Casablancas, el culpable de la «Top Model»
Tenía a toda mecánica la agencia «Elite Models», que era la oficina de la aristocracia en corsetería
ÁNGEL ANTONIO HERRERA
Entre natalicios de linaje y cómicas en bikini, no le hemos dado demasiado vuelo de mérito a la vida de John Casablancas, que acaba de morir en Brasil, a los setenta palos bien trotados. Un día existió la «top-model», o sea, Claudia Schiffer o ... Cindy Crawford, mujeres a las que auparon para el oficio entre John Casablancas, que tenía la mejor agencia del ramo del mundo, y Gianni Versace, que hacía harapos de lujo para reinventar el cuerpo de la mujer. Hablo de Claudia Schiffer, y de Cindy Crawford, pero también de Linda Evangelista, Naomi Campbell o Heidi Klum.
Hablo de principios de los noventa, cuando Casablancas tenía a toda mecánica la agencia «Elite Models», que era la oficina de la aristocracia en corsetería . Ahora se llama «top-model» a cualquier guapita de acontecimiento, pero hubo un tiempo en que era un título de oro inventado para unas pocas. Las citadas y alguna más podían embolsarse al año más de cinco millones de dólares. «Éramos como estrellas de rock», ha dicho alguna vez Claudia Schiffer .
Algo así, sí. Claudia, Cindy, Naomi y Linda venían a ser como los Rolling Stones del éxito de la fotogenia femenina, como unos Rolling pero sin discografía y de la gira por la lámina de la moda, más cerca de la sirena opulenta de cóctel que de la levitante chica de pasarela. Eran hermosísimas, pero además estaban buenas, que puede parecer lo mismo, pero no lo es. Casablancas pretendió, con su agencia, litigar ante el modelo de mujer entonces imperante en los catálogos, que era siempre la misma rubia evanescente. Frente a este modelo de mujer, casi virtual, le pone podio y empleo a una mujer real, existente, sólo que bajo el molde de un monumento, porque así eran Claudia Schiffer o Cindy Crawford, a la que en Madrid yo tuve la oportunidad de tratar, mientras las cronistas anabolenas de todos los sexos, con veneno de media voz de esquina, la llamaban «cañoncito» .
El cañoncito era un cañón, créanme, y nadie olvidaba su desnudo de «Playboy, con fotos firmadas por Herb Ritts, unas fotos que se Kdeben también al empeño de Casablancas, que adoraba "la celeste carne" de mujer, con mucha ropa, o con poca. He mirado en varias biografías para ver con cuantas hermosas de oficio se casó, y no logro una exactitud de consenso, aunque me salen diversas maniquíes de exotismo y hasta una Miss Dinamarca de diecinueve años.
En su agencia más recientemente, también se propulsó a Giselle Bundchen y a Alessandra Ambrosio. Hoy, a su muerte, procede recuperar que fue el culpable de que los noventa tengan portada de «top-model», de que la belleza fuera un estrellato. Actualmente aquellas bigardas son cuarentonas y están maravillosas, a pesar de la edad o precisamente por eso.
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