CUARTO SINGUANTE
Llorar y mamar
Si quieres que te vaya bien debes quejarte
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Iniciar sesiónLa vida ya no es una tómbola. Si quieres que te vaya bien debes quejarte y cuanto más molestes, mejor. Fíjense, si no, en las manifestaciones donde tres mil cortan el tráfico y triunfan; en cambio, si tú y tu compañero de oficina os plantáis ... en medio de la calle reivindicando mejoras laborales, la Policía no tarda nada en deteneros.
Todo depende de las consecuencias. Tres mil tienen más razón que dos, entre otras cosas porque dos caben en un furgón policial (Ábalos y Koldo, por ejemplo), pero para llevarse a tres mil hace falta la fábrica entera de coches. En estos tiempos donde delinquir y arrepentirse está tan de moda, me gustaría contarles un caso que presencié el otro día en un avión. Diré fue «curioso», aunque debiera decir «imprudente», por lo que supuso de mala gestión por parte del personal de la aerolínea. Resulta que un pasajero, con evidentes síntomas de desequilibrio mental, se pasó el viaje alterado, hablando solo y gesticulado con sus fantasmas; tanto, que acabó siendo invitado por el personal de cabina a dejar el asiento que ocupaba entre dos personas, para sentarse en la parte trasera donde había una fila libre.
Curiosamente, yo iba al otro lado del pasillo. Desde ahí pude ver cómo el hombre intentaba hacer una llamada; se iba a fumar al baño, y más tarde se puso a sacar y meter obsesivamente papeles de su mochila sin poder controlarse. Después se tomó un descanso y se dedicó a espiar a los pasajeros entre el hueco de los asientos. Y por fin, llamó a la azafata. Quería un vaso de agua para tomar una pastilla. Todos entendimos, entonces, que el hombre había entrado en razón. Sin embargo, lo mejor aún estaba por llegar. Volvió a llamar a la auxiliar de vuelo y le dijo:
—¿Me trae una cerveza?
¡Una cerveza!... Sin duda, lo más aconsejable para esa bomba de histeria contenida. Pero la chica obedeció. Se la trajo, le cobró y el pasajero se la tomó tranquilamente, haciendo que la vida fuese en ese instante una tómbola para todos los que íbamos a bordo. Tuvimos suerte: solo quedaban quince minutos de vuelo y eso no bastaba para que el alcohol y el medicamento interactuasen. En fin, quizás no sea el mejor ejemplo, pero sirve de homenaje a la sabiduría de nuestro refranero: «Quien no llora, no mama».
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