La crisis migratoria y la falta de un candidato solvente apuntalan a Marlaska en Interior
Sustituir al ministro cuando Canarias vive la peor presión migratoria de su historia por alguien sin su experiencia y relaciones era temerario
Agentes marroquíes actuaron en una zona de soberanía española en Melilla
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Madrid
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Iniciar sesiónUna de las grandes sorpresas del nuevo Gobierno es la continuidad del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, atacado desde fuera del gabinete e incluso cuestionado a veces por una parte de sus compañeros, por ejemplo con ocasión de la avalancha mortal de Melilla ... o sus líneas rojas a la reforma de la llamada 'ley mordaza', que no acabó de salir adelante pese a ser una de las promesas estrellas del anterior Ejecutivo de coalición. Después de seis años convulsos, la lógica apuntaba a su salida e incluso esa fue la lectura que muchos hicieron de los elogios que le dedicó Pedro Sánchez en el debate de investidura, que sonaron a despedida. Sin embargo, se ha impuesto el pragmatismo frente a aventuras que en un ministerio tan delicado suelen acabar en desastre.
Lo cierto es que Marlaska ha perdido peso político en el Gobierno ha medida que avanzaba la legislatura anterior y eso ahora, paradójicamente, puede haber jugado a su favor. Los sucesos del 24 de junio del año pasado en la valla de Melilla, en los que murieron decenas de inmigrantes, le pusieron contra las cuerdas, hasta el punto de quedarse solo en su defensa de la actuación de la Guardia Civil. Los ministros de su partido no cerraron filas con él, o lo hicideron de forma tibia; los de Unidas Podemos, incluida Yolanda Díaz -«tenemos derecho a saber qué ocurrió», proclamó entonces-, directamente lo atacaron con una virulencia extraordinaria.
Los sucesos del 24 de junio del año pasado en la valla de Melilla le pusieron contra las cuerdas, con ataques incluso de sus compañeros de gabinete. Yolanda Díaz dijo entonces: «Tenemos derecho a saber qué ocurrió». La Fiscalía archivó la investigación
El ministro tuvo que comparecer por estos hechos en la Comisión de Interior del Congreso -también fue preguntado de forma reiterada en las sesiones de control al Gobierno- y quizá las críticas más duras que recibió procedieron de los socios de coalición del PSOE, además de, por supuesto, sus aliados Bildu y ERC. Paradójicamente, Vox salió en su defensa en este asunto concreto al respaldar la actuación de la Guardia Civil, mientras Ciuadanos y el PP intentaron el equilibrio imposible de defender a los agentes del Instituto Armado y pedir al mismo tiempo la dimisión de Marlaska.
Sánchez no se decidió a relevarlo entonces, entre otras cosas porque en una de sus declaraciones más polémicas defendió la actuación de las Fuerzas de Seguridad españolas y marroquíes y responsabilizó de lo ocurrido a las mafias de la inmigración. La polémica hizo que luego matizara sus palabras -aseguró que las había pronunciado sin conocer toda la información-, pero no quiso prescindir del ministro, quizá porque entonces él hubiera quedado más expuesto a los ataques a partir de ese momento.
Bache superado
Lo cierto es que Marlaska superó el bache y la Justicia acabó por archivar la investigación por la actuación de la Guardia Civil. Pero el ministro prácticamente desapareció del debate político que excediera de sus responsabilidades -por ejemplo, no se ha pronunciado sobre la ley de amnistía presentada en el Congreso y antes solo hizo algunas reflexiones vagas sobre el asunto aludiendo a la necesidad de «tirar hacia adelante y que las heridas cicatricen»- y desde entonces se limitó a gestionar su departamento.
¿Por qué sigue al frente del Ministerio del Interior entonces? Una primera aproximación evidente es que Sánchez no encuentra una alternativa de mediana solvencia. Pocos quieren el cargo. Se trata de un departamento en el que se trabaja mucho, hay pocas alegrías y en el que los fracasos se pagan con gran dureza. Cuando aún existía el terrorismo etarra al menos tenía la simpatía de toda la sociedad -el ministro de turno estaba siempre entre los líderes mejor valorados- y un fuerte peso político en el gabinete. Ahora eso se ha acabado y muchas veces se convierte en la cara más dura del Gobierno.
Hay una segunda clave: el momento en el que se forma el nuevo gobierno. Canarias vive la peor crisis migratoria de su historia; en lo que va de año han llegado más inmigrantes irregulares a las islas que en todo 2006, que fue el ejercicio que registró las cifras más altas. Con este escenario sustituir al actual ministro del Interior sin tener un recambio de garantías era una temeridad.
Marlaska, según distintas fuentes consultadas por ABC, dedica las tres cuartas partes de su trabajo a la lucha contra la inmigración irregular. Él mismo, en varias entrevistas, ha asegurado que es el asunto que le quita el sueño. Más allá de situaciones coyunturales, eso le ha hecho tener no solo unas ideas claras de cómo gestionar el fenómeno, sino sobre todo tejer una buena red de relaciones en los países emisores, que ha visitado, varios en múltiples ocasiones. Por ejemplo, a Mauritania ha viajado cinco veces, y tres a Senegal; a Marruecos, una decena, pero a todo ello hay que sumar los encuentros en España y en foros internacionales.
Interlocución clave
Sánchez, además, no puede olvidar que en la avalancha sufrida por Ceuta en mayo de 2021, cuando más de 10.000 marroquíes entraron de forma ilegal en la Ciudad autónoma, Marlaska fue el único miembro del Gobierno, incluido su presidente, que pudo entrar en contacto con el Gobierno marroquí en las horas más críticas. Nadie en Rabat descolgaba el teléfono y esa gestión fue clave para empezar a reconducir la situación.
Esas relaciones, la capacidad de levantar un teléfono y que al otro lado haya una respuesta, es algo que el presidente del Ejecutivo no podía desaprovechar y menos sin tener claro el perfil de quien pudiera sustituirle. «Las relaciones con los países emisores son muy delicadas, y hay que dedicar mucho tiempo a ellas», explican las fuentes consultadas por ABC. «Es necesario saber cómo tratarlos -añaden-; no herir su sensibilidad, porque en algunos de esos estados las remesas de los inmigrantes suponen un 15 por ciento del PIB. Por tanto, convencerles de que ayuden no es fácil; les supone un coste para su imagen en sus propios países, y hay que estar dispuestos a colaborar con ellos en lo que necesiten en cualquier ámbito si se quiere que respondan«.
La figura de Marlaska ha sufrido una erosión importante, con asuntos como el acercamiento de los presos etarras o reveses judiciales como el del coronel Pérez de los Cobos
Es verdad que seis años en el Ministerio de Interior son muchos, y que Marlaska va a ser el ministro que más ha durado en un Departamento tan delicado como este. También que la figura de Marlaska ha sufrido una erosión importante, con asuntos como el acercamiento de los presos etarras, reveses judiciales como el del coronel Diego Pérez de los Cobos, la ya mencionada crisis de la avalancha de Melilla con decenas de muertos o unas deterioradas relaciones con los sindicatos policiales y asociaciones de la Guardia Civil. Pero también que no hay nadie en el PSOE y su círculo con el bagaje y preparación necesaria para asumir una cartera que siempre está en el ojo del huracán, mucho más en los tiempos convulsos que vivimos.
Mantener a Fernando Grande-Marlaska, por tanto, no es tanto una apuesta personal de Pedro Sánchez ni un respaldo sin fisuras a su labor, sino la opción más lógica, realista y eficaz que podía tomar el presidente del Gobierno en una materia tan sensible como es la de la seguridad. Al menos, en una situación como la actual.
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