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Desvelan el cruel sacrificio azteca de un niño en la ciudad que conquistó Hernán Cortés

El entierro infantil, descubierto a los pies del Templo Mayor erigido en honor a Huitzilopochtli, es el segundo encontrado de esta naturaleza

Levantamiento del cráneo del individuo Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) | Vídeo: El altar azteca de sacrificios que horrorizó los conquistadores españoles

ABC Historia

Se cree que durante el Imperio Azteca varios miles de personas fueron sacrificadas como dádiva a los dioses. Es igualmente sospechado que un gran número de las ofrendas se llevaron a cabo en Tenochtitlán , en el gran templo dedicado a Huitzilopochtli , Dios del sol y la guerra. De hecho, el canal «Historia» refiere que el santuario podría haber sido el lugar de muchos tétricos martirios: «Descubrimientos recientes incluyen una exhibición aparentemente pública de cientos de cráneos humanos, apilados a más de 100 pies de altura». Y es que la «deidad guerrera» era fortalecida con el ajusticiamiento de aquellos enemigos apresados. No obstante, fueron también niños los «obsequios» otorgados en su honor. Así lo corrobora el reciente hallazgo de un entierro infantil consagrado a la divinidad Huitzilopochtli .

A los pies del Templo Mayor , en la actual Ciudad de México, ha sido encontrado dicho pueril sepelio por un equipo del Proyecto Templo Mayor (PTM), según informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia . El grupo de arqueólogos «tuvo la misión de excavar el hallazgo de la " Ofrenda 176 ", en la cual se colocaron a finales del siglo XV los restos mortales de un niño acompañado de adornos corporales y símbolos característicos de Huitzilopochtli», desprende el comunicado emitido por el INAH para explicar que desde 2017, momento del descubrimento, han transcurrido seis meses de perforaciones y concienzudos registros de la osamenta y de los ornamentos y distintivos con los que fue aderezado.

Con la precisión propia de un joyero, los expertos del PTM emplearon un instrumental especializado para remover, explorar y penetrar en la tierra que cubrió al infante. Esta labor de «cirugía», que se inició con el levantamiento del cráneo, ha finalizado hace escasas semanas con la extracción de la caja torácica y parte de la columna vertebral.

En el origen de la misma está el vislumbramiento de una lápida con el relieve de un águila real que data del periodo del Tlatoani Moctezuma I (1440-1469 d.C.). «La "Ofrenda 176" fue localizada bajo el piso de la plaza oeste al pie de las escalinatas de la sexta etapa constructiva del Templo Mayor, fechadas para el gobierno de Ahuízotl (1486-1502 d.C.); y entre el Cuauhxicalco, edificio circular donde según las descripciones de los frailes y conquistadores europeos, eran depositados los restos funerarios de los gobernantes mexicas», indica el INAH. Para ofrendar los restos del niño, los sacerdotes levantaron losas pesadas de piedra, cavaron una fosa y lo inhumaron en una caja cilíndrica llena de piedras y estuco. Precisamente, parte de la exclusividad del hallazgo reside en la forma tobular de la sepultura , única con tales características de entre el total de 204 excavadas hasta el momento en el Templo Mayor.

Según la antropóloga física Jacqueline Castro, miembro del PTM, el niño tenía entre 8 y 10 años de edad, presentaba mucho desgaste en los dientes y sufrió de múltiples infecciones en la boca. En cualquier caso, se trata del segundo descubrimiento de esta naturaleza tras el de otro menor en junio de 2005: « Ofrenda 111 ». De hecho, los versados en la materia consideran que de la comparativa entre ambos emanarán las respuestas a los mayores interrogantes. Por ejemplo, los dos portaban un pectoral de madera con forma de anillo denominado anahuatl que, gracias a los códices del siglo XVI, se sabe que era una insignia de Huitzilopochtli y otras deidades como Tezcatlipoca, Tlahuizcalpantecuhtli y Mixcóatl.

Como diferencia, al niño de la «Ofrenda 176» le fueron colocados dos orejeras rectangulares de madera, un artefacto de pirita, cinco cuentas de piedra verde que pendían de su cuello (posiblemente de jadeíta traída desde Guatemala) y otras cuentas de color azul hechas con un material desconocido hasta la fecha.

Otra semejanza son las alas de gavilán, intuidas de dos huesos encontrados del ala de un ave, que le fueron colocadas como parte de su indumentaria, pues por sus tonos ocre y azul el rapaz se vinculaba con Huitzilopochtli.

En 2005 se concluyó, por unas huellas de corte en las costillas, que el párvulo de la «Ofrenda 111» murió durante una ceremonia en la que se le extrajo el corazón . Tanto es así que el modus operandi del sacrificio común en el período azteca consistía en la apertura del pecho del reo para sacar dicho órgano vital, siendo posteriormente el cuerpo arrojado e, incluso, practicado el canibalismo con la víctima. Por ahora es una incógnita si el pequeño de la «Ofrenda 176» corrió el mismo destino: «Solo puede afirmarse que en el momento de su muerte estaba vestido como el mismo Huitzilopochtli», finaliza la nota del INAH.

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