El temor real de Ana María Aldón ante la llamada de José Ortega Cano

Los minutos previos a la llamada de Ortega Cano fueron muy tensos. Ana María temía que el diestro fuera a intervenir nervioso o fuera de sí. Su rictus desencajado era el reflejo de su miedo a que el discurso de su todavía marido fuera desafortunado. Se relajó cuando comprobó que José quería tender puentes y no dinamitarlos, que no era ese hombre bravucón que desafió hace unos días a los reporteros asfálticos.

Respiró profundamente. A pesar de que Ortega Cano dejó claro sus sentimientos, Ana María no quiso aventurarse a hablar sobre los suyos. Prefiere que el tiempo ponga las cosas en su sitio. A ella le preocupa el bienestar del hijo que tienen en común y luchará para que aunque todo sea diferente, nada cambie.

La diseñadora, que es colaboradora del programa que Dulanto conduce junto a Frank Blanco y Marta González-Novo, respondió a las duras acusaciones que sobre ella se llevan vertiendo en los últimos días. Señalamientos públicos que están pasando factura a su estado anímico.

Aldón está en manos de terapeutas que le ayudan a sobreponerse de una situación personal que no parece fácil de resolver. Y menos cuando todo lo que dice se convierte en titular. Es consciente de que se ha metido en la boca del lobo pero capotea bien los envistes de quienes la cuestionan y ponen en el disparadero.