Se apaga el jazz del café Barbieri: «La pandemia nos ha condenado»
El centenario local de Lavapiés echa el cierre acuciado por las deudas contraídas por el Covid
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Iniciar sesiónLa placa de bronce diseñada por Antonio Mingote que lo distingue como comercio centenario continúa en el exterior del café Barbieri , contemplando cómo los viandantes transitan la calle del Ave María sin cruzar la puerta. Dentro, se acabaron las tertulias, las conversaciones ... animadas por la delicada música y las sesiones de flamenco, micro abierto o jazz. El emblemático establecimiento, fundado en 1902, echa el cierre acuciado por las deudas contraídas durante el año del coronavirus. «La pandemia nos ha condenado», resume el hasta ahora propietario, Nasim Ahmad , que el jueves tuvo que entregar las llaves tras ser desahuciado por la dueña del espacio.
Ahmad, de origen indio pero asentado en España hace dos décadas, alquiló el local en 2014 y mantuvo intacto el espíritu del Barbieri y sus, por aquel entonces, 112 años de historia. «Barbieri era mi vida», dice casi en un susurro, recordando los miles de cafés servidos –sobre todo, irlandeses– y los momentos vividos entre las cuatro paredes. El final comenzó hace 14 meses, cuando se decretó el estado de alarma. Debido a la falta de ingresos , Ahmad dejó de poder hacer frente al elevado alquiler. Aunque intentaba pagar las facturas, estas se amontonaban, convirtiéndolo en una víctima más del patógeno, pero todavía no lo sabía. «Los problemas empezaron en marzo , debido al cierre. ¿Cómo pagaba si no tenía ingresos? No fui capaz de llegar a un acuerdo con la casera », explica a ABC por teléfono.
Cuando la hostelería reabrió sus puertas, y gracias a las laxas restricciones impuestas en la región, empezó a ahorrar: de un tirón pudo pagar siete meses de atrasos en la renta , pero no fue suficiente. «Lo que ganábamos se iba en pagar el sueldo de los doce trabajadores, que solo estuvieron en ERTE tres meses», cuenta: «Éramos una familia, no es fácil pensar que después de todo el esfuerzo se han quedado en la calle».
El montante volvió a crecer, mes a mes, hasta que en febrero, el tiempo de Ahmad se acabó. Fue en ese momento cuando tuvo una reunión telemática con la propietaria, a quien también tenía alquilado un segundo local más pequeño, y su abogado. Llegaron a un acuerdo, o eso pensó el hostelero: el traspaso del segundo sitio a cambio de perdonar la deuda que había vuelto a acumular. Ahmad les entregó las llaves del otro establecimiento, pero el borrador nunca llegó a firmarse, cuenta él. «Me aseguraron que si hacíamos esa operación me dejaban con el Barbieri », afirma. Les creyó y pagó la mensualidad de febrero, pero la causa ya estaba judicializada y en abril recibió la notificación de desalojo. «Intentamos quedarnos, pero no fue posible. Intenté llegar con ellos a un nuevo acuerdo, pero no me quieren hablar, no me dan un plazo para pagar poco a poco», indica con agobio.
Tras recoger sus pertenencias , Ahmad entregó las llaves del que ha sido durante siete años su segundo hogar y bajó las verjas. Todavía debe hacer frente al pago, que alcanza una cantidad estratosférica, y a otros que acumula con proveedores . «Ellos también me reclaman, es lógico, pero me dicen que pague poco a poco», confiesa Ahmad: «Voy a pagar, pero ahora no puedo hacerlo. Todas las salidas están cerradas, aunque no nos quedaremos con los brazos cruzados». Dentro, Erato , la musa de la poesía, vislumbra el local, que un día fue templo del jazz, vacío. Las mesas de madera y mármol, y los sillones tapizados en color carmín ya no soportan clientes, y el suelo blanco y anaranjado, similar a un tablero de ajedrez, ha dejado de sentir las pisadas.
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