La dirección de Vox, cuestionada internamente por primera vez
La exposición personal de Abascal y la gestión opaca y centralista de la crisis destapan críticas a todos los niveles
Las bajas de consejeros anuncian un goteo de salidas hacia el PP desde los cargos medios hasta el ámbito local
Vox consuma su amenaza al PP y abre un cisma en la derecha
Los barones redoblan el pulso: «Si tumban las cuentas, a elecciones»
Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados este jueves
Por primera vez desde que es presidente de Vox, Santiago Abascal y la dirección nacional de su partido están siendo cuestionados internamente. La decisión de romper los pactos de coalición con el Partido Popular en cinco comunidades autónomas, los motivos esgrimidos y la ... forma en la que se ha tomado la medida han destapado críticas a todos los niveles. La «bunkerización» del núcleo duro de Abascal, como define un dirigente regional, ha propiciado un descontento creciente con especial intensidad, como es lógico, en las regiones afectadas. Pero no sólo.
Según ha podido testar ABC en fuentes internas del partido de distintos puntos del territorio nacional, incluido Madrid, el desconcierto enraíza en la estrategia misma del partido. El primer motivo, porque supone un giro radical en las líneas marcadas por la dirección, que hace poco más de un año estableció como prioritario entrar en los gobiernos regionales. Aquello provocó enormes tensiones entre el PP y Vox después del 28-M y antes del 23-J, lo cual fue aprovechado con notable éxito por la izquierda para movilizar a sus votantes de cara a las generales.
El segundo motivo es que no se entiende por qué se rompen de un modo tan drástico unos gobiernos regionales que estaban funcionando bien y que desde la dirección del partido han sido valorados satisfactoriamente. Esta misma semana, en entrevista con ABC, Jorge Buxadé calificó como «muy positivas» las coaliciones en Castilla y León, Aragón y la Comunidad Valenciana. Sin embargo, esos tres acuerdos son ya historia, además de los de Extremadura y Murcia.
El tercer motivo tiene que ver con el hecho de que Vox haya demostrado de nuevo que es un partido profundamente centralista. En este caso, los vicepresidentes autonómicos, consejeros y decenas de cargos medios han visto como un trabajo esencialmente bueno (según valoración del propio partido) se manda al traste en un giro de guion que no ha contado en ningún momento con ellos, muchos de los cuales dejaron su actividad privada y ahora se quedan en la calle. «Lo que les han hecho es una faena enorme, porque algunos lo dejaron todo para apostar por el proyecto», indica una persona que ha estado muy cerca de Abascal y que solo entiende la decisión en un plan para afrontar con garantías unas elecciones generales, dado que después del ciclo electoral del primer semestre de este año Vox está sufriendo un razonable desgaste.
Exposición del presidente
En suma, la causa por la que las críticas, por primera vez en la historia de Vox, apuntan a su presidente y a su dirección tiene que ver con que haya sido él quien ha liderado la escalada de críticas. Desde el fin de semana, Santiago Abascal asumió personalmente confrontar directa y públicamente con Alberto Núñez Feijóo y asumir un órdago que le llevó a comparecer ante los medios, y sin preguntas, en la noche del jueves: «Es una decisión firme».
La dirección nacional del partido argumenta que romper con el PP se debe principalmente a las discrepancias sobre el modo de abordar el fenómeno migratorio, y en particular el reparto de menas. Según dicen, la medida adquirirá todo su sentido «en el largo plazo». Frente a este mensaje, que reproducen los portavoces del partido, las críticas internas aseguran que «para llegar al futuro antes hay que gestionar el presente y no se ha explicado bien».
La lucha contra la inmigración ilegal es un asunto esencial en el ideario político de Vox. Por una parte es uno de los puntos que más lo diferencia del PP en España, como se ha demostrado con el reparto de menas, y por otro es uno de los argumentos principales de los partidos hermanos de Vox en Europa. «Una cosa es que los argumentos de Vox frente a la inmigración sean acertados y otra que haya que esperar 30 años para que la gente entienda que tienen razón», explica un ex del partido. De hecho, es difícil desmarcar esa decisión de otra que se tomó la semana pasada y que también genera controversia en el partido: abandonar el grupo de Conservadores y Reformistas europeos (ECR) para unirse al grupo de Viktor Orbán y anunciarlo el mismo día en el que el presidente húngaro y de turno de la Unión Europea se fue a ver a Vladimir Putin. «No se entiende por qué abandonamos a los que nos acogieron cuando no éramos nadie. ¿O es que Meloni es también una progre?», se pregunta un crítico que prefiere no dar la cara, al menos de momento.
«Goteo de llamadas»
El cumplimiento del órdago ha propiciado un goteo de ceses y dimisiones de vicepresidentes y consejeros, pero también ha provocado que algunos hayan decidido desmarcarse de Vox. Desde dos baronías del PP se explica a ABC que ya se está produciendo «un efecto dominó» y que donde va a haber más deserciones es en el escalón de los cargos medios y directores generales. «Esto es como la última etapa de Pablo Casado en el PP: la gente ve los últimos coletazos de Vox». Sea esto deseos o realidad, el tiempo lo dirá, pero lo indiscutible es que la decisión de Vox de romper los gobiernos regionales supone un giro en la estrategia fijada por el propio Abascal tras la Asamblea Extraordinaria de su partido que celebró a finales de enero y que introdujo cambios significativos en el organigrama y que trató de cerrar las heridas abiertas tras las salidas de Macarena Olona y de Iván Espinosa de los Monteros.
A comienzos de año, como informó ABC, Vox se preparaba para poner en marcha una triple estrategia de consolidación de su proyecto político. De un lado, los pesos pesados intelectuales para Europa (Buxadé, Hermann Tertsch o el fichaje de Juan Carlos Girauta), con las elecciones del 9-J en el horizonte. En segundo lugar, la apuesta por jóvenes prometedores para el Congreso de los diputados: la portavoz Pepa Millán o José María Figaredo, entre otros nombres con discursos absolutamente alineados con el argumentario que establece Bambú. Y, en tercer lugar, la demostración de que Vox es un partido capaz de gestionar y de ofrecer soluciones a los ciudadanos, y no sólo un partido de diagnóstico. Este tercer punto se presentaba como esencial, y se basaba en ese grupo de personas que mayoritariamente han cumplido la encomienda. Esto es lo que la dirección nacional de Vox ha decidido desmontar, y por los testimonios testados por ABC, con unas explicaciones poco satisfactorios en términos internos.