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Zarzalejos

OCURRIÓ hace algo así como seis años, si la memoria no me falla. Acababa yo de

OCURRIÓ hace algo así como seis años, si la memoria no me falla. Acababa yo de publicar por entonces unos cuantos artículos un tanto brutos o sarcásticos, quizá también un tanto ofensivos. Recuerdo que en uno ponía como chupa de dómine a Lady Di y en otro me burlaba sangrantemente del bodorrio que Aznar montó en El Escorial. José Antonio Zarzalejos, a la sazón director de este periódico, me llamó a capítulo y me leyó la cartilla: me dijo que quien escribía en ABC era muy libre para lanzar ataques a Lady Di, a Aznar y al sursuncorda, pero que desde luego él no iba a permitir que esos ataques se revistiesen de términos afrentosos y descalificaciones soeces. Y me dijo también que, al haber yo infringido esa ley de oro, prescindiría de mi colaboración, al menos durante un tiempo, mientras se me pasaba la calentura. Me lo dijo mirándome a los ojos, con una de esas miradas graves, muy estrictas, casi intimidatorias, que a veces lanza José Antonio Zarzalejos; y yo se la sostuve, mohíno y a un punto de las lágrimas. Porque, coño, escribir en ABC era el sueño de mi vida y, cuando por fin lo había alcanzado, una de esas intemperancias de la pluma a las que soy tan propenso lo desbarataba.

Pero algo sucedió en aquel instante en que nuestras miradas se cruzaron. Más allá de nuestras diferencias, surgió entre nosotros la certeza de que podíamos confiar el uno en el otro. Nunca hemos llegado a ser amigos -nuestros temperamentos demasiado disímiles lo han impedido-, pero de aquella fricción, en lugar de nacer la enemistad, brotó un afecto sincero y me atrevería a añadir que mutuo. José Antonio Zarzalejos, en los años en que ha dirigido este periódico, ha demostrado ante todo que es un periodista con principios; decir «periodista con principios» puede parecer al lector desavisado una redundancia, pero casi se trata más bien de un oxímoron, dados los tiempos que corren. Y defender esos principios contra el clima ambiental le ha costado ser injuriado, zaherido, vilipendiado brutalmente; y le ha obligado a sostener el timón de este periódico en unas condiciones casi sobrehumanas. Pasado algún tiempo, cuando se desvanezca la tempestad de ruido y de furia que agita nuestra época, podrá volver la vista atrás con orgullo: mientras ha sido director de ABC ha defendido los ideales en los que creía con tesón y gallardía, aunque defenderlos en una época en que todos los ideales se venden en almoneda le haya granjeado animadversiones y odios furibundos. Seguramente, si hubiese participado en esa almoneda, si se hubiese avenido a alimentar la visceralidad del momento con enjuagues y charcuterías periodísticas, habría vendido más periódicos; pero él ha preferido vender algunos menos a cambio de no venderse a sí mismo ni vender el oficio en el que cree.

Y, como epítome de su lealtad a unos principios, como testimonio último de su labor al frente de ABC, ahí queda su decidida defensa de la vida y su execración del aborto, que es la gran batalla de nuestro tiempo. Una batalla que, desde luego, no brinda gratificaciones, sino más bien inquinas y rechazos; pero, librándola, Zarzalejos nos ha vuelto a enseñar, como nos enseñaron quienes combatieron en las Termópilas, que hay batallas en las que no importa tanto el agasajo del triunfo como el denuedo en el empeño. Y el denuedo que Zarzalejos ha puesto durante todos estos años en el empeño de dirigir ABC ha sido ejemplar: aquí se ha dejado jirones de piel y jirones de alma; y con el alma desollada ha seguido al pie del cañón. Yo me enorgullezco de haberlo acompañado, desde este modesto rincón de papel y tinta, en la singladura; y sólo lamento que nuestros temperamentos demasiado disímiles nos hayan impedido conocernos mejor. Porque Zarzalejos es hombre reconcentrado en sí mismo, a veces tan reconcentrado que pude parecer misántropo o cabezota; pero sospecho que esa aparente misantropía o cabezonería no es sino fortaleza interior de quien se sabe protegido por la coraza de unos principios indeclinables. Me gusta la gente que se abraza a unos principios y no cede en su abrazo, allá vengan duras o maduras; por eso me ha gustado tener a Zarzalejos como director durante todos estos años, y me gustaría tenerlo como amigo en los venideros.

www.juanmanueldeprada.com

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