Inadmisible
DESDE que recibió 444 pasajes gratis, cuando era consejera estatal de Aviaco, la

DESDE que recibió 444 pasajes gratis, cuando era consejera estatal de Aviaco, la ministra Magdalena Álvarez debería de tentarse su cara ropa antes de pronunciar la palabra «inadmisible» en voz alta. Y no porque el conflicto de El Prat, así calificado por ella, no lo fuese, sino porque la inadmisibilidad del caso no alcanza sólo a la salvaje interrupción de los trabajadores que cortaron la pista.
Inadmisible resulta también, por ejemplo, que el Gobierno de la señora Álvarez permitiese el asalto de las pistas durante varias horas, sin ordenar a la Policía que desalojase a los huelguistas, para lo que tenía de su parte todos los pronunciamientos legales. Que era peligroso, dice la ministra, porque había mucho queroseno por allí. ¿No dispone de mangueras la fuerza pública barcelonesa? Que se sepa, hay muchos procedimientos no incendiarios para disolver una manifestación... cuando se dispone de la voluntad de hacerlo. Es decir, cuando se tiene claro que las víctimas de una huelga, los miles de pasajeros tomados como rehenes, importan más que un puñado de sindicalistas desaprensivos.
Inadmisible es, también, que medio día después de una protesta de este calado, ilegal, violenta, por sorpresa y con una aguda capacidad de daño en los intereses colectivos, el Gobierno de la señora Álvarez premie con un acuerdo a los huelguistas. Inadmisible de todo punto resulta que la ministra de Fomento elogie «el esfuerzo» de los trabajadores por sentarse a negociar tras su abrupta irrupción en la normalidad de los servicios públicos. E inadmisible -y sorprendente- parece asimismo que las condenas verbales de la irresponsabilidad de los saboteadores no vayan acompañadas del anuncio inmediato de una demanda por daños y perjuicios contra los organizadores del sabotaje, que no afectó sólo a Iberia y Aena, sino a todo el tráfico aéreo bajo responsabilidad del Ministerio de Fomento.
Ese pronto airado de Magdalena Álvarez, tan suyo, lo tiene que derrochar a la hora de hacer frente a sus responsabilidades, en vez de sacarlo a relucir a toro pasado y como un brindis al sol. La pasividad del Gobierno, su incompetencia para afrontar el conflicto sobre la marcha, su timorata actitud para despejar las pistas invadidas, constituyen un comportamiento inaceptable que dejó a los viajeros inermes ante una vulneración flagrante de sus derechos. Y se suman a una cadena de problemas aéreos -ajuste de la T-4 de Barajas, huelga de pilotos- que afectan directamente al departamento de la brava ministra de Aviaco, perdón, de Fomento, demasiado proclive a atragantarse con todo lo que tenga alas.
Por lo demás, Magdalena Álvarez lleva toda la razón: lo ocurrido en El Prat fue por completo inadmisible. Un chantaje intolerable, un abuso insufrible, un desafío abominable. Será por sinónimos... La pregunta que queda en el aire es la de por qué, si tan inaceptable era la coacción, el Gobierno la aceptó durante tantas horas.
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