Arturo Fernández: «No conozco la palabra jubilación»
El actor, de ochenta y cuatro años, recibe hoy la medalla al mérito en el trabajo
JULIO BRAVO
Los dandys también trabajan (o algunos). Arturo Fernández es un ejemplo. Este martes recibe, de manos de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría , la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes, que le concedió el Consejo de Ministros ... el mes pasado. Un género teatral en sí mismo, el actor asegura llevar trabajando desde los doce años en Gijón, su tierra; y tiene ochenta y cuatro. Setenta y dos años parecen mérito más que suficiente para recibir este reconocimiento. Porque sigue sobre los escenarios, a bordo de la comedia «Los hombres no mienten»; el viernes mismo actuó en Granada, regresa a Sevilla en unos días y en septiembre volverá al teatro Amaya de Madrid, donde ya tuvo un enorme éxito hace un par de años. «En Gijón –recuerda- estuve hasta los dieciocho o los diecinueve años, en que me vine a Madrid; no tenía una idea cierta de a qué dedicarme. Trabajé en varias cosas, incluso vendiendo corbatas… Ya apuntaba yo maneras. Casualmente, entré en el cine haciendo figuración; estuve seis o siete meses. Me gustó aquello que yo veía, y yo también le gusté a la profesión y al público. Y hasta ahora».
-Se tiene bien ganada la medalla, entonces.
-Habrá quien tenga más méritos que yo, y seguro que muchos se han tenido que esforzar más físicamente. El mío es un trabajo privilegiado, pero también un trabajo que te absorbe. Toda mi vida la he centrado en mi profesión, pero no me lamento, porque yo elegí una profesión que me gusta por encima de todas las cosas. Hombre, más de setenta años trabajando… Un poquito sí me la he ganado.
«Mi secreto para conservarme tan bien es la ilusión»-La palabra jubilación no está en su diccionario.
-No la conozco. ¿Qué es eso? Lo más parecido que conozco es el término júbilo, y eso es lo que siento, sobre todo cuando me subo a un escenario y veo como el público disfruta y se ríe, y reconoce el esfuerzo que uno hace. Creo sinceramente que quien te jubila es el público, no uno mismo. Hay que tener la sensibilidad de saber cuándo ya no gustas, y entonces retirarse. Siempre y cuando se tenga salud, y yo tengo la inmensa fortuna de tenerla de hierro.
-Usted lleva mucho tiempo sobre el escenario. ¿Están los tiempos para el teatro peor que nunca?
-Mire… La vida es una sucesión de picos y valles. En una vida tan larga como la mía, he pasado por muchas cosas. He vivido una guerra civil, una posguerra, una guerra mundial, otra posguerra… Y ahí sí que existía la crisis de verdad. Es evidente que nos habíamos acostumbrado últimamente a vivir muy bien. Lo que está ocurriendo es duro, qué duda cabe, pero yo confío. Creo que estamos viendo la salida del túnel. Reconozco que yo soy un privilegiado, lo sé, porque en mi trabajo se ha notado la crisis muchísimo, pero tengo trabajo, y doy trabajo, sin haber pedido nada a nadie.
«Yo he pasado por una guerra y una posguerra, y ahí sí que existía la crisis de verdad»-¿Qué opinión tiene de la subida del IVA en el teatro al 21 por ciento?
-Ha sido un desastre económicamente hablando, pero yo creo que la subida ha tenido que ser totalmente obligada y necesaria. A ningún Gobierno le gusta subir los impuestos, y todos quieren que la gente tenga bienestar y las mínimas cargas posibles, pero esto ahora es completamente imposible. Yo, lo que he hecho como empresario, es un ejercicio de responsabilidad y he asumido la diferencia de IVA; las entradas cuestan lo mismo que hace dos años.
-¿Ha habido algún momento, por cansancio o por circunstancias económicas, en que haya pensado tirar la toalla?
-No, nunca. Muchas veces me preguntan qué hago para conservarme, y le voy a contar a usted el secreto. Tener ilusión, entusiasmo y un proyecto siempre en la cabeza.
-¿Y lo tiene ahora?
-Cuando tienes un éxito como el de «Los hombres no mienten», nunca sabes cuándo terminará. Tengo otros proyectos, uno más concreto que otros. Pero las obras de teatro son como las relaciones: si ya estás pensando en cambiarla, igual se estropea. Hay que cuidarla hasta el último día, es como esa gran amante que no te deja ver a otra mujer más que a ella. Cada día que se levanta el telón, para mí es un estreno, y el público lo percibe. Yo me divierto trabajando más que ellos viéndome. Una vez mi madre me dijo que es necesario en la vida reírse dos horas diarias. Y yo procuro hacerlo.
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