Pazguato y fino
La CIG se duele ahí donde le pincha el PPdeG
La reacción del sindicato en Santiago no es un calentón, sino una reacción premeditada
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Iniciar sesiónEntiendan bien la secuencia. En pleno 25-N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la CIG va y remata su manifestación por las calles de Santiago frente a la sede local del PP –la que está cerca del Zara, porque ... para llegar a la regional hay que ir a parar a San Lázaro y cae a desmano–, hasta el punto de necesitar intervención policial para que la cosa no se vaya de las manos.
Es curioso, porque en este espectro ideológico todos son muy feministas –compartiendo como comparten ese carné de gallegos virtuosos que expende el nacionalismo– salvo si la mujer en cuestión es del Partido Popular. La razón es sencilla, se comprende: la derecha y la ultraderecha no son ciudadanos a los que quepa reconocerles derechos.
No opina así la Ley 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que considera que «las amenazas y las coacciones» también son expresiones de esa lacra que se quiere combatir. Tiene su aquel, oigan: pretender ser las más feministas del mundo pero pancartear y gritar consignas de un machirulismo trasnochado contra trabajadoras de la sede del PP y la conselleira Fabiola García.
Tampoco vamos a sorprendernos a estas alturas. Esta CIG es la misma que repartió por San Caetano aquel vergonzoso panfleto en el que se frivolizaba con el aspecto físico de Fabiola García y una supuesta querencia por irse de rebajas en lugar de trabajar en su departamento, la Consellería de Política Social. Durante semanas se le pidió a Ana Pontón por activa y por pasiva que condenara esta acción del brazo sindical del nacionalismo. No hay noticias.
La estereotipación de una mujer para convertirla en una muñeca superficial es una de las prácticas que con más denuedo se ha señalado como una práctica machista y heteropatriarcal, se coja el manual que se coja. Salvo que quien la ejecute sea la CIG, en cuyo caso no habrá mujer del ámbito nacionalista –tan feministas todas ellas– que dé la cara por la conselleira. Lo hizo Inés Rey, la alcaldesa socialista de La Coruña, tan abochornada como muchas votantes del BNG.
Ahora, tras la algarada frente a la sede local del PP en Santiago han regresado los ominosos silencios del nacionalismo, que nada malo ven en este tipo de prácticas. Ahí está Goretti Sanmartín, con un «no es para tanto». Debe estar esperando que le prendan fuego al contenedor. Aunque mejor que no suceda, porque visto cómo funciona el servicio de basuras en la capital gallega, igual el plástico churruscado permanece ahí ocho meses, generando un ecosistema insalubre. Eso por no hablar de que igual no hay bomberos disponibles para apagar el incendio...
Insensibilidades aparte, la reacción de la CIG no es una provocación ni un calentón de último minuto, sino que tiene toda la pinta de responder a una reacción premeditada. Y la pinta es que la central nacionalista está respirando por la herida que el PP le ha abierto en los últimos meses. Primero fueron los contenidos doctrinarios de sus unidades didácticas enviadas a los docentes, luego su manual para ir a la huelga con días pagados por la 'caja de resistencia' y, por último, la hoja de ruta para provocar intencionadamente un clima de conflicto social. Agitar el árbol, a ver si el BNG puede recoger las nueces, electoralmente hablando.
La CIG se duele y, por extensión, el nacionalismo político, al que se le ve discursivamente perdido en sus propios laberintos ideológicos. El BNG ha llegado al punto de registrar en el Parlamento una proposición no de ley para su debate en el pleno en la que se insta a Paula Prado a «rectificar sus declaraciones» y exigirle que «pida públicamente disculpas» por sus críticas a las unidades didácticas difundidas por la CIG, cuya autoría negó el sindicato pero que sí admitió alojar en su página web.
El PP se frota las manos, porque su estrategia de denunciar la desnudez del emperador da sus frutos, y este está dando gritos y lanzando improperios contra aquel que le señala. Y toda Galicia observa cómo se las gastan los que estaban llamados a ser la alternativa en algún momento, que cada vez se aleja un poco más, pancarta a pancarta.
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