«Pasé 62 días en coma y estuve a punto de morir»: calvario en la sanidad pública valenciana por una apendicitis
Gustavo Maestre denuncia un posible caso de negligencia médica después de que un facultativo no le diagnosticara una dolencia que le llevó a estar ingresado más de tres meses en el hospital de Sagunto
La Generalitat Valenciana investiga la denuncia del paciente que estuvo dos meses en coma tras no diagnosticarle una peritonitis
Los padres de la niña muerta por peritonitis en Valencia se querellan contra los médicos que la atendieron
Fotos del antes y el después de Gustavo tras tres meses ingresado en un hospital por una apendicitis
«Llamaron a mi esposa para decirle que sólo tenía un 1% de posibilidades de sobrevivir y que avisara a nuestros familiares de que iba a morir». Tres días antes, Gustavo Maestre acudió al centro de salud del municipio castellonense de La Llosa con ... fuertes dolores abdominales y la imposibilidad de caminar erguido. «Un paracetamol y casa», relata que le recetó el médico que le atendió. Esa misma semana, fue operado de urgencia de apendicitis pero sin evitar que derivara en una peritonitis y un fallo multiorgánico que casi acaba con su vida.
Este peluquero venezolano de 54 años ha decidido denunciar públicamente su caso como un nuevo episodio de negligencia médica en la sanidad pública valenciana una semana después de la muerte de Emma, una niña de 12 años de Jérica -localidad también ubicada en la provincia de Castellón- por una apendicitis no diagnosticada en tres visitas al ambulatorio. «He hablado con su familia y les he ofrecido todo mi apoyo, no puede ser que esto siga ocurriendo y que haya gente que muera por una asistencia incorrecta», argumenta a ABC.
Ahora, Gustavo insta a la Conselleria de Sanidad a que revise la cronología de su caso y le concedan las explicaciones pertinentes tras presentar una hoja de reclamaciones en el consultorio en el que fue atendido, la cual no ha sido contestada seis meses después. No obstante no pretende llevar su cruzada a los juzgados por temor a su situación en España. «El Gobierno nos tiene un poco amedrentados, ya que si denunciamos no nos dan los papeles de residencia», detalla.
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«A los venezolanos cuando llegamos a España nos dan una tarjeta roja que nos permite trabajar durante un año. Cuando yo estaba ingresado en el hospital me caducó y mi esposa fue a Extranjería a renovarla, pero nos la denegaron y me dijeron que tenía un mes para salir del país. Por ello, presentamos un recurso contra la denegación de asilo que tuve que firmar estando encamado», aclara Gustavo.
Una apendicits no diagnosticada
A comienzos de marzo del año pasado, Gustavo se levantó un lunes «doblado de dolor». Horas después, acudió al consultorio auxiliar de su pueblo acompañado de su mujer. Según relata, llegaron a las nueve de la mañana pero el médico no llegaba hasta una hora después, por lo que le dijeron que volviera después. Una vez regresaron al centro de salud, el médico les atendió, según explica «de malas maneras y sin dar siquiera los buenos días».
El facultativo le preguntó sobre su dolencia y el paciente le contestó que no podía enderezarse por un «dolor fortísimo en el lado izquierdo del abdomen». «Me tocó los hombros y el pecho y tan sólo me mandó tomar paracetamol durante dos días», narra Gustavo. No conforme con el diagnóstico, le volvió a insistir sobre sus dolores, a lo que el médico no pudo o quiso contestar: «No lo sé -le dijo- y se fue sin prestarme ninguna asistencia», asevera.
Imagen del centro de salud de La Llosa (Castellón)
Dos días después, el miércoles por la noche, Gustavo le imploró a su mujer que llamara a una ambulancia porque «sentía que se iba a morir del dolor». Así, el jueves por la mañana fue sometido a una operación de urgencia por apendicitis en el hospital de Sagunto. «A mi esposa le dijeron que fuera a por ropa que al día siguiente me iban a cambiar a planta tras un día en la UCI por observación», explica. Sin embargo, pocas horas después, le llamaron de nuevo para preguntarle si tenían familiares aquí porque «las posibilidades de sobrevivir eran del 1%».
Tras ese giro inesperado de los acontecimientos, transcurrieron 62 días exactos, en los que Gustavo entró en un coma a causa de una sepsis: la apendicitis derivó en peritonitis, luego a septicemia generalizada y de ahí a fallo multiorgánico. Dos meses después de la operación se despertó y fue trasladado a planta donde pasó casi un mes más ingresado.
35 kilos menos y sin poder andar
«Volví a casa tres meses después con 35 kilos menos y sin poder andar por mí solo», recuerda emocionado a este periódico. «Estuve tres meses de rehabilitación por las secuelas que me quedaron en una mano y un pie», añade. Armado de valor un mes después de regresar a su domicilio de La Llosa, a finales de agosto, se dirigió al centro de salud de este municipio para presentar una hoja de reclamaciones contra el médico que le atendió en primera instancia. Allí, argumenta que se topó con diferentes trabas: primero, «que no encontraban los papeles» y después «que fuera al pueblo de Almenara a recogerlos yo mismo».
Por si fuera poco, denuncia, que una vez conseguida la hoja de reclamaciones, la secretaria del consultorio se negó a sellársela y fue otra doctora la que acreditó el documento especificando que no fue atendido por ella. «A día de hoy, sigo esperando una respuesta o una disculpa de Sanidad», exclama Gustavo, quien duda siquiera que el centro de salud remitiera su queja al departamento que dirige Miguel Mínguez.
«No quiero volver nunca a ese centro de salud. Ahora estoy con gripe y ni me planteo ir al médico después de lo que me pasó», señala Gustavo, quien reflexiona sobre «cuánta gente habrá que haya sufrido algo parecido o haya muerto por una negligencia y no lo ha denunciado». Sobre su caso, este peluquero sudamericano calcula que el Estado ha desembolsado unos 70.000 euros en medicamentos, operación y recuperación en el hospital. «Cuesta mucho dinero tener a una persona dos meses en la UCI después de que un médico no haya querido hacer bien su trabajo», subraya.
Gustavo comenta la angustia del proceso y las «consecuencias catastróficas» que ha tenido en su vida. «Gracias a Dios ahora estoy mejor, pero lo hemos pasado muy mal durante los últimos meses», explica junto a su esposa que le ha acompañado y cuidado desde que comenzaran los dolores. «Una apendicitis en pleno siglo XXI, con toda la tecnología que existe, es como extirpar un lunar, y si el médico no tenía las herramientas para diagnosticarla, sí tenía la capacidad de enviarme al hospital para que me hicieran las pruebas», lamenta.
La muerte de Emma
En paralelo, la Fiscalía Provincial de Valencia ha abierto diligencias de investigación tras la muerte por peritonitis de una niña de 12 años, vecina de Jérica (Castellón), después de que sus padres la llevaran en varias ocasiones al centro de salud de Viver y al Hospital de Sagunto (Valencia), de referencia en el área, sin que se la detectaran ni, tal y como denunció la familia, le practicaran pruebas para el diagnóstico.
El ministerio público ha incoado diligencias penales a raíz de la denuncia presentada por el Defensor del Paciente, sin perjuicio de que los padres puedan también denunciar los hechos acaecidos, según han confirmado fuentes conocedoras. Por su parte, la Conselleria de Sanidad también investiga el incidente. Al respecto, el conseller Miguel Mínguez señaló que desde que su departamento tuvo conocimiento de este «dramático suceso» que «pudo ser evitable» iniciaron no solamente una investigación sino «un acercamiento al máximo con la familia apoyándola en el duelo y facilitándole toda la información que tenían».
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