Barbas, vecino, remojar
EL diario «Le Monde» publicó la semana pasada un editorial en que se recogía la percepción generalizada de que Francia no pasa por su mejor momento en lo que a la industria cultural se refiere. De hecho, con el volumen de negocio de sus principales subsectores -libro, cine, música- a la baja o estancado, el periódico, habitualmente circunspecto, no dudaba en calificar el año 2005 de «negro».
Puesto que el consumo general en el país vecino ha aumentado, lo lógico es buscar explicaciones de carácter sectorial. Algunas voces señalan a la piratería como causa del descenso de asistencia a los cines y de la compra de deuvedés y música grabada. El top-manta (allí mejor controlado que entre nosotros) y la posibilidad de telecargar -o bajarse- películas y música desde internet hasta terminales personalizados cada vez más sencillos y asequibles, son elementos que, sin duda, influyen en la caída de ventas. Pero, al parecer, no tanto como para explicar la magnitud del fenómeno. Y tampoco, en pura lógica, pueden afectar a otros subsectores, como el del libro, protegido en Francia, como en España (parcialmente), por leyes que garantizan el precio fijo. Tampoco es fácil justificar el retraimiento del consumo por el comportamiento de los precios -que no han experimentado aumentos llamativos- y, mucho menos, por un repentino «desamor por la cultura».
En la industria cultural española, donde a juzgar por los datos -elaborados a partir de heterogéneas fuentes estadísticas, fragmentarios y contradictorios-, la situación es mejor que en Francia, se vienen observando, sin embargo, síntomas preocupantes. En uno y otro caso, la explicación podría hallarse en la combinación de diferentes factores que confirman la inadecuación entre un nuevo consumidor cada vez más individualista, y una industria cultural que no evoluciona con suficientemente celeridad. La desmesurada inflación de la oferta destinada a un consumo que exige una renovación permanente de los productos, unida a la concentración de las ventas en hipermercados y grandes superficies, que seleccionan preferentemente los que vienen precedidos de ruido mediático (mejor si es un «lanzamiento» globalizado), acelera la rotación y acorta la vida de los más débiles en términos de mercadotecnia (que no tienen por qué ser los peores).
Nunca como ahora los libros, los discos o las películas han durado menos tiempo en el punto de venta o de consumo (los cines). La rotación de los libros en las mesas de novedades es tan intensa que el librero se pasa el día abriendo las cajas en las que llegan los nuevos, y cerrando las que devuelve repletas de invendidos. En Francia, sólo 8.478 títulos de los 53.462 producidos en 2005 supusieron el 50% del volumen de negocio. En España (2004), con 77.367 (según el Ministerio de Cultura), 67.822 (Gremio de Editores) o 60.492 (INE) -un ejemplo de nuestra eterna inadecuación estadística-, ignoramos con cuántos títulos se alcanzaría aquel porcentaje, pero muchos editores y libreros perciben que cada vez las ventas se concentran en un número menor de novedades, que son las que, precisamente, se benefician del esfuerzo mercadotécnico y mediático. Nuevos fenómenos, nuevos hábitos. Los productos de la industria cultural parecen haber adoptado la velocidad de transformación y obsolescencia del prêt a porter, en el que lo de hoy es despreciable mañana. Para entender esos fenómenos en toda su magnitud es preciso contar con bases de datos suficientemente contrastadas: un corpus estadístico de calidad realizado con medios técnicos y buenos profesionales, en el que todos los agentes pudieran encontrar referencias para adecuar realidad y objetivos. Hoy por hoy, con las competencias de Cultura transferidas a las Autonomías, esa debería ser una de las prioridades del Ministerio. Se ha hecho algo (ahí está el nuevo Anuario de estadísticas culturales del quinquenio 2000-2004), pero el resultado es todavía decepcionante. Y la necesidad, urgente.
MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete