cartas al alcalde
Los rascacielos pioneros
Hay algo de melodía antigua si miramos el edificio de Telefónica o el edificio Capitol, porque no son sólo arquitectura, sino memoria
Lavapiés, el caos con rumba
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Iniciar sesiónNunca se apaga el tópico de que Madrid levantó su modernidad mirando siempre hacia el norte, alcalde, hacia los nuevos distritos financieros y sus torres espejeantes. Pero la ciudad, nuestra ciudad, aprendió a mirar hacia arriba mucho antes, en el corazón bullente de la Gran Vía ... . Allí, donde ahora los turistas hacen gimnasias de Instagram y los escaparates reúnen calzoncillos de futbolista, ahí, entre cines casi remotos y cabarés de terciopelo, se auparon los primeros rascacielos madrileños.
Hablo del Edificio Telefónica y el Capitol. El Edificio Telefónica, inaugurado en 1930, fue el primer rascacielos español, y una declaración de intenciones. Madrid se ansiaba ciudad moderna, conectada, cosmopolita. A su sombra, el Capitol añadió pocos años después el encanto del art déco, cumpliendo la curva más famosa de la avenida, más un cartel luminoso de fachada donde hoy sale Rosalía. Los dos edificios famosos hacen un antes y un después en la ciudad, y no tanto por sus alturas, tan modestas, si contemplamos las torres del norte, sino por su condición pionera de quebrar el perfil horizontal.
No prosperó el ejemplo en la zona, sin embargo, aunque sí se levantó el Edificio España y la Torre de Madrid. Los dos monumentos del Centro provocan una melancolía insomne, una nostalgia de lo que no fue, incluso, porque son el ejemplo en pie de una modernidad que funcionó, pero que enseguida se frustró. Uno ve, de todos modos, que la Gran Vía, en general, mira a Nueva York, con mucho edificio de vitola, con la memoria de una calle que fue de cines y hoy se cumple bajo un trajín de tiendas digitales donde no hace falta ni la cajera.
Hay algo de melodía antigua, y casi secreta, ya, si miramos el edificio de Telefónica, alcalde, o el edificio Capitol, porque no son sólo arquitectura, sino memoria, reliquia de un pasado que prometía todo el futuro. El Madrid arrellanado de los cafés dio de pronto el estirón del rascacielos, alcalde, ahí en una calle de poderío donde siempre importó más la entreplanta que la cúpula. Hoy el horizonte vive dominado por torres de vidrio y acero, pero en la Gran Vía aún late el primer pulso de ese portento.
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