EL PULSO DEL PLANETA
Westminster, una ruina de Parlamento
La Cámara de Londres, con amianto y goteras, necesita un arreglo de 4.800 millones. Los técnicos advierten de que el deterioro puede ser irreversible
LUIS VENTOSO
El Parlamento de Westminster, el complejo que incluye el reloj más célebre del mundo, el Big Ben, es relativamente reciente. Pese a su evocador estilo neogótico, comenzó a construirse en 1840, después de que un fuego en 1834 arrasase el viejo palacio medieval , ... cuyos orígenes se perdían en el siglo XI. El edificio es uno de los símbolos del poder británico, pero arrastra un problema. Aunque de lejos no lo parezca, se cae a trozos. Necesita una reparación profunda, larga y muy costosa, como mínimo de 4.800 millones de euros.
En 1941 las bombas alemanas sobre Londres, el «Blitz» de Hitler , destrozaron la Cámara de los Comunes. Hoy el Parlamento presenta problemas de amianto, goteras y desprendimientos en la piedra de la fachada, muy castigada por la intensa contaminación de Londres. El cableado está obsoleto, porque no ha sido mejorado desde los años 50, y los pilares se asientan sobre el barro del Támesis. Algún diputado picajoso –o realista– añade que por los sótanos pululan ratas y ratoncillos . La instalación eléctrica, vetusta, hace que la factura de la electricidad se dispare. El mantenimiento cuesta 42 millones de euros al año. También es inadecuado el sistema contra incendios.
Tarde o temprano será obligado hacer obras, y en esta legislatura los partidos decidirán cómo y cuándo. Los técnicos alertaron hace ya tres años de que el deterioro podía ser irreversible si no se actuaba. Un informe independiente acaba de calcular cuánto costaría poner el Parlamento a punto. Para que la obra sea más rápida y barata recomiendan que sus señorías se vayan durante unos años con sus debates a otra parte .
Si los diputados se negaran a dejar el viejo palacio, la restauración costaría 7.900 millones de euros y duraría probablemente unos 32 años , aunque podría demorarse hasta 40. Por el contrario, si aceptasen irse a otro edificio provisionalmente, la factura bajaría a 4.800 millones y las obras podrían resolverse en seis años.
El proyecto sin sus señorías entre los andamios permitiría dotar al Big Ben de un ascensor y crear nuevas salas de reunión para los parlamentarios. Para el público se añadiría un nuevo centro de visitantes, una sala de exposiciones y otra de conferencias.
¿Adónde podrían trasladarse los parlamentarios? Se barajan varios edificios alternativos. El más cercano es el Centro de Conferencias Reina Isabel II , a unos pasos del palacio actual. Otra opción es la Church House, también en Westminster , que ya acogió brevemente a los diputados cuando Hitler hundió el techo de la Cámara de los Comunes.
También han surgido propuestas más imaginativas. Algunos diputados proponen irse al norte de Inglaterra, a la Birmingham Library, un excelente edificio concluido el año pasado en la ciudad del mismo nombre. R azonan que sería un modo bonito de imbricar al resto del país en la vida parlamentaria, acabando con que Westminster sea sinónimo de clase política. Otra solución es la sala de juntas del Ayuntamiento de Manchester, y aquí la percha es que se parece mucho en su decoración y arquitectura a las salas de Westminster, hasta el punto de que se ha utilizado para suplantarlas en algunas películas.
Muchos parlamentarios son remisos a abandonar la vieja casa. Creen que sería una marcha sin retorno y que el Parlamento podría acabar convertido en museo, o hasta privatizado como hotel para recuperar la inversión.
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