Las fascinantes memorias de Isabel Preysler, mujer de las canciones de Julio Iglesias, gran amor del 'superministro' y destinataria de las cartas de un Nobel
ABC ha tenido el privilegio de vivir en primera persona la elaboración de sus memorias que salen este miércoles a la venta
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Isabel Preysler se sincera como nunca en su autobiografía 'Mi verdadera historia'
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Iniciar sesiónABC ha tenido el privilegio de vivir en primera persona la elaboración de sus memorias que salen hoy a la venta. Es la única mujer que puede presumir de haber inspirado canciones a Julio Iglesias y cartas de amor a un Nobel. A sus ... 74 años ha decidido publicar su verdadera historia dedicada a sus nietos para que no olviden sus orígenes. Aún recuerdo como si fuera ayer el primer día que llegué a casa de Isabel Preysler, hace dos veranos, así comenzó en equipo una aventura literaria que culmina este miércoles 22 de octubre con la publicación de sus memorias autobiográficas 'Mi verdadera historia' (Espasa).
De Preysler impacta todo cuando la conoces por primera vez, su forma de hablar, de caminar, sus movimientos, su refugio, una maravillosa casa en Puerta de Hierro, testigo de la mitad de los acontecimientos más importantes de su vida… Sus orígenes, imprescindibles para conocerla a ella y no al personaje que la prensa del colorín (como diría mi querido Ángel Antonio Herrera) se ha encargado de dibujar con el paso de los años, de sus relaciones personales, sus apariciones. Esa no es la Isabel que van a encontrar en sus memorias. La 'largatija' o 'fox terrier' como la llamaban cariñosamente su familia porque no paraba quieta y por su delgadez nació en Manila en un entorno acomodado. Es la nieta de Teodorica Reinares y bisnieta de Francisca Salgado, dos mujeres muy adineradas de La Pampanga a las que rinde homenaje en sus memorias. Ellas le proporcionaron una infancia feliz, rodeada de amigas, de tardes inolvidables en el polo club, de compañeras que aún hoy siguen siendo amigas en el colegio de La Asunción. Un pasado familiar marcado por la tragedia, la perdida de dos hermanos, uno a causa de un accidente y otro por las secuelas de las malditas drogas.
Su amor por Junie Kalaw, cambió para siempre el rumbo de su vida. Su primer encuentro en un desfile benéfico en Manila fue un auténtico flechazo, pero su viaje juntos a la isla de Kaliraya cambiaría para siempre la vida de Isabel. Su relación entonces ya era imposible, él tenía fama de mujeriego, pero lo sucedido aquel día desencadenó una ruptura que no los volvería a unir hasta muchos años después. Ahora Preysler, consciente de la importancia que este primer amor ha tenido en su vida ha querido rendirle homenaje en sus memorias.
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Y es que el amor siempre ha estado presente en los grandes cambios de su vida. Sino que se lo digan a la joven Preysler que llegó a Madrid donde gracias a sus tíos, sobre todo Teddy Sainz de Vicuña conoció a la sociedad de la época y entabló amistades que todavía hoy conserva. Entre ellas Carmen Martínez Bordiú, la entonces nieta de Franco a la que acompañaba a merendar al Pardo y la que fue su mejor apoyo tanto en su primer matrimonio con Julio como de su primer divorcio.
Con el cantante internacional se casó entre lágrimas, aunque llegó a estar muy enamorada de él. Fruto de esa unión nacieron sus tres hijos Chábeli, Julio y Enrique. Las infidelidades del cantante trastocaron sus planes de futuro y la abocaron a un divorcio al que todo su entorno se oponía. Esa ruptura se produjo en el momento de mayor apogeo de Julio, que, aunque fue muy generoso con sus hijos en cuanto a la manutención, Isabel podía haber pedido más dinero y no lo hizo. Quizás por eso y porque el cantante buscó el perdón, a día de hoy siguen siendo una gran familia, que está en contacto y que celebra los buenos y los malos momentos.
Sus idas y venidas a Miami fueron desgarradoras en los comienzos, separarse de sus tres hijos por su seguridad ha sido la decisión más dura de su vida. Aún hoy se emociona al recordar esos momentos y sigue sin soportar las despedidas. Pero Preysler se acostumbró a cruzar el charco como si nada para no perderse nada de sus hijos y ahora hace lo mismo por sus nietos.
Porque en el fondo, su pilar más importante es la familia, por eso Carlos Falcó llegó a su vida ofreciéndole ese cariño y protección diario que anhelaba por las eternas giras de Julio. A él y a su familia les debe mucho y aún hoy siente el dolor que le causó que se cruzara sin buscarlo en su vida un por entonces aún desconocido Miguel Boyer.
Carlos Falcó fue un señor, con el que tuvo a su hija Tamara, con el que disfrutó del campo, con el conoció la ópera y las cacerías, que quiso mucho a sus hijos (que aún lo recuerdan con mucho cariño) y ella a los suyos a los que sigue muy unida. Una herida que con el paso de los años cicatrizó entre ambos y que les permitió mantenerse unidos hasta que desgraciadamente el Covid, se lo llevó.
Lo de Boyer y Preysler es mucho más que una portada de Interviú o de ¡Hola! es una relación que nació y se germinó durante casi cuatro años en la clandestinidad. A pesar de todo lo que se ha escrito sobre ellos, Preysler narra por primera vez como fueron sus primeros encuentros, la pureza de los mismos y sobre todo como se impuso el amor a todos los inconvenientes. Como vivieron juntos pero distanciados su carrera como superministro y todo lo que ello supuso públicamente. Pero Isabel una vez más hizo caso a su corazón y no se equivocó. Sin duda Miguel fue el gran amor de su vida, el padre de Ana, con él estuvo 26 años hasta que un maldito ictus los separó. Ella hizo lo imposible porque se recuperara, pero el destino estaba escrito.
Ya viuda, coincidió con un conocido del pasado, el Nobel Vargas Llosa, al que admiraba y con el que se volvió atrever a creer en el amor. El escritor ya separado físicamente de su mujer se mudó a Miraflores donde fue muy feliz, aunque algunos se empeñen en decir lo contrario. Viajaron por medio mundo y disfrutaron de sus entornos hasta que los malditos celos del escritor peruano que siempre había vaticinado un final feliz con ella trastocaron sus planes. Una carta que Preysler rescata en sus memorias puso punto y final a sus ocho años de relación. No hubo beso de despedida como en las anteriores relaciones. El Nobel dejó patente su amor por ella en numerosas cartas que le fue regalando y que han sido cuidadosamente seleccionadas para estas memorias, así el lector podrá hacerse una idea del profundo amor del escritor por ella y de cuáles eran sus planes a pesar de que su entorno y algunos medios se empeñen en decir lo contrario.
He tenido la inmensa suerte de leer todas esas cartas dignas de otra novela. De vivir momentos inolvidables en Miraflores, el caluroso hogar de los Preysler, testigo de los momentos más importantes de sus vidas. Las paredes hablan, las estancias huelen a un aroma especial, siempre adornadas con flores. Después de tantas horas de conversaciones he conseguido conocer a la persona y no al personaje, para mi única, más que enigmática. La verdadera Isabel, la amiga de sus amigas, la madre desvelada que araña horas de sueño para no perderse nada de sus hijos, de sus nietos, de su hermana Victoria, de su prima Mayte Brías…
Si algo me encanta de Isabel es su sentido del humor, poco explotado en público. Generosa con los que la rodean, la he visto llorar en algunos momentos no solo al recordar grandes pérdidas como la de su hermana Beatriz, y la de su amado Miguel, también reír con mil y una anécdotas que necesitarían varios tomos de memorias.
Para ella todo es un ritual, desde el desayuno hasta los lunes que ha bautizado como su beauty day, en las páginas de la autobiografía ha compartido algunos secretos y cuidados, en mi opinión inalcanzables no solo por el bolsillo sino por la disciplina.
Si algo me queda claro es que goza de un metabolismo que ya quisieran muchos, que le permite comer de todo y disfrutar a diario de los bizcochos y el helado casero de chocolate que prepara su estupenda cocinera Ramona. Preysler lee la prensa, libros, disfruta viendo series, organizando almuerzos y cenas en su casa, viajando y sobre todo siendo 'lala' como cariñosamente la llaman sus nietos.
Lo de Preysler no es el cuento de Cenicienta como muchos se empeñan en hacer creer. Lo suyo es innato no se compra con dinero. Ella por cierto ha ganado y mucho, más que todos sus maridos, aunque el machismo de algunos les impida reconocerlo. Preysler fue y sigue siendo el rostro popular mejor pagado de nuestro país. Ahora que disfruta de una pre jubilación ha decidido dedicar estas fascinantes memorias a sus nietos, los que están y los que vendrán para que nunca olviden sus orígenes como ella tampoco lo ha hecho. Isabel, para los españoles la filipina y para los de allí, la española. Larga vida a la 'reina' , aún quedan algunos capítulos por escribir.
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