Su propia arrogancia

De nuevo se acercan elecciones —en poco más de un año tocan municipales— y se han puesto a debatir si en la marca con la que concurran a esos comicios debe figurar la palabra «Podemos» o no.

Lógico que la filial gallega del partido morado quiera constar, cada uno tiene su ego, pero en esa empresa topan con el temor de los de Anova de darle la razón al Bloque cuando les acusa de ser una especie de Podemos-G. No hay peor insulto para un nacionalista que lo relacionen con el enemigo españolista. Júntate con quien quieras, vienen a decir, pero que no se sepa, o por lo menos que no haya fotos de todos juntos.

Son las cosas que tiene mezclar nacionalistas con no nacionalistas. Les unen los posicionamientos de izquierda, sí, pero cuando preguntas por el modelo territorial empiezan a volar platos y hay hasta quien se pone a ensayar la patada voladora.

De todos modos, lo que no puede negárseles es su pericia para marear a la opinión pública. Estos próximos meses, ya lo verán, van a intentar que los debates pasen de puntillas por la política municipal de la que no están especialmente orgullosos y se centren en Palestina, la carga impositiva a la gente pudiente, la libertad de expresión en el hip hop o el pazo de Meirás. Cualquier cosa con tal de no hacer balance de cuatro años de política del quiero y no puedo. De voy a hacer pero no doy arrancado.

En las asambleas previas a las municipales más que programa electoral van a tener que decidir a quién van a echar la culpa por no haber cumplido el anterior. ¿A la derecha? ¿a los banqueros? ¿a la iglesia? ¿a su propia arrogancia?