La Cataluña que bosteza y la Cataluña que aguarda
Tres factores explican la encrucijada en la que hoy se encuentra esta Comunidad: la situación del prófugo Puigdemont, el Gobierno de Illa y el juego de pactos y diálogos más o menos soterrados entre partidos
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Iniciar sesiónNo es ningún secreto que Cataluña se ha convertido en una pieza esencial dentro del tablero de la política española. Lo que pase en Cataluña y desde Cataluña se antoja esencial para el resto de España. Tras los lamentables hechos del intento de golpe de ... Estado del independentismo aquel infausto 27 de octubre de 2017, Cataluña ha ido evolucionando durante años hasta llegar al momento actual en el que fundamentalmente hay tres piezas clave para entender en qué encrucijada se encuentra hoy: la situación del ex presidente huido de la Justicia y su destierro en Waterloo, el nuevo Gobierno del socialista Salvador Illa y el juego de pactos y diálogos más o menos soterrados que se están produciendo entre partidos.
Si hay algo que se puede aceptar como meridianamente claro es que la figura de Illa se ha convertido en fundamental y esencial para la mayor parte de los actores políticos, económicos y sociales de Cataluña. Su política transversal de navegar entre dos aguas, -el constitucionalismo y el independentismo- y su voluntad de adormecer a la sociedad catalana haciéndola pasar de la convulsión al letargo es, según los sectores estratégicos de la política catalana, una receta que ahora mismo le vale, le funciona y le compran la mayor parte de los actores catalanes.
Un presidente no solo largo en su estatura sino en la capacidad de mano izquierda para contentar a casi todos. De aspecto apagado, pero que, bajo esa apariencia fraternal, tiene en su cabeza un plan perfectamente organizado, diseñado y apuntado. Igual que anota cada tarea del día en un papel escrito a mano todas las mañanas y que va chequeando según las va cumpliendo.
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Hay Illa para rato. Prácticamente nadie duda de que su política de contentar a unos y a otros mientras el catalanismo, satisfecho, se toma el vermut al sol, llegará a 2028. A todos les viene bien el nuevo oasis.
Pero Illa tuvo uno de sus peores momentos políticos cuando, hace unas semanas, decidió viajar a Waterloo a encontrarse con el presidente prófugo Puigdemont. Aquella visita fue ampliamente criticada pero él sigue asegurando a quien le pregunta que no fue con ninguna intención de negociar nada ni de hacer nada en concreto sino que fue una visita meramente institucional y de cortesía. Una visita al estilo Illa. Para apaciguar e interesarse por alguien porque, según el diccionario Illa, no hace falta humillar a nadie. Es mejor un abrazo que un garrotazo.
Dicen los que saben que en esa visita Puigdemont ni siquiera le planteó algún tema relacionado con los eternos incumplimientos de los pactos hechos con su partido, sino que solo hubo algún reproche porque la reunión hubiese tardado tanto en producirse.
El expresident está tocado
Y es que Puigdemont, el segundo elemento de la ecuación catalana, está tocado. En lo que sí coinciden tanto independentistas como constitucionalistas es en los momentos bajos que Puigdemont está sufriendo. El líder de Junts está, en palabras de quienes lo conocen bien, solo, apartado, harto... y cada vez más temeroso de que nunca pueda volver a España. En su cabeza empieza a fraguarse la ecuación de que nunca será posible el retorno por el papel férreo del Tribunal Supremo respecto a la amnistía. Son ocho años de exilio, en los que ha tenido que vivir la muerte de sus padres en la distancia y otros muchos sucesos más de corte familiar que le han empezado a superar. Ocho años son ocho años. Y eso empieza a minar su moral.
Para el socialismo, la vuelta de Puigdemont es absolutamente esencial para lo que ellos llaman «la normalización». Creen que si no regresa y no se integra en la política catalana, esa «normalización» nunca será posible. Admiten, eso sí, que su vuelta producirá unos primeros estertores de exaltación nacionalista en pueblos y localidades catalanas, una gira orgásmica en loor de multitudes de aclamación y desenfreno, pero que, acabado el éxtasis, llegará la realidad: un Junts en caída libre y sin freno.
Para el independentismo, sin embargo, la vuelta será el inicio de la remontada, el resurgir de un ave fénix calcinado en Bélgica, sí, pero con capacidad aún de encender la hoguera que le quemó.
Los pactos inconfesables
Es en esta ecuación donde entra en juego la tercera pata del tablero. El Partido Popular y el juego de los pactos inconfesables. Los que los estarían protagonizando juran que no existen contactos «formales» entre el Partido Popular y Puigdemont. Solo habría una relación de excelente amistad, pero sin llegar a roce, entre Miguel Tellado y Miriam Nogueras en el Congreso.
Y parece que la relación no puede llegar a noviazgo por dos razones básicamente: los independentistas creen que ahora mismo es imposible sentarse a hablar con un Feijóo al que ven echado al monte de la mano de Abascal, léase el asunto de la inmigración. Consideran que Feijóo ha deslizado su acción política hacia el extremo, lo que hace imposible un acercamiento. Pero una parte del separatismo no se queda ahí y da la solución. Un nombre concreto para sustituir a Feijóo como interlocutor de una posible relación futura entre 'indepes' y populares: el presidente andaluz Moreno Bonilla. «Con Moreno Bonilla -Juanma para los andaluces- sí», aseguran algunos dirigentes independentistas sin tapujos. Con un PP al estilo Illa habría mesa de diálogo.
Mientras tanto el nacionalismo lo tiene claro, no dejarán caer a Sánchez porque «lo que tenemos enfrente es mucho peor» pero sí le castigarán con un no a cada petición de respaldo parlamentario mientras el marido de Begoña Gómez y el hermano de David Sánchez no cumpla lo pactado. Pero no solo las cuestiones de peso pactadas, sino esas pequeñas cuestiones, acuerdos sobre materias más de andar por casa que siguen sin cumplirse.
Y luego está lo del tema interno del PP catalán. Hay quien piensa ahí dentro que las cosas van tan bien que hasta podría verse a un PP en un próximo gobierno municipal. No mandando, porque eso es imposible, pero sí participando por que los próximos números electorales den. Y hay quien piensa que la estrategia popular dentro y fuera de Cataluña diseñada desde Génova es tan desastrosa y errática que todo lo que les puede pasar, como que Vox les dé el revolcón, se lo habrán merecido. En resumen: no se puede decir que se derogará el sanchismo y pactar cosas con el sanchismo. No es Vox. Son voces del PP catalán.
Y por último está lo de Aliança. El fenómeno político al que todos temen y en el que todos coinciden. La tromba anti inmigración que está por venir, que le soplará en la nuca al PSC y se colocará rozando el larguero de los veinte escaños según todas las encuestas. Pero aquí entramos en el terreno del cinismo. De puertas para afuera, el racismo es un horror. De puertas para adentro la irrupción de Aliança puede ser la tumba del independentismo. La ruptura del bloque 'indepe' que impedirá el retorno del separatismo al Palau, ese magnífico lugar de pactos y arte que solo Torra quiso utilizar de hogar.
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