La guerra de los oligarcas rusos
Román Abramóvich y Borís Berezovski se disputan una fortuna de 4.000 millones
La expectación el lunes pasado en los juzgados mercantiles de Londres era máxima, y con acento ruso. Borís Berezovski , uno de los oligarcas más poderosos de los años 90 en Rusia —y exiliado en Londres desde su caída en desgracia con la llegada ... al poder de Putin en 2000— reclama 6.000 millones de dólares a su antiguo protegido, Román Abramóvich . Dos hombres y un destino, el de una Santa Madre Rusia que ha pasado de las privatizaciones salvajes de la era Yeltsin (1991-1999) al autoritarismo capitalista de la década Putin . Una trepidante transición con sus luchas intestinas, reuniones en estaciones de esquí alpinas, matones chechenos y expolio de los recursos del Estado, «una historia únicamente rusa» —según la declaración del propio Abramóvich—, desgranada desde hace un mes, y por sus propios protagonistas, ante una impertérrita jueza inglesa.
El Mercedes plateado de Abramóvich y el lujoso Maybach negro de Berezovski habían sido multados con un ticket de aparcamiento la semana anterior, por lo que el lunes solo había periodistas, muchos guardaespaldas y un inquietante motorista con traje integral y pinganillo patrullando la entrada a los juzgados. El interés generado por la primera comparecencia del dueño del Chelsea obligó al tribunal a habilitar dos salas especiales para el público. El demandante, Berezovski, de 65 años, no se ha perdido ni un minuto de las casi seis semanas de vistas. Suele estar de pie. Entra y sale sin parar, y habla con unos y con otros. Con traje gris, camisa blanca y sin corbata por lo general. El lunes, y también el martes, Abramóvich se mantuvo discreto. Estaba incómodo, forzado a dejarse ver.
Con traje y corbata azul, una ligera barba canosa y semblante serio, de fastidio, Abramóvich se limitó a responder con monosílabos. «Da». «Nyet». Sí y no, en ruso. Siempre con un suave tono de voz. Decepcionante quizás para quienes esperaban hoscas amenazas al tribunal desde el estrado. «¿Podría usted decir “da”, por favor?», le pidió en un momento de exasperación su interrogador, el abogado de Berezovski, Laurence Rabinowitz . El dueño del club de fútbol en el que juega el español Fernando Torres no sabe inglés. ABC lo comprobó cuando intentó hacerle unas preguntas en el idioma local y recibió una respuesta de dos o tres palabras rusas, seguido de un empujón cortés de un guardaespaldas.
De Abramóvich se ha dicho de todo: que tiene un Boeing equipado con misiles, que una vez se gastó 35.000 euros en una comida, que compró un café en Roma en el que había parado a tomar un ristretto... Él lo negó todo. Y relacionó una fortuna personal que se estima en más de 10.000 millones de euros con una biografía de trabajo duro. Nació el 24 de octubre de 1966 en una familia judía en Saratov, al sur de Rusia. «Perdí a mis padres a una edad temprana y fui criado por familiares, primero en la república de Komi y luego en Moscú. Considero que Moscú es mi lugar de origen». Este es el tono personal, íntimo pero a la vez desafectado, que atraviesa los cientos de folios de su declaración escrita, a los que ha tenido acceso ABC. «Mi carrera empresarial empezó en 1987». A los 21 años, empezó un negocio de fabricación de juguetes de plástico. Pero muy pronto diversificó sus intereses.
Amistades peligrosas
Su gran salto lo realizaría diez años más tarde, cuando integró en 1996 varias compañías relacionadas con la explotación petrolífera en su primera gran criatura, Sibneft , embrión de la actual Gazprom , el gigante energético ruso. La operación implicaba adquirir varias sociedades propiedad del Estado, y para ello necesitaba un padrino con conexiones políticas. Así apareció en su vida Berezovski, uno de los operadores político-empresariales más influyentes del círculo que rodeaba a Boris Yeltsin. «Tenía fuertes conexiones con los elementos chechenos que ejercían una poderosa influencia en Moscú entonces», escribe Abramóvich. En 1998, un teniente coronel de la inteligencia rusa, Alexander Litvinenko , denunció en rueda de prensa un complot para asesinar a Berezovski. Litvinenko moriría envenenado en Londres en 2006 con una sustancia radioactiva.
Unas versiones dicen que se conocieron en un club propiedad del demandante en Moscú, donde le hizo esperar seis horas. Otras sitúan su encuentro en el yate de Berezovski. Hasta su ruptura en 2001, Abramóvich pagaría unos 2.000 millones de euros —según el dueño del Chelsea— en concepto de krysha, el término ruso para referirse a la compra de protección política, y física. En marzo de 2001, protector y protegido se separaron mediante un último pago en la estación de esquí de Megève. La llegada de Vladimir Putin a la presidencia rusa obligó a Berezovski a su actual exilio en el Reino Unido. Ahora, incapaz de financiar su tren de vida de antaño, reclama a su ex protegido más de 4.000 millones de euros por la operación de crear Sibneft. Y a Abramóvich, más que el dinero, le fastidia tener que enfrentarse, sentado y en público, a la pompa judicial inglesa y a las carpetas de folios que le pasan sus asistentes.
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