«¡Es indignate y desesperante!»
El caos lo invadió todo y se hizo muy patente en los intercambiadores y las macroestaciones de la capital
Mucho peor de lo imaginado. La segunda jornada de huelga de Metro sin servicios mínimos anegó la ciudad. El caos lo invadió todo y se hizo notar, sobre todo, en los principales intercambiadores y macroestaciones de la capital. Atocha, Nuevos Ministerios y Moncloa recibían y ... manaban viajeros por doquier tras el cierre de puertas de todas las estaciones de Metro. A muchos les pilló de improviso y otros tantos no lo quisieron creer. Sea como fuere, el hecho es que la inmensa mayoría se topó con varios vigilantes de seguridad y operarios de Metro custodiando las entradas al suburbano tras una cinta que les advertía «no pasar».
Intercambiadores al límite. Las macroestaciones se desbordaron. Atocha fue una de las más afectadas
En Méndez Álvaro , los viajeros de la línea C-5 de Cercanías bajaban convencidos de que podrían entrar en la línea 6 de Metro. «¿Y ahora qué puedo hacer?; ¿y cómo voy a...?», repetían una y otra vez. Cualquier trabajador de las estaciones (hosteleros, trabajadores de la limpieza, vigilantes, taquilleros e interventores) se convertía en guía de referencia para centenares de personas. En la estación de Nuevos Ministerios, la oficina de atención al cliente estaba abarrotada. En general, los ciudadanos se quejaron de la «nefasta» atención prestada por la empresa pública, entre otras cosas porque no suministraban justificantes para el trabajo.
La estación de Atocha se desbordó desde las 7 de la mañana hasta las 9.30, una estampa que se repitió en las horas punta de la tarde. «Nunca había visto así los andenes», comentaba un trabajador de Renfe. Lo cierto es que, sobre todo en los andenes 1 y 2 de Atocha se llegaba a congregar medio millar de personas cada cinco minutos para coger los trenes de las líneas C-2, C-7, C-8 y C-10. En las horas pico, los trenes de dos plantas no daban abasto para sostener tal volumen de pasajeros pese a pasar cada 3 y 6 minutos.
Autobuses abarrotados. Una mañana entera en busca del autobús perdido
Desorientados, sin rumbo, mirando hacia todos los lados y con un mapa en mano. No son turistas, sino los miles de afectados por la huelga, que al salir de la estación de Nuevos Ministerios buscaban desesperadamente un transporte alternativo para llegar a sus puestos de trabajo. «Perdona, ¿para llegar a Avenida de América?, ¿la parada del 7?, ¿cómo puedo ir a Gran Vía?» se preguntaban unos a otros, sin demasiada idea de cómo desplazarse en autobús por la ciudad. «¡Es indigante y desesperante!».
Riadas y riadas de personas pululaban en las inmediaciones de los intercambiadores de Nuevos Ministerios y Moncloa en busca de un plan alternativo. Desde las oficinas de atención al cliente de estos intercambiadores, repartían planos de Madrid con los autobuses que debían tomar, aunque a la mayoría los derivaban a la línea circular de la EMT.
Unas dos horas debían esperar los pasajeros en la parada del autobús C1 en Raimundo Fernández Villaverde. Al menos, los más honrados. Muchos de los afectados por la huelga, al ver la marabunta que aguardaba para conseguir una plaza en el bus se colaban accediendo por las puertas traseras ante la indignación del resto y desencadenaban más de un trifulca.
La misma situación se reproducía en la parada de Princesa de la misma línea, aunque el tiempo de espera se reducía a 40 minutos. En Moncloa, la desesperación era tal que más de uno asumía el riesgo de introducir su pierna entre las puerta del autobús para que éste no pudiera arrancar y al abrir la puerta, aprovechar para montarse a todo correr.
En pleno Paseo de la Castellana, frente al Ministerio de Vivienda, las paradas del 27, 40, 126 y 150 también estaban colapsadas y muchos autobuses pasaban a reventar sin poder admitir más viajeros. La misma imagen se reproducía en la calle Joaquín Costa donde se toma, además del circular, la línea 7 conecta Manoteras con Alonso Martínez. Por la tarde la EMT reforzó su servicio de autobuses tratando de que no se repitiera el caos de la hora punta matutina.
A los 2 millones de usuarios de Metro afectados por la segunda jornada de huelga del suburbano de Madrid, se suman, como perjudicados, los 1,6 millones de viajeros que suele tener la EMT en un día normal.
A la caza del taxi. Encontrar coches con la luz verde también resultó una peripecia
A las ocho de la mañana, las calles aledañas al intercambiador ya se habían convertido en un hervidero de gente desorientada. La mayoría de los usuarios de Metro no habían previsto una alternativa al cierre del subterráneo y no sabían como moverse por Madrid en autobús. Nuestro destino: Arturo Soria y el 114, con salida desde Avenida América. El primer objetivo era alcanzar el intercambiador, para lo que el autobús circular era el transporte más adecuado. Esta línea fue la alternativa más escogida por los viajeros, ya que recorre la mitad de la ciudad. Decenas de personas se agolpaban, entre empujones y algún que otro rifirrafe, para subir a un autobús que ya llegaba de por si abarrotado a Moncloa. Los viajeros jugaban su particular tetris para intentar entrar en el vehículo. Pero, aún así, la mayoría de ellos veía pasar varios autocares antes de poder subirse.
Fueron muchos los que, cansados de esperar autobuses abarrotados y de trayectos lentos, optaron por el taxi. Pero parar coches con la luz verde se convirtió en toda una peripecia. Ayer, todos los taxis estaban ocupados.
Más de media hora, andando por Moncloa, tardamos para poder «cazar» uno libre. El trayecto: demasiado lento ya que el tráfico colapsaba las calles... Al final, alcanzamos el destino, eso si, casi dos horas tarde, como la mayoría de madrileños.
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