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La Alameda del desayuno a la cena: una ruta gastronómica completa por este barrio de Sevilla
Desayunar, tapear, comer, brindar, picar algo al atardecer y rematar con una cena con mucho «punch»: así se vive un día completo (y bien comido) en la Alameda de Hércules
10 bares y restaurantes para comer en La Alameda
Cristina Torres
Sevilla
La Alamedaes un barrio que late. Vibra. Cambia de piel según avanza el día, pero nunca pierde el pulso. Por la mañana, el paseo se llena de terrazas tranquilas, carritos de bebé y ordenadores abiertos; a mediodía mandan las cañas heladas y el ... tapeo; por la tarde llegan los cócteles, los vermús tardíos y las charlas eternas, y por la noche el barrio se convierte en uno de los grandes puntos de encuentro de ocio nocturno de Sevilla. Bares, terrazas, copeteo, ambiente, juerga, jarana... Ambiente y fiesta asegurada. Pero desde GURMÉ Sevilla queremos centrarnos en lo gastronómico, que es nuestro menester.
Por eso, en esta ruta que proponemos vamos a exprimir la Alameda de sol a luna: un buen desayuno para arrancar, caña del mediodía, almuerzo a mesa y mantel, tardeo con cóctel en mano, aperitivo de ostras y champán y, para terminar, una cena viajera y juguetona. Todo sin salir de este pequeño planeta gastro que es la Alameda. Cojan sus ganas de calle y de no entrar en casa porque nos vamos de paseo.
Desayuno en clave de producto: Mehl
Empezamos la ruta donde se enciende el primer apetito del día: el desayuno. A pocos metros de la plaza de la Alameda de Hércules, Mehl se ha convertido en uno de esos sitios donde el café sabe a algo más que a café y el pan es tratado como se merece.
Mitad cafetería, mitad tiendecita de producto, Mehl trabaja con cafés de especialidad de Mr. Chava (Osuna) y una selección de panes artesanos de obradores como La Esencia o el coriano Ángel Puchi. Hogazas de trigo o integral, moñas gallegas, chapatas o molletes de centeno y espelta son la base de unas tostadas que se salen del sota, caballo y rey habitual. Aquí el juego está en combinar buen pan con aceite, mantequilla, mermeladas artesanas o embutidos de pequeños productores. Su bagel de salmón es de los mejores de Sevilla. Y a quien se le antoje granola, fruta, yogur o bollería artesana, también triunfarán.
Mientras se desayuna, uno puede curiosear por las estanterías: aceites de la provincia, quesos artesanos, mermeladas, pastas, kombuchas, cervezas locales y vinos andaluces, todo pensado para llevarse un poco de campo y de cercanía a casa, o incluso, elegir un juego de mesa para entretenerse. El local, luminoso, de tonos neutros y grandes ventanales, invita a tomarse el día con calma antes de lanzarse al bullicio de la Alameda.
Caña bien tirada y vermú: Casa Vizcaíno
A partir de las 12, las ganas de una caña bien fría se apoderan de cualquiera que pase por la zona. Es el momento de cambiar el café por la rubia y acercarse a un clásico: Casa Vizcaíno, uno de esos bares donde la Cruzcampo helada y el vermú siguen marcando la liturgia del aperitivo.
Situado en la cercana calle Feria, Vizcaíno es de esos templos cerveceros donde el tiempo se mide en cañas, no en relojes.
Barra antigua, clientela de varias generaciones, ambiente de barrio y ese punto de ruido alegre que anuncia que el día ha cogido ritmo. La cerveza se sirve bien fría, con su espuma en su sitio, y se acompaña de tapas sencillas y muy sevillanas: pincho de tortilla, patatas bravas, montaditos, algún guiso casero o un gazpacho en copa cuando aprieta el calor.
No hace falta mucho más: aquí lo importante es el rito del aperitivo, apoyar el codo en la barra, pedir «otra ronda» y dejar que la Alameda vaya despertando a tu alrededor.
Almuerzo ibérico a mesa y mantel: Lalola
Deberes cerveceros hechos, es momento de darse un buen homenaje con sabor ibérico y sentarse a comer en condiciones. Para eso, en la órbita de la Alameda, la parada lógica es Lalola, ubicado en el Hotel One Shot Conde de Torrejón.
El restaurante de Javi Abascal se ha consolidado como uno de los grandes templos del cerdo ibérico en Sevilla, con un Sol Repsol y el reconocimiento Bib Gourmand de la Guía Michelin. Su carta y, especialmente, su menú degustación giran en torno al ibérico en todas sus formas: carnes nobles, casquería fina, guisos heredados del recetario familiar y cortes menos habituales que aquí se tratan con mimo y técnica.
Una casa donde la cocina andaluza se mira al espejo con naturalidad y se permite guiños contemporáneos sin perder el sabor de siempre. Es el sitio perfecto para ese almuerzo de «sentarse, quitarse prisa y disfrutar»: una comida que divide la jornada en dos y justifica la siesta… o el paseo lento de vuelta a la Alameda.
Tardeo, micheladas y antojos mexicanos: Taquería Lalupe
Tras el café (o el chupito) de sobremesa, la Alameda vuelve a cambiar de piel y llega una de las mejores franjas del día: el tardeo. Para esa hora en la que apetece algo fresco, distinto y con buen ambiente de terraza, la brújula señala a Taquería Lalupe.
Aunque es un sitio ideal para comer o cenar, Lalupe brilla también como parada de tarde: un restaurante-coctelería con acento mexicano, cocina abierta todo el día y una terraza perfecta para ver pasar la vida de la Alameda. Aquí se sirven algunas de las mejores micheladas de Sevilla, además de margaritas, palomas, mezcales y otros tragos que invitan a alargar la merienda hasta la noche.
Si el estómago vuelve a pedir algo, la solución está clara: chilaquiles, tacos, antojitos y platos para compartir que combinan sabor, picante medido y ese punto canalla que encaja tan bien con el barrio. Es el tipo de sitio donde uno entra «solo a tomar una» y termina haciendo base antes de la cena.
Ostras y champán antes de la noche: Ostras & Puñales
El sol empieza a caer sobre la Alameda y toca subir un punto el nivel del aperitivo. De Lalupe, el salto natural es cruzar a Ostras & Puñales, el oyster bar de Jota Leirós y María Cuervas, que ha traído al barrio una forma diferente de empezar la noche: ostras, champán y buen ambiente a precios más accesibles de lo que cabría imaginar.
Instalado en el antiguo local de Maquila, el espacio gira en torno a una gran barra en U revestida de azulejos, corazón del local y punto de encuentro de una fauna diversa: vecinos de toda la vida, modernos, parejas de turistas curiosos… En las paredes, dagas clavadas, guiños pop y un Sagrado Corazón presiden una estética que mezcla bar clásico con irreverencia controlada.
La carta propone ostras de distintas procedencias y aliños (al natural, picantes, con mango, manzana y lima, a la bilbaína, fritas…) junto a otros bocados viajeros y platos de producto, siempre pensados para compartir. Aquí lo suyo es pedir una copa de champán (o vino, o cerveza) y una primera ración de ostras, dejarse aconsejar en barra y asumir que vas a querer volver.
Cena con «punch» y cocina viajera: Marabunda
La noche ya es noche y la Alameda se pone en modo pleno rendimiento. Para cerrar la ruta con una cena a la altura del día, toca cruzar la calle y sentarse en Marabunda, el proyecto de Francis Balongo y Pablo Gabella que ha convertido este rincón en uno de los restaurantes más divertidos del barrio.
Su cocina juega con sabores viajeros, texturas y colores en platos pensados para compartir. En materia líquida, apuestan por los vinos naturales bien seleccionados y de bodegas singulares, así como coctelería de autor.
En los primeros bocados: volandeira con sopa de maíz y jengibre, unas anchoas con queso fresco o el saam de chicharrón frito abren la puerta a una carta que no tiene miedo a los matices ácidos, ahumados o picantes. La ensalada de calabaza asada con feta, garbanzo y cacahuetes es una buena declaración de intenciones: producto sencillo, pero tratado con gracia.
Para seguir al centro de la mesa, mandan los clásicos de la casa: croquetas de carabinero con mayo de alga, patatas bravas, las míticas alitas «chupadeos» o un pulpo a la brasa con chimichurri tatemado que resume bastante bien el espíritu del lugar: cocina reconocible, pero con vuelta de tuerca.
En los principales, el juego se reparte entre mar y monte. Del lado del mar, platos como la lubina al carbón con sopa de mango y coco, y puré de boniato asado o el crudo de atún con gazpachuelo acevichado y chipirón frito hablan de un cocinero que se mueve cómodo entre Andalucía y medio mundo. Del lado de la carne, pato asado con apionabo, presa ibérica con escabeche de calabaza o lomo bajo de vaca con chirivía que rematan la jugada para quienes prefieren algo más contundente.
Si aún queda hueco, los postres mantienen el nivel: bizcocho de zanahoria con mango, yogur y frutos secos, fresas trabajadas o una tarta de chocolate para los que no conciben acabar sin cacao.
Al terminar la cena, la Alameda sigue encendida: hay copas, música y barras para seguir la noche… o para prometer que otro día harás la ruta al revés. Lo que está claro es que este barrio permite algo que pocas zonas de Sevilla ofrecen con tanta naturalidad: vivir un día entero sin salir de sus calles y comer (muy) bien en cada tramo del reloj.
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