El garabato del torreón

No caben tonterías

Toda floritura que obvie las necesidades reales de cada municipio, por pequeño que sea, no calará entre los electores

Cuando los españoles empezábamos a aletear en la democracia, el profesor Tierno tuvo un arranque de sinceridad y soltó aquello de que la proclamación de promesas electorales no obliga a su cumplimiento. Afortunadamente, el paso del tiempo impone la revisión de formulaciones que creíamos imperecederas, ... incluso si fueron enunciadas desde el displicente cinismo con que se adornaba aquella «víbora con cataratas». Con el 28M ya encima, fontaneros, candidatos y allegados redoblan afanes en la divulgación de sus promesas. Por mucha habilidad retórica de la que hagan gala está claro que la situación del grueso de la infantería, víctima de una inflación que está convirtiendo en clase baja a la clase media, no permite tonterías. Así las cosas, toda floritura que obvie las necesidades reales de cada municipio, por pequeño que sea, no calará entre los electores, de igual modo que toda propuesta ornamental, ya sea en nombre de la bandera arcoiris, ya con envoltorio feminista o animalista, ya con el señuelo de la apisonadora lingüista, ya plegada a la moda peatonalizadora, será rechazada por esa mayoría del censo que empieza a estar hasta los huevos de que se priorice el cambio de nombre de las calles frente a su rebacheo o su iluminación.

La vida cotidiana en los municipios gallegos, grandes, pequeños y medianos, se desploma y, en consecuencia, no está el horno para otros bollos que no sean los que coadyuven a paliar necesidades tocantes y sonantes. Son momentos en los que hay que focalizar la atención en lo esencial, aunque haya que posponer lo accidental hasta que vuelvan tiempos de bonanza. A este respecto, pueden resultar muy provechosas cuantas jornadas dediquen los candidatos a pisar la calle, sin previo aviso y sin acompañamiento de lameculos y correligionarios. El distanciamiento entre los gobernantes y la plebe municipal y espesa se agranda de convocatoria a convocatoria. Y para amortiguar esa creciente desafección hay que atreverse a convivir a diario con la gente del común -sea o no de los nuestros- y abrir las puertas del despacho oficial. De otro modo, los gobiernos locales que salgan de las urnas el próximo día 28 seguirán estando más atentos a los lucimientos personales y a la sumisión a las siglas que a la resolución de los muchísimos problemas de primera necesidad que cargan sobre la espalda de la ciudadanía gallega.

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