PUNTO DE FUGA

Pan y circo

Sirva el «aventi» para comprender cuán orgulloso se sentiría «l'Avi» si pudiese contemplar las genialidades que hoy se obran en homenaje a su magisterio

JOSÉ GARCÍA DOMÍNGUEZ

Con retranca marca de la casa, contaba Pla que, al poco de instaurarse la República, una personalidad local —acaso Francesc Macià— fue convidada a un almuerzo en Londres con cierto mister Baldwin, el primer ministro de Inglaterra por más señas. Una cita que resultaría de ... lo más desoladora para nuestro prócer. Así, una vez concluida se le haría saber al de Palafrugell que aquel mister Baldwin parecía un simple. Y es que, según contrariada confesión, dio en amargarle la comida al derivar la charla hacia asuntos por completo baladís. Que si cuál era el estado del utillaje de los puertos en Cataluña. Que qué planes tenía a fin de mejorar el sistema de transportes. Que si le podría revelar el estado de la red de carreteras. Se comprende, pues, que, una vez acabado el ágape, respondiera de la siguiente guisa a la pregunta sobre la impresión que le había causado mister Baldwin: «¿Qué quiere que le diga? No me ha parecido genial en ningún momento...».

Sirva el «aventi» para comprender cuán orgulloso se sentiría «l'Avi» si pudiese contemplar las genialidades que hoy se obran en homenaje a su magisterio. Genialidades como la de clausurar quirófanos y, al tiempo, mantener a toda máquina la caldera de la televisión nacionalista. Un abrevadero doctrinal que según el informe último de la Sindicatura de Cuentas ha causado una hemorragia de 2.500 millones de euros solo durante el último lustro. Se dice rápido, 2.500 millones en pan y circo. O, por ser precisos, en circo y más circo. Una «grande bouffe», la de la airada patriota Terribas, que desborda incluso a Telecinco. No en audiencia, por cierto. Ni tampoco en vulgaridad, aunque ahí le ande. ¡En plantilla! Sépase que TV3, con 1.800 empleados, carga con un cincuenta por ciento más de nóminas que la cadena líder. Ah, alegría de disparar con pólvora del rey, aunque sea un Borbón. Y ahora nos vienen con el chocolate del loro: el fútbol. A buenas horas, mangas verdes.

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