tiempo recobrado
Siempre Bayona
La vida es un continuo fluir en el que, a cierta edad, las ausencias empiezan a ser más numerosas que las presencias
Descanso permanente en La Mareta
Humano, demasiado humano
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Iniciar sesiónLa mejor vista de la bahía de Bayona es el promontorio de Santa Marta, en el que hay una ermita del siglo XIII. Hasta allí llegó Francis Drake en 1585, que incendió el templo en su batalla contra el conde de Gondomar. A estas ... tierras arribaron también las naves de Julio César antes del nacimiento de Cristo cuando los romanos edificaban altares al sol. Creían que las costas de Galicia eran los confines del mundo. Suelo caminar hasta un banco, situado en la punta de esta pequeña península, desde donde se ven los barcos anclados en el puerto y las murallas del parador de Monte Real. Al otro lado, está América.
En el momento de escribir estas líneas, una espesa niebla cubre la bahía. El cielo y el mar se funden en un fondo gris. La humedad y la baja temperatura producen un escalofrío mientras casi todo el país sufre una ola de calor. Anteayer la temperatura no sobrepasó los 20 grados por estos lares. La playa de Santa Marta estaba desierta.
Aprovecho estos días para pasear por la carretera que va de Bayona a La Guardia al borde del océano. Es una especie de ritual que invita a la meditación. Unos van y otros vuelven mientras el oleaje golpea contra el espigón. Pienso en la sabiduría de Heráclito cuando dijo que el camino hacia arriba y el de hacia abajo es uno y el mismo. Hay en la naturaleza un sustrato que integra los opuestos y que podría simbolizar este mar que permanece igual a sí mismo en su perpetuo cambio.
Todo pasa, todo se desvanece, como apuntaba el filósofo de Éfeso. La vida es un continuo fluir en el que, a cierta edad, las ausencias empiezan a ser más numerosas que las presencias. Y esto se nota en las vacaciones cuando uno vuelve al mismo sitio todos los veranos. Siempre hay algo que ha cambiado: un comercio que ha cerrado, una casa que ha sido derruida, alguien que nos ha dejado.
Los veraneos de manta y jersey tienen mucho de nostálgico, incluso la propia palabra 'veranear' suena a tiempo pasado. Los ritos nos ayudan a conjurar el transcurso de los años. Hay algo de verdad en la idea de un eterno retorno que es pura repetición. Y un cierto placer en ese reencuentro con los viejos hábitos asociados a un lugar.
Kierkegaard acuñó el terminó 'repetición' para designar un cambio espiritual en el que el hombre deja atrás un pasado puramente sensorial para adentrarse en el terreno del espíritu. La repetición nos permite redescubrir un nuevo sentido de las cosas, ir mas allá de la pura apariencia y, en cierta forma, trascender al tiempo.
Los muros de granito, los miradores de las casas del paseo marítimo, los veleros y los soportales de piedra dan a Bayona el aire nostálgico de una novela de Torrente Ballester. Seguiremos aquí hasta finales de agosto, acompañados por esos versos de Rimbaud que identifican la mar y el sol con la eternidad.
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