La irrupción de Puigdemont torpedea el intento de recomponer el independentismo
La exigencia de Junts de dar al expresidente un rol de coordinador del espacio secesionista bloquea la negociación
Barcelona
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Iniciar sesiónFue uno de los motivos que casi impiden la constitución del gobierno de coalición entre ERC y Junts, y puede ser ahora la razón de la ruptura del Ejecutivo catalán. Desde su 'exilio' en Waterloo, el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont no ... renuncia a seguir teniendo un papel protagonista en la política catalana, un rol que estaba perdiendo en la lejanía de la bruma belga pero que vuelve ahora a primer plano.
Junto con la restitución del vicepresidente cesado Jordi Puigneró, y según ha trascendido, una de las exigencias que Junts trasladó el pasado viernes a Pere Aragonès para intentar reconducir la crisis era dotar al Consell per la República, el artefacto presidido por Puigdemont, de un papel de coordinador y liderazgo de la estrategia independentista, la misma pretensión de hecho a la que en su momento se negó ERC y que casi frustra la investidura. Obviamente, desde Esquerra se entiende que ambas exigencias, además de inasumibles, son en realidad un pretexto para cargar en Esquerra la responsabilidad de la ruptura del Ejecutivo.
Ahora mismo ya no se trata tanto de dilucidar si se mantendrá o no la coalición, sino de determinar cómo va a romperse. Al cierre de esta edición, y a punto de vencer el plazo dado por Junts –la medianoche de ayer–, los intentos de aproximación entre ambas formaciones habían fracasado. Por la mañana, el presidente Aragonès y el secretario general de Junts, Jordi Turull, informó la ACN, mantuvieron un encuentro durante alrededor de una hora sin que sirviese para avanzar en nada.
Así las cosas, y según los planes adelantados por Junts el pasado viernes en respuesta a la decisión de Aragonès de cesar a Puigneró, la ejecutiva del partido de este lunes decidirá los términos de la pregunta que se someterá a consulta de la militancia el próximo jueves y viernes, y cuyo resultado determinará si Junts abandona o no el Ejecutivo. Las improvisadas negociaciones de este fin de semana, que habrían servido, en caso de prosperar, a los sectores partidarios de Junts de no romper para tratar de convencer a sus militantes de mantener el Govern, no han fructificado. Las condiciones son inasumibles para Esquerra. Como ya avanzó el propio presidente Aragonès este fin de semana en sendas entrevista en 'La Vanguardia' y en TV3, no piensa moverse y considera que la oferta de Junts no es seria. De hecho, desde la formación republicana se entiende que los partidarios en Junts de romper –Laura Borràs, Puigdemont...– se han impuesto a los posibilistas.
No se explica de otro modo, sostienen, que en la carta remitida el viernes se incluyese la vuelta de Puigneró al Ejecutivo y la recuperación del fantasmal Consell per la República, es decir, Puigdemont. La pretensión de Junts de que el nuevo órgano de coordinación estratégica liderado por el Consell celebrase ya una primera reunión antes del viernes embarraba aún más el campo. Ademàs, Junts habría exigido poder designar sin condiciones sus representantes en la mesa de diálogo con el Gobierno, y negociar de manera conjunta con ERC los Presupuestos Generales del Estado (PGE).
La percepción de que el acuerdo es imposible se acrecentó el pasado sábado durante el acto de celebración de los cinco años del referéndum ilegal de 2017, un acto liderado por el Consell con el apoyo de las entidades y que mostró con toda su crudeza la situación de quebranto por la que pasa el independentismo y su falsa unidad. Una repetición de lo que ya sucedió durante una última Diada de la que se descolgó Esquerra.
Más allá de los abucheos a la expresidenta del Parlament Carme Forcadell –durante años héroe procesista, presa por su papel en 2017 y ahora una traidora para los más puristas–, o los silbidos a cualquiera sospechoso de desviacionista, fue el discurso de Puigdemont el que marcó el tono, avalando de alguna forma las críticas a un Govern cuyo más implacable opositor, Junts, forma parte del mismo. «Es normal y comprensible que hoy comencemos a dirigirnos a los que tienen la responsabilidad para que se pongan al servicio de lo que hicimos hace cinco años. Que ya toca», y avisó de que, si el Govern no avanza hacia la independencia, su Consell per la República deberá asumir un papel de liderazgo. La propuesta de Junts.
En su momento, y en un intento de dar al citado Consell un papel transversal, no ligado a Junts, Puigdemont renunció a la presidencia de partido. Vano intento, tal y como pudo verse el sábado, cuando el expresidente entró de lleno en la batalla y desautorizó directamente a Aragonès y su apuesta por la mesa de diálogo con el Gobierno, un «acuerdo de claridad» y de referéndum pactado. Por momentos parecía que Puigdemont estuviese dando la réplica a Aragonès en una prórroga del debate de política general celebrado la pasada semana: «Entre los hermanos de ERC, Junts, CUP, Òmnium y ANC. La mesa a la que tenemos que estar enganchados es esta». Las diferencias con Esquerra alcanzan lo fundamental, el valor y significado de lo que el independentismo define como el «mandato» del 1 de octubre. Descalificando a los «ilusos enterradores» del 1-0, Puigdemont arremetió contra la propuesta de celebrar una nueva consulta, esta vez pactada, lanzada por Aragonès. El resultado de 2017 «es válido y no hay que volverlo a hacer. Votar ya hemos votado».
Con estos mimbres queda claro que el gobierno de coalición independentista es una nave con rumbo hacia las rocas. Habrá que esperar a que el jueves y el viernes la militancia de Junts lo certifique, si no es que Aragonès toma antes de final de semana una decisión.
Como informó ABC el pasado sábado, fuentes del Govern reconocen que se trabaja «con todos los escenarios» y que están preparados para lo que tenga que venir. Si no hay sorpresa, esta semana se abrirá ahora sí que de manera definitiva una nueva etapa en la política catalana. Los gobiernos de unidad independentista que se estrenaron en 2015 para liderar el 'proces' escriben su último capítulo.
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