Santi Alverú: «Madrid te recibe con las puertas abiertas y te pide el alquiler»

COLONOS

El cómico desmonta los tópicos más arraigados sobre la ciudad y penetra en su idiosincrasia

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El actor y escritor asturiano Santi Alverú TANIA SIEIRA

Santi Alverú es audiovisual y mediático por los cuatro costados. Actor, escritor, crítico cinematográfico y monologuista estuvo nominado en 2018 al Goya al actor revelación por 'Selfie', entonces comprendió, hay que suponer, los resortes que mueven la fama, el éxito. De eso habla ... en su libro 'Demasiado famosos', de esa cara B del brillo de los televisores y del papel cuché. Llegó desde su Oviedo natal en 2010, con, dice irónicamente, «una maleta de ilusiones».

Rostro televisivo, ha pasado por Zapeando y no pocas series de las de nuevo cuño. Alverú es el ejemplo de que Madrid cambia la vida, aunque no se quiera, pues él, lejos de fortísimas vocaciones actorales o humorísticas, tenía el deseo de dedicarse a la comunicación desde un punto de vista más profesional.

Fuera de eso, refiere el problema de los alquileres, que es uno de los males de la ciudad. Como el de la tramoya de la fama que se sufre en Madrid, que no es tal cual como la pintan. Eso cuenta en la conversación en la que se mezclan el ensayista y el actor, atento a todo. Tanto que a la ciudad la desviste de topicazos.

—Se viene de Oviedo a Madrid. ¿A buscar la fama?

—No, de hecho no buscaba la fama. Fui a estudiar Comunicación Audiovisual. Ya hacía monólogos, me gustaba ese mundo, pero empiezo a trabajar en una agencia de comunicación. Porque mi intención es muy de oficio. Me gusta el mundo de la comunicación, el mundo editorial, pero en mi cabeza la idea es la de dedicarme de forma empresarial. De hecho empiezo un máster de gestión de empresas. Lo de la fama (ríe), que no creo que la haya conseguido en ninguna parte, vino porque Víctor García León, director de 'Selfie', que es la película que a mí me pone en el mapa, hace un casting por el que me presento por circunstancias locas de la vida. Pero no creas que había hecho demasiados monólogos o estaba volcado a ello. Lo hacía porque tenía esta pulsión, igual que había escrito. No creas que yo quería ser actor, ni que quería trabajar en la tele. Eso viene después.

—Eso en usted. Pero, ¿qué Madrid encuentra?

—Un Madrid muy divertido. Creo que era el mismo Madrid que ahora. Bueno, ahora ha empeorado un poco. Y es que a ojos de un chaval que sale de casa, comparte piso, era como estar de Erasmus. Sentía que había muchas posibilidades y que yo era muy libre.

—Y crea usted los premios Yago, el reverso cachondo de los Goya...

—Pues mira, para hacer el jurado contacté con muchos periodistas y muchos me dijeron que si.

—¿Qué sensación le queda de esos años, de ir haciéndose a la ciudad?

—Actuaba en el Picnic y otros locales, me acercaba a muchos humoristas que admiraba. La sensación era de que jugabas a ser mayor todo el rato. Sentía que el potencial era infinito.

—¿Sigue siendo infinito?

—No.

—Por la senda del humor. Pregunto. ¿Madrid es una ciudad descarada?

—Creo que hay una fachada de descaro pero, en realidad, Madrid es una ciudad bastante vergonzosa. Muy llena de complejos, de prejuicios.

—Se nos cae el tópico...

—Está el tópico de Madrid de que trata bien a quien llega, y es verdad, pero una vez que llegas y te han invitado a una caña, creo que ya te pide demostrar ciertas cosas, pagar el alquiler. Es que Madrid te recibe con las puertas abiertas y te pide el alquiler. Y eso de las puertas abiertas es verdad, pero qué ciudad no recibe con las puertas abiertas. Madrid es libre en cuanto que es europea, y tiene sentido.

—¿Cómo gasta el día en esta ciudad, como tantas, de puertas abiertas?

—Uso mucho las bibliotecas públicas para trabajar, para escribir. Y el resto del día bastante anodino. Y hay mucho de ir a probar monólogos en locales,

—Ser cómico aquí en la metrópoli, ¿cómo se lleva?

—Ser cómico es un trabajo raro. Parece un trabajo, fíjate, que te has inventado tú.

—Preciso, ¿Madrid se presta a la comedia?

—Industrialmente sí, profesionalmente claro.

—¿Y en el ambiente?

—¿Qué voy a hacer, ir por la calle diciéndole bromas a la peña? No es más cómica ni menos cómica que otras ciudades. No es graciosa. Es divertida, pero esa cosa graciosa de Cádiz no la tiene. Madrid no es simpática. Es una ciudad con la que quieres decir «he estado con ella, ha sido guay».

—Intuyo que no quiere agarrarse mucho a la capital.

—No, lo antes posible quiero irme de España. Me apetece irme fuera un tiempo.

—Saliendo de 'madrileñías', a las que volveremos, usted en su libro 'Demasiado famosos' reflexiona sobre la fama.

—Intenté contar las fisuras de un sistema que nos dicen que es libre. La gente cree que para llegar basta con estar en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Y eso no es así, hay muchos intereses detrás, muchos intermediarios. Y al llegar, cuando aparece la notoriedad, no hay felicidad: hay tristeza.

—¿Agobia la tramoya de Madrid?

—Agobia todo ese ambiente para lograr el triunfo.

—¿Qué le ha dado a esta ciudad?

—Mucho sudor, mucho dinero, alguna resaca. Le he dado fiesta.

—Un monólogo sobre Madrid.

—Uno de los primeros chistes que escribí cuando llegué a Madrid es que Madrid está llena de modernos, y en Asturias lo más moderno es fabada para llevar. Y ese es el primer acercamiento humorístico. Pero una vez superada la barrera geográfica me interesa menos Madrid como elemento cómico aunque está el metro. Sí me interesan comportamientos humanos que puede haber en Madrid como en otros lugares.

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