Crítica musical
Leleux asombra y Liebreich junto a la Orquesta de Valencia ofrecen una notable sinfonía alpina
«Ya éramos conocedores del arte excelso de Leleux, lo que no quita que nos siga impresionando su capacidad de hacer música»

Una sala Iturbi llena recibía afectuosamente a François Leleux el gran oboísta, y director, del norte de Francia que, con este concierto, iniciaba su residencia en el Palau de la Música, que no su relación con la Orquesta de Valencia, pues ya nos visitó en, al menos otra ocasión en 2022 con el concierto para oboe de Richard Strauss donde ya reveló sus portentosas cualidades. Por tanto, ya éramos conocedores del arte excelso de Leleux, lo que no quita que nos siga impresionando su capacidad de hacer música. Con Leleux, el instrumento y sus dificultades técnicas, contra las que en ocasiones se ve luchar a los músicos, literalmente desaparece, convirtiéndose en un mero vehículo de expresión que forma parte de su propio organismo. El concierto del checho Bohuslav Martinú, que Leleux tiene grabado con Daniel Harding y la Orquesta de la Radio de Suecia, es una obra que apenas se toca en concierto y, aun representando una novedad para el público valenciano, por obra y gracia de Leleux la aplaudió como si se tratara de una composición del gran repertorio. Quizás lo que más llama la atención es la inaudita capacidad para graduar las dinámicas en una misma frase desde el susurro a la declamación, como si de la voz humana se tratara. La expresión corporal del músico francés es expansiva lo que no es raro si tenemos en cuenta que compagina el oboe con la batuta. Excelente la compenetración con la Liebreich, a quien le une amistad desde hace años, y con los músicos de la orquesta, en una obra envuelta en cierto clasicismo dieciochesco.
Antes de la exhibición de Leleux Liebreich y un reducido conjunto de músicos de la orquesta interpretaron el Estudio para orquesta de cuerda del compositor checo Pavel Haas, asesinado en 1944 en el campo de concentración de Auschwitz junto con el también compositor Hans Krása y miles de prisioneros más. Hay que decir que el citado Martinú pudo evitarlo al huir a los Estados Unidos cuando conoció que se le buscaba por el régimen nazi. Una obra con la que se identifica personalmente Liebreich, compuesta en terribles circunstancias pero que desprende, sin embargo, con ese carácter melódico propio de la música checa un aura de cierto optimismo y energía gracias a sus polirritmia y neoclasicismo alternado con pasajes de ensimismamiento y tono más sombrío.
La segunda parte estaría ocupada en su totalidad por ese inmenso fresco que es la sinfonía Alpina de Richard Strauss, obra maestra de la música programática que relata y describe la ascensión con éxito a una cumbre alpina pero que va mucho más allá de un relato trivial de montañismo al convertirse en una reflexión sobre la relación del hombre con la naturaleza. Una obra que siente muy cerca, por cuestiones geográficas, el director Bávaro. Llama la atención ante una obra técnicamente tan deslumbrante en cuanto a su orquestación que el genio que era en este sentido Strauss manifestara tras su estreno que «por una vez quise componer así, como la vaca da leche», tal como cita Ramón Puchades en sus notas al programa.
Notable fue la lectura de Liebreich y la Orquesta de Valencia, la mejor que le hemos escuchado a la formación con esta obra, aunque quizás faltó ese puntito para lograr una lectura global memorable. Cierto es que no es una obra de habitual repertorio y por tanto hay un consciente empeño, en composición tan comprometida en numerosos pasajes, de que todo saliera bien, como así fue. Liebreich, no obstante, muestra confianza total en sus músicos les deja cantar y contar a solistas, familias y al enorme conjunto orquestal en los distintos trances por los que pasa el protagonista que asciende a la cumbre y regresa, sano y salvo a su casa a recibir la noche. Excelente Roberto Turlo en los dos solos de oboe previos al inmenso clímax que actúa como bisagra de todo el poema sinfónico. Magnífico Javier Barberá en la trompeta a lo largo y ancho de la composición quizás el instrumento solista más comprometido técnicamente en esta obra. No podemos olvidar al conjunto de trompas, excelentes en toda la composición, al igual que el conjunto de trombones tanto en los pasajes más espectaculares como en los de recogimiento como en las dos memorables frases que en piano abren y cierran (amanecer y anochecer) la obra. Asimismo, no podemos olvidar a Javier Eguillor y el resto de la percusión con una tormenta verdaderamente impresionante y en definitiva a los más de cien músicos que precisa esta milagrosa partitura. Éxito sin paliativos.
Ficha técnica
Viernes 18 de octubre
Palau de la Música de Valencia
Obras de Pavel Haas, Bohuslav Martinú y Richard Strauss
François Leleux, oboe
Orquesta de Valencia
Alexander Liebreich, director musical
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