Barcelona aboga ahora por el «peaje urbano» al reclamar túneles de Vallvidrera más caros

Hace muy pocas semanas, desde el Consistorio se insistía en que la principal apuesta barcelonesa por la regulación del tráfico interior se limitaba al área verde, en si misma una medida discriminatoria en contra del acceso de vehículos «no barceloneses» al interior de la ciudad mucho más potente que un peaje.

De hecho, los últimos datos señalan que la combinación del área verde más el descenso en la movilidad producto de la crisis ha reducido en un 6 por ciento el tráfico de acceso a Barcelona, que se suma a un descenso similar en el tráfico interior ya detectado antes del impacto del deterioro económico. La tesis municipal vigente hasta ahora es que, de hecho, los accesos a Barcelona ya están sometidos a un sucedáneo de peaje urbano a partir del sistema de autopistas de pago que funciona desde los años setenta, este sí, un verdadero «fet diferencial» catalán.

Según explicó García-Bragado en una entrevista en Catalunya Ràdio, la penalización en el peaje de entrada en los túneles de Vallvidrera pretende reducir el impacto que sobre la ciudad tiene el aluvión de coches que desde el Vall_s penetran a Barcelona a través de los túneles por la Via Augusta. En paralelo, García-Bragado anunció la posible creación de un nuevo vial que permita desviar hacia la calle Numancia parte de la circulación que, procedente de los túneles y en dirección al centro de la ciudad, mantiene en permanente estado de colapso la Vía Augusta.

Ya desde su nacimiento, los túneles de Vallvidrera hicieron patente la infradotada red de accesos a Barcelona desde el área del Vallès. De hecho, los túneles de Vallvidrera parten de una disfuncionalidad de nacimiento, que es su desembocadura en una Via Augusta que ejerce de embudo. Mientras, el nunca consumado túnel de Horta -con su continuidad natural ya construida a través del túnel de la Rovira- sigue durmiendo en un cajón.