EL ÚLTIMO LIBERAL
Los pinganillos y el triunfo de Jesse Owens
«Han convertido el hecho de estudiar en español u obtener un empleo público sin los certificados de idiomas en algo más complicado que superar las pruebas de Hércules»

A Aitor Esteban, presidente del PNV, se le puso la cara de Adolf Hitler el día que veía como Jesse Owens, un corredor afroamericano, derrotaba a los representantes de la raza aria en los juegos olímpicos de Berlín. Esteban asistió sorprendido y humillado al ver como la selección vasca era derrotada en Euskadi en la final de la liga de naciones de pelota vasca por la selección española. La mayoría de los asistentes al partido trataron de superar su frustración silbando fuertemente al himno español mientras los españoles recibían la medalla de oro. Sorprende que quienes hacen esto con regularidad pretendan luego dar lecciones de respeto institucional. Por eso no extrañó que el lehendakari Imanol Pradales afirmara: «Yo no quiero un país donde puedes tomar cañas con libertad, pero no hablar tu propio idioma». Era un claro ataque a la presidenta de la Comunidad de Madrid, que se levantó de la mesa cuando Pradales realizó su discurso en euskera. No contento con eso, también acusó a otros presidentes autonómicos —entre ellos el de nuestra Comunidad Valenciana— de usar el idioma con fines partidistas, al no ponerse el pinganillo que permitía acceder a la traducción de su discurso en euskera.
Alguien podría recordarle al señor Pradales que su partido hizo muy poco por garantizar que muchos vascos no alineados con el independentismo pudieran tomarse unas cañas en libertad, sin tener que hacerlo sin dar la espalda a las puertas. Además, el euskera es lengua cooficial en el País Vasco, pero no en Cataluña, que fue donde se celebró la conferencia. Así que, en realidad, quien instrumentalizó la lengua con fines políticos fue él. En el fondo, todos sabemos que los presidentes del País Vasco y Cataluña no se sienten cómodos compartiendo mesa con sus iguales, ya que prefieren pactar sus cupos y ventajas económicas directamente con el presidente Sánchez. Ya veremos si se apuntan a la próxima o vuelven a esgrimir ese supuesto «desprecio» al euskera o al catalán como excusa para no asistir.
A esos presidentes habría que recordarles que, si alguien ha demostrado falta de respeto por las lenguas cooficiales, son precisamente sus partidos. Han convertido el hecho de estudiar en español u obtener un empleo público sin los certificados de idiomas en algo más complicado que superar las pruebas de Hércules.
Por eso se entiende el gesto de rebeldía de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, al levantarse cuando el lehendakari comenzó su intervención en euskera, una clara falta de respeto hacia los demás presidentes al no querer utilizar la lengua común a todos: el español.
El español —o castellano— debería ser una lengua cuyo conocimiento nos llenara de orgullo, por la cantidad de países y personas que la hablan. Pero en España parece que no es así. Muchos dirigentes autonómicos con lengua propia no pierden oportunidad de menospreciarlo. Todo esto, con el aplauso de una masa de indocumentados que aún creen, sin matices, que el aprendizaje de lenguas locales es una muestra de progreso y libertad. Siguen repitiendo que aprender más idiomas ayuda a aprender mejor, y que los resultados en lengua castellana en las pruebas de acceso a la universidad lo demuestran. Otro bulo. Un informe reciente ha revelado que la dificultad de estas pruebas varía, y que son mucho más fáciles en las comunidades con lengua cooficial. Incluso en educación nos hacemos trampas al solitario.
El colofón lo puso el presidente de Asturias, Adrián Barbón, cuando intervino en bable. El resto debió pensar aquello de: «éramos pocos y parió la suegra». Barbón, que parece haber desviado los fondos educativos hacia la promoción del bable, ha conseguido que los sindicatos docentes convoquen una huelga contra un gobierno de izquierdas. La cosa debe estar calentita por allí.
Por lo demás, los presidentes se fueron como vinieron: sin acuerdo alguno, porque en el fondo a Sánchez no le interesaba que se llegara a ninguno. Ya pactará en Bruselas lo que le convenga.
Mientras tanto, los valencianos seguimos sin que se mencione el cambio del modelo de financiación autonómica, dado que el actual nos está asfixiando. Tampoco se consiguió incluir entre los dieciséis temas del orden del día la gestión de las ayudas por la dana. Otra oportunidad perdida.
Pero también lo fue para el Partido Popular que parece no tener clara su postura respecto a la defensa del español. Imagino a Ayuso quedarse de piedra cuando los presidentes gallego y balear comenzaron sus discursos en sus lenguas autonómicas. Quizá organizar manifestaciones como la del domingo sea más vistoso, pero sería más útil y coherente que los presidentes populares acudieran con un discurso común y no pareciesen la banda de «tócame Roque». Si todos hubiesen renunciado al uso de pinganillos y algunos al gesto absurdo de hacer la mitad del discurso en una lengua que no entienden el resto de los asistentes, podrían haber sonreído al ver la cara de Pradales hablando en euskera mientras sólo los presidentes socialistas le hacían caso. Es probable que Jesse Owens también sonriera al ver la cara de disgusto de quién le tenía que felicitar por su éxito.
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