La última morada de Margaret Thatcher

La ex primera ministra Margaret Thatcher se alojó en la suite «King Executive», a principios de enero, tras ser intervenida de vejiga en un hospital del centro de la capital y huir del reto diario que suponía el subir y bajar los cuatro pisos de las escaleras de su residencia, en el exclusivo barrio de Belgravia. Una amplia habitación, decorada con mobiliario de la época de Luis XVI y detalles en oro de 24 quilates, y con amplios ventanales cubiertos y suntuosas cortinas en tonos azul cielo, sábanas de lino y una mullida moqueta que recorre treinta metros cuadrados. Además del servicio del hotel, dos cuidadoras se turnaban para que en ningún momento Thatcher se quedara sola.

A menudo salía a pasear al cercano Green Park, con unas sandalias planas y un bastón. Una imagen chocante, acostumbrados a la imagen impoluta de una mujer que marcó un precedente en la historia de la moda con su estilo power dressing (vestida para imponer) y su pasión por los bolsos de mano, como el emblemático Asprey.

En el último período de su vida, Thatcher solía almorzar en el restaurante del hotel, siempre fiel a un consomé de pollo y un plato principal único de lenguado al limón. Algunos comensales la ovacionaban en pie cuando accedía al salón comedor.

El lunes por la mañana, sobre las 11.28, mientras leía en su cama, probablemente la prensa del día, sufrió un derrame cerebral que terminaría con su vida. Aunque sus cuidadores trataron de avisar al médico, ya no había mucho que hacer. Su cuerpo era retirado horas más tarde, en la madrugada del martes, custodiado por un amplio dispositivo de seguridad.

«Margaret había tenido una serie de recaídas y esta fue sólo una más. Ella reconoció los síntomas de que estaba sufriendo un derrame cerebral, y este fue el que se la llevó. Llamaron al médico, pero todo sucedió muy rápido», dijo un amigo al diario «The Times».

Antes de fijar su residencia allí, Thatcher ya figuraba en la lista de clientes fijos del hotel, como anteriormente lo habían hecho Oscar Wilde, Chaplin, la Reina Marde o el Rey Carol de Rumanía. La baronesa solía utilizar sus solemnes salones, de estilo parisino y decenas de impresionantes lámparas araña, para celebrar ocasiones especiales. En 2002, por ejemplo, cenó allí con su marido Denis, para conmemorar sus bodas de oro.

El Ritz, una creación del camarero suizo César Ritz, es propiedad de David y Frederick Barclay, quienes compraron el hotel en 1995 por 75 millones de libras (unos 14.700 millones de pesetas) al grupo constructor británico Trafalgar House. Los gemelos Barclay, admiradores de la baronesa, invitaron directamente a Thatcher a hospedarse allí sin ningún coste durante todo el tiempo que lo requiriera. La suite en la que se alojó tiene un valor de 4.200 euros la noche.

Lady Thatcher se suma así a una larga lista de personalidades que durante sus últimos días renunciaron a sus hogares en busca del confort de un hotel. El dramaturgo estadounidense Tennesee Williams murió en su habitación del hotel Elysée de Nueva York, en un confuso accidente con un bote de colirio. El escritor Vladimir Nabokov se afincó en el Montreux Palace Hotel de la localidad suiza, donde pasó sus últimos días.