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El «botellón», ¿se va a acabar?

Mañana entra en vigor la ley de drogopendencias que prohibe beber alcohol en la vía pública. Este fin de semana ha sido, por lo tanto, el último en el que no se sancionaba el «botellón». Pocos seguidores de esta práctica debido a las vacaciones, nula presencia policial en los lugares habituales y dispersión a otros nuevos han caracterizado estas últimas noches.

Escépticos ante la ley, los jóvenes la pasada noche hacían «botellón». Jordi Romeu

MADRID. Sábado por la noche en la capital. Los jóvenes se enfrentan al calor del verano cuando cae el sol reuniéndose en un parque, con unas latas de cerveza, unos cartones de vino o una botella de whisky. Es el «botellón», que este fin de semana da sus últimos coletazos. Éstas dos últimas noches no volverán a repertirse, pero ellos no se lo creen. Algunos no saben que mañana entra en vigor la ley, ni siquiera qué dice ésta. Luis pregunta, «¿pero no prohibirá sólo el escándalo público?».

Los bancos de Alonso Martínez están todos ocupados. En la plaza de Barceló hay gente sentada en el suelo y grupos en las mesas. Aún así no hay demasiada afluencia esta noche, las vacaciones y la fuerte presencia policial han hecho estragos últimamente.

«No va a ser el último»

Pero hoy no hay policía por ningún lado. Los chicos pueden disfrutar de su último «botellón» tranquilamente. Aunque ellos, optimistas, no lo consideran así: «No va a ser el último», dice Cristina, que se está preparando para azafata, «si no podemos hacerlos legales, los haremos ilegales», recalca. En su grupo de amigos aseguran que buscarán otros sitios como «portales, parkings, cualquier sitio donde no haya policía».

Esta huída ya empezó con las primeras medidas anti «botellón». Inicialmente fueron los aledaños de las plazas más concurridas, como la del 2 de Mayo, después llegaron otros sitios, el parque del Oeste, por ejemplo. Pero eso sí, «siempre cerca de las tiendas que ofrecen «packs» de refresco y alcohol a un módico precio, para que nos salga barato». Por eso mismo, hay focos de grupos pequeños que todavía no se controlan.

La mayoría de los jóvenes desconfian de la efectividad de la ley, «¿qué quieren? ¿Acabar con el alcoholismo? Tendrían que cerrar los bares, allí me puedo coger la misma borrachera», dice Carlos. Creen que es muy difícil «erradicar la cultura del alcohol». Y comentan, riendo, que la mejor medida es «prohibir beber en los bares, es igual de malo». Sólo hay una parte en la que están de acuerdo. Entienden que los vecinos se quejen por el ruido porque «cualquiera duerme con este jaleo». Pero preferirían otras soluciones, «que nos ofrezcan lugares para reunirnos» porque, si no, la única alternativa es «meternos en los bares» y así «los más beneficiados serán los locales de copas».

A partir de ahora, cualquier persona que consuma alcohol en la vía pública será sancionado con trabajos sociales. «Yo me arriesgo, o eso o buscar una fiesta de barrio», dice Luis. Sin embargo, Alfredo, estudiante de derecho, con una copa en la mano, dice que preferiría «pagar una multa». Él y sus amigos llevan «más de diez años» haciendo «botellón» cerca de la calle Corazón de María, en unas escaleras. Y, sin dudarlo un momento, apuestan por «seguir haciéndolo, a ver que pasa».

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