Simbiosis entre Sánchez y el PSC como eje para conservar el poder

El presidente necesita un PSC fuerte que limite la capacidad de ERC de marcarle la agenda

Sánchez, ayer en Barcelona entre Illa (izquierda) y Collboni EP

No ha pasado tanto tiempo desde aquellos días en los que el PSC era un dolor de muelas para Ferraz y La Moncloa. Y ha pasado todavía menos tiempo desde las campañas autonómicas de 2015 y 2017 en las que los actos se parecían más ... a una terapia de grupo que a un mitin político al uso.

Este domingo todo era distinto. Más de 2.500 personas se dieron cita en pleno puente en la Fira de Barcelona para recibir a Pedro Sánchez y dar el pistoletazo de salida a la precampaña para las elecciones del mes de mayo, que en el caso catalán serán solo municipales. El mensaje era claro: el PSC ha vuelto. Tras la resurrección en las autonómicas de febrero de 2021, muy marcadas todavía por la pandemia, el partido se prepara para consolidarse en terreno fetiche: el mundo municipal.

Dos hitos, en los que Pedro Sánchez es actor protagonista, han permitido el reflote del PSC. Primero el hundimiento de Ciudadanos que La Moncloa alimentó con la repetición electoral de 2019. Segundo, colocando a Salvador Illa como candidato y nuevo líder del PSC en 2021. Y un tercero: los pactos de Pedro Sánchez con ERC han creado un marco distinto. En la disyuntiva independencia sí o no el PSC se consumía, con fugas hacia los dos mundos. Sánchez suma al PSC. Es más activo en Cataluña que en otros lugares de España.

Al candidato a la alcaldía de Barcelona, Jaume Collboni, no le faltaron elogios: «Teníamos muchas ganas de abrazar a nuestro presidente por la magnífica labor que está haciendo al frente del Gobierno». El propio Collboni recordó la etapa de travesía en el desierto, cuando el independentismo y Ciudadanos lo capitalizaban todo: «Aquí se nos cuestionaba la utilidad y la propia superviviencia del proyecto». Sánchez correspondía: «Me siento profundamente orgulloso del socialismo catalán».

El PSC siente que le debe mucho a Sánchez. Pero el actual presidente también le debe mucho al PSC. En el año 2017 le apoyaron en dos momentos clave. Primero en las primarias que lo enfrentaron con Susana Díaz. Sánchez arrasó a la entonces presidenta andaluza entre la militancia del PSC con el 82% de los votos. Y segundo, ya de nuevo en Ferraz pero todavía en la oposición, cuando Sánchez decidió, contra el criterio de alguno de sus principales asesores de entonces, que había que pactar con el Gobierno de Mariano Rajoy la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Aquellos días Miquel Iceta fue la persona con la que más habló Pedro Sánchez. Aquel año se firmó la Declaración de Barcelona. Todavía no se había producido ni el 6 y 7 de septiembre en el Parlamento de Cataluña, ni el 1 de octubre ni la declaración unilateral de independencia. Pero lejos de quedar desactualizado ese documento suscrito entre Pedro Sánchez y Miquel Iceta sigue siendo una hoja de ruta para los socialistas en materia territorial.

Contrapeso a ERC

El acto tenía el objetivo formal de lanzar la candidatura de Jaume Collboni a la alcaldía de Barcelona. Pero fue mucho más. Es la imagen de la comunión total entre Pedro Sánchez y el PSC. La situación de dependencia y colaboración con ERC va a dejar paso a meses de mucha tensión. PSC y ERC van a disputar una dura batalla por el poder municipal. Barcelona es la guinda del pastel. Pero hay muchas otras plazas importantes en juego. Para Pedro Sánchez es vital que su partido hermano en Cataluña esté fuerte y en condiciones de liderar gobiernos o, como mínimo, condicionar los que pueda liderar algún partido independentista. En La Moncloa defienden que su estrategia con Cataluña ha culminado ya la fase de la «desjudicialización» acordada con ERC en la mesa de diálogo. Y la fuerza del PSC tras el próximo ciclo electoral será clave para estar en una mejor posición. Porque si Sánchez quiere volver a ser presidente no se atisba ahora mismo una fórmula que excluya a ERC de la ecuación. El PSC necesita a Sánchez. Pero a futuro seguramente sea Sánchez quien vaya a necesitar al PSC.

Asumiendo que en ese escenario los diputados de ERC podrían seguir condicionando a Sánchez, el ideal socialista pasa por un PSC fuerte que limite la capacidad de presión de los independentistas. Bien porque ERC dependa del PSC en muchas plazas, bien porque el escenario ideal se produzca: que sea Salvador Illa quien ocupe la presidencia de la Generalitat y no un nombre de ERC. La alcaldía de Barcelona es otra pieza más en esa partida.

Illa definió al PSC como «una fuerza tranquila» que se pone en marcha para actuar en tres frentes: «Empezaremos en Barcelona, seguiremos en Cataluña y acabaremos en España», dijo el primer secretario del PSC. Aunque salvo decisión de Pere Aragonès, las catalanas irán después de las generales. Forma parte de esta partida la decisión de Illa de negociar y apoyar los presupuestos de la Generalitat para 2023. La Moncloa defiende ese plan. Para los socialistas la imagen de un acuerdo ERC-PSC pone punto final al 'procès'. Consolidando un escenario de dependencia mutua para una fase que deje atrás el escenario actual, en el que es solo Pedro Sánchez quien depende de ERC. Un PSC fuerte son votos y escaños en el Congreso. Pero especialmente es un contrapeso a ERC y su demanda de referéndum. A la que los socialistas deben responder con una alternativa que termine en votación como siempre han defendido.

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