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El arte olvidado de la encuadernación

Amillo es una de las tiendas de referecia en la venta de materiales para la encuadernación. Cuenta además con el taller Antolín Palomino donde muchos bibliófilos aprenden los pasos de un arte injustamente poco apreciado

Amillo cueta con reconocimieto nacional y eurpeo como suministrador de encuadernació y carpetería BELÉN RODRIGO

BELÉN RODRIGO

La encuadernación es un arte bastante desconocida por muchos pero una verdadera pasión para otros. Amillo lleva más de 100 años dando su servicio a todos aquellos clientes, particulares y profesionales, que se aventuran en el mundo de la encuadernación artesanal . En este local de la calle Las Fuentes, muy próximo a Ópera, venden todos los materiales necesarios para que sea posible realizar los diferentes pasos del proceso. Antonio Maroto de Cea es ahora el administrador de este negocio, donde también trabaja su hermana. Su padre era marroquinero, cliente y buen amigo del anterior dueño de Amillo que no tenía descendencia, y acabó por comprar el negocio en 1975.

Con más de 1.500 artículos diferentes en stock , Amillo cuenta con el reconocimiento nacional y europeo como suministrador de encuadernación y carpetería. Por aquí han pasado todo tipo de clientes y algunos se han llevado materiales para realizar libros muy especiales . Entre ellos, uno para el Rey Juan Carlos I y otro para el Papa Juan Pablo II . El Ayuntamiento y las Administraciones Públicas siempre han sido los clientes más asiduos, aunque los tiempos han cambiado mucho y con la crisis los pedidos se han reducido. A pesar de todo, se siguen haciendo muchos libros como regalo para las visitas institucionales de autoridades o los libros de firmas . «Aquí vienen a buscar los materiales para realizar los libros en su departamento de encuadernación”, aclara el administrador. «Cuando era alcalde Gallardón, un gran bibliófilo, regalaba muchos libros y él tenía colecciones muy buenas», añade. La Casa Real y muchos políticos pasan igualmente por aquí, «así como mucha gente relacionada con el libro, con un nivel cultural elevado». Alumnos de la Facultad de Bellas Artes también eligen en Amillo los materiales para encuadernar sus tesis.

El cartón, el papel, la tela, la piel o el dorado son algunos de los materiales utilizados en este arte, además del hilo y la cola. Para forrar el cartón se utiliza frecuentemente el papel , por ser el más barato, y la piel es el material que da más prestigio. Era el más utilizado hace unos años, «y todas las bibliotecas tenían que encuadernar pero ahora todo es digital por lo que se ha perdido mercado». La piel de oveja se usa cada vez menos y lo más habitual es utilizar la de cabra “la de chagrén es la mejor que hay”. En lo que se refiere al papel, también ha evolucionado y los pintados a mano tienen ahora mucho éxito. Incluso para la decoración “un campo que queremos explotar más”. La diferencia de precios hace que cada vez más se opte por el papel, que se puede comprar por 1 euro, en vez de la piel, que se vende por telas de 60 euros.

El primer paso para encuadernar es organizar las hojas en cuadernillos y coserlos en telar. El enlomado fortalece la función de las hojas con las cabezadas (gasa) y la percalina. Y el montaje de las tapas varía en función del material elegido. Por último se debe estampar el nombre en el lomo y en la portada. Para todo ello son necesarios utensilios especiales, también a la venta en Amillo. « Encuadernar es una obra de arte escondida que no se aprecia porque lo que se vende es el libro, no la encuadernación», recuerda Antonio Maroto.

Escuela de encuadernación

En 1994 el negocio Amillo dio un paso más y abrió, en el local de al lado, una escuela de encuadernación que lleva por nombre Antolín Palomino , «uno de los mejores encuadernadores de España», asegura el responsable de la tienda. «Fue un bohemio, algo loco y arruinado, que vendió su taller al Ayuntamiento de Madrid. Era nuestro cliente y buen amigo, y al morir cedió su nombre para la escuela», añade. Por ella pasan todo tipo de aficionados, entre ellos muchos fiscales, abogados, profesores universitarios y escritores «que vienen a relajarse». Cuentan con profesores del Ayuntamiento de Madrid y la Biblioteca Naciona l que enseñan dos tipos de encuadernaciones: la básica y la de lujo, en la que se trabaja más con la piel y el dorado. Francisco Pintado lleva 8 años acudiendo 3 horas a la semana a esta escuela. Es profesor de literatura y empezó a encuadernar «porque me faltaba una fase en el proceso», cuenta a ABC Y de esta forma «estoy saneando mi biblioteca y la de mis amigos». La fase de sanear y restaurar cree que a pesar de ser complicada es la más bonita.

Todos en esta escuela trabajan sin tiempo y sin prisas. La técnica tiene su dificultad, pero todo se aprende. Lo normal es estar con varios proyectos a la vez «porque hay procesos que llevan su tiempo», recuerda Joaquín Ramal, socio fundador de la escuela. De sus alumnos destaca la pasión que tienen por sus libros y por sus bibliotecas. «Por aquí ha pasado mucha gente y hay quien se quede muchos años».

Hay grupos de encuadernación todos los días, de 3 horas, mañana o tarde. «Recomendamos un mínimo de 3 meses para poder aprender todo el proceso ya que es un día a la semana», explica Antonio Maroto, «pero acaba por ser un vicio y una necesidad para los alumnos y siguen todo lo que pueden». Además hay cursos intensivos en julio y en septiembre, «sobre todo para gente de fuera, que viene desde Brasil, Japón, Chile y Suecia, entre otros muchos países». Prueba del reconocimiento del que goza Amillo entre los especialistas de este arte.

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