coincidencia allanó el camino a los españoles el 8 de mayo. Ese día se produjo una gran explosión en el reducto de la Reina, el fuerte principal de los británicos, debido al impacto de un obús de los sitiadores. Gálvez ordenó atacar en este punto, que no tardó en caer. Con toda Pensacola al alcance del fuego español, el general George Campbell firmó esa misma noche la capitulación no solo de la plaza, sino también de toda la Florida Occidental . Lejos de celebrar la victoria de Pensacola, algunos políticos norteamericanos, como el delegado de Maryland en el Congreso, escribió que «el éxito de los españoles será más perjudicial para nuestra operaciones de lo que hubiera sido su derrota».
Del amor al odio
Ya entonces los rebeldes desconfiaban del vecino español, con el que ni siquiera había cerrado una alianza formal contra los británicos, y de sus planes una vez hubieran alcanzado su objetivo de reconquistar La Florida. Las 13 Colonias estaban luchando para quitarse el yugo de los británicos, pero la idea de compartir el continente con otra monarquía, en este caso católica, no les entusiasmaba precisamente. Pero, gustara más o menos al bando norteamericano la intervención española cambió el rumbo del conflicto. La conquista de Pensacola desvió justo en el momento exacto hombres, pólvora y atención británica de la batalla de Yorktown, que unos meses después selló la derrota de Jorge III en la contienda.
España aún tardaría mucho en reconocer la nueva soberanía de los EE.UU, cuyo nacimiento tanto había alimentado
El mito tan extendido de que el malagueño estuvo junto a George Washington en el desfile de la victoria es eso, pura fantasía. Las acciones de Gálvez contribuyeron decisivamente a la independencia de EE.UU., aunque costó varios siglos hasta que los estadounidenses pagaron su deuda con él. En 2014, el presidente Barack Obama firmó una resolución conjunta del Congreso para conferir la nacionalidad honoraria al español, el más alto honor que el país concede a un ciudadano extranjero.
Con la independencia se pudieron desarrollar plenamente las Trece Colonias , de manera que, si en 1775 tenían 2,5 millones de habitantes, en 1817 habían pasado a 8,5 millones. La expansión hacia el oeste y el sur, controlados por España, resultó más pronto que tarde una parada obligada para EE.UU. Tras la firma de la Paz de Versalles, España aún tardaría mucho en reconocer la nueva soberanía de los EE.UU, cuyo nacimiento tanto había alimentado.
En el futuro inmediato, los enfrentados intereses comerciales y territoriales de ambos países impidieron una buena vecindad entre EE.UU. y España. La libre circulación por el Misisipi y la salida de los estadounidenses al golfo de México y al Caribe fueron los principales motivos de choque, pues los barcos de la nación de George Washington aspiraban a lucrarse mediante el contrabando en estos mares. Las relaciones no se normalizaron algo hasta el reinado de Carlos IV, mediante el Tratado de San Lorenzo de 1795.
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