Tarde cumbre de Zotoluco, Ponce y El Juli, que indultó un toro

El Zotoluco, Enrique Ponce y El Juli lograron una tarde cumbre en la Plaza México, donde el público, que estuvo a punto de abarrotar la Monumental, disfrutó hasta el delirio con tres interesantes tauromaquias de éstos que son, sin duda, tres maestros consagrados.
Hacía tiempo que no se vivía tanta emoción como la de la corrida del LIX aniversario de la Monumental capitalina, donde El Juli, soberbio, indultó un bravo y noble ejemplar de la ganadería de Montecristo; Zotoluco, en un alarde valor y maestría, consiguió tres orejas, y Enrique Ponce dio la réplica con un toro de regalo, después de haber perdido con la espada el rabo de su primero, cortando las dos orejas.
44.000 espectadores
Los 44.000 espectadores que estuvieron a punto de agotar las entradas se dieron un gran banquete. Los tres toreros salieron a defender su sitio, el de figuras. Todos ganaron: los toreros, el público y los ganaderos, tanto el de Montecristo como el de Bernaldo de Quirós, que enviaron a la plaza un encierro de extraordinaria presentación, bravo y muy noble. Destacaron los lidiados en primero y segundo lugares de lidia ordinaria, que recibieron el arrastre lento, y especialmente el tercero, «Trojano», de la divisa de Montecristo, número 112 y con 501 kilos, que indultó El Juli, pasando a la historia como el único matador español que ha conseguido indultar un novillo y un toro en la Monumental.
La faena de Julián López fue simplemente perfecta. La variedad con la que lanceó con el capote y, después, la largura, el temple y la profundidad de sus muletazos hicieron vibrar al público. El sábado quedó claro que éste es el nuevo Juli, ése que no necesita del recurso de las banderillas para entusiasmar a la afición, que se le entregó como pocas veces lo hace con un torero. Y no era para menos, porque su labor fue creciendo a tal grado que rozó lo sublime. Desde la mitad de la faena, las condiciones de bravura y nobleza de «Trojano» eran indudables para que se le perdonara la vida. Por ello, cuando iba a montar el estoque, la plaza pidió el indulto y el juez no dudó en concederle el perdón. La vuelta al ruedo que dio El Juli con un poncho mexicano al hombro y acompañado del ganadero fue de antología. Todos querían abrazar a un torero al que hace quince días le pitaron injustamente, pero que demostró por qué está considerado una primerísima figura.
Con su segundo, que fue malo, poco pudo hacer. Pero ya nada importaba. Todo estaba dicho. Oyó palmas.
Obra de arte
Ponce reconquistó al público con dos bellísimas faenas que, de no haber sido malogradas con la espada, hubiesen valido que el valenciano consiguiera por fin un rabo. La de su primero estuvo llena de parsimonia, de bien torear y mejor andar. La plaza enronqueció de tanto gritar «ole». Dio una vuelta al ruedo. Con el manso quinto, abrevió. Regaló uno de Teófilo Gómez, con el que volvió a estructurar una gran obra de arte y logró dos orejas.
El Zotoluco confirmó que su toreo atraviesa un momento de máxima madurez con el bravo primero y el cuarto, al que sometió. Oreja y dos orejas fue su balance. Abrió cartel el rejoneador Enrique Fraga, que fue ovacionado.
Apoteósica fue la salida a hombros de los tres matadores en una corrida inolvidable y, desde luego, histórica.
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