Marc Pastor y el virus del fin del mundo

El novelista y mosso d'esquadra cambia la novela negra por el «thriller» preapocalíptico en «El año de la plaga»

Marc Pastor y el virus del fin del mundo INÉS BAUCELLS

D. MORÁN

Suele decirse que, a la hora de escribir, nada mejor que tirar de proximidad y centrarse en lo que uno tiene más a mano. «Escribe sobre lo que conoces», reza un tópico que, cierto o no, nos viene que ni pintado para señalar que la ... relación entre Marc Pastor (Barcelona, 1977) y la novela negra era algo prácticamente inevitable. Máxime después de saber que tras Pastor, ganador de la primera edición del premio Crims de Tinta impulsado por la conselleria de Interior y la editorial La Magrana, se escondía un diplomado en Criminología y Política Criminal que, redoble de tambor, se gana la vida trabajando en la policía científica de los Mossos d'Esquadra.

Evidente la relación y, según se mire, inevitables las consecuencias. Y quizá por eso mismo, Pastor le ha hecho un habilidoso quiebro a quienes esperaban una continuación de «La mala dona», novela en la que relataba la historia de una asesina de niños que aterrorizó Barcelona a principios del siglo XIX, y se desmarca ahora con un sobrenatural y mentolado cambio de registro. «La gente me pedía una segunda parte de la "La mala dona" y me explicaban casos de mujeres asesinas. ¡Como si yo no conociese ya suficientes casos!», explica. A su lado, «El año de la plaga» (La Magrana; RBA), un thriller preapocalíptico inspirado en la ciencia ficción de los años 50 y en títulos concretos como «Soy leyenda» y «Los ladrones de cuerpos», es la feliz consecuencia de tan alucinógeno viraje.

Identidades robadas

«Siempre quise escribir algo así, una historia sobre el miedo a no saber ni quién eres ni quién es la gente que te rodea», apunta enigmático Pastor sobre una novela en la que Víctor Negro, un asistente social de habilidades sociales más que discutibles, tendrá que convivir con el bochorno del verano barcelonés y con una extraña oleada de suicidios de ancianos en cuyas casas se repite siempre el mismo patrón: la presencia de una planta de eucalipto. Una planta que, pese a su aspecto inocente, encierra un terrible y temible secreto. «Quería una historia con la que todo el mundo se pudiese identificar y que ayudase a amplificar el elemento fantástico del libro», añade.

Y es que, si nos olvidamos de los acianos y del eucalipto, casi todo en «L'any de la plaga» es perfectamente familiar y reconocible. Las calles de Barcelona por las que pasea Víctor Negro, los bares que frecuenta, las canciones que suenan, los cómics de los que habla... «Todo existe, todo es real —confirma Pastor—. Es todo tan reconocible que cuando aparece el elemento fantástico resulta aún más aterrador». Para empaparse de ese elemento fantástico, en «El año de la plaga» hay que recorrer azoteas del Carmel, lidiar con una epidemia, ver como Internet se desploma, entrar y salir de la sala de autopsias de Vall d'Hebron, gastar suela en barrios barceloneses que, como Nou Barris, no suelen salir en las guías, soltar unas cuantas carcajadas —«no entiendo la escritura sin sentido del humor», asegura— y quedarse parado en la página 214 jugando al quién es quién.

Novelista y mosso, Pastor no parece ni una cosa ni la otra. Sobre todo después de citar a Richard Matheson, pope de la ciencia ficción, como uno de sus escritores de cabecera, desvelar que una curiosa manía le lleva a empezar todas sus novelas en 8 de agosto y declararse «esponja» cultural que absorbe cuantas películas, series , canciones, cómics y libros le rodean. Eso sí: no oculta que su trabajo como policía le facilita ligeramente las cosas. «Me influye, sí, pero del mismo modo que podría influirme ser quiosquero y escribir sobre personas que acaban de levantarse. Evidentemente, es más fácil cuando quieres recrear un homicidio o describir la textura de un cadáver», explica.

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