Obituario
Esperanza García: compromiso y respeto
Esperanza García (1975-2025) dignificó la política desde el Parlament y, los últimos dos años, como delegada de la Junta de Andalucía en Barcelona
Barcelona
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Iniciar sesiónCordial y dulce. Exigente y sonriente. Elegante y firme. Profesional y comprometida. La abogada y política Esperanza García falleció ayer. Tenía 50 años y había nacido en Barcelona, ciudad que aspiró a gobernar en 2007. También la vio morir. No superó el cáncer ... que le detectaron hace 14 meses. Nada más conocer la trágica noticia, compañeros de partido, rivales políticos y el Parlamento de Cataluña mostraron su pesar. Una unanimidad escenificada en un sincero aplauso de todos los diputados, en pie. Esperanza dignificó la política en tiempos convulsos.
Como muchos jóvenes de profesiones liberales, cansados del nacionalismo catalán, Esperanza colaboró con Albert Rivera y Ciudadanos en las elecciones catalanas de 2006. Tres escaños. De ahí saltó sin red a candidata naranja por Barcelona en las municipales de 2007. Un reto que le permitió comprobar sin intermediarios la bajeza de la política partidista en primera línea de fuego. Nunca sucumbió. Ni una foto por aquí ni un insulto por allí. Se quedó fuera del ayuntamiento, sí, quizás no estaba preparada, pero recogió los bártulos y volvió a la abogacía.
Sin embargo, lo suyo era el servicio público. A finales de 2009, dejó Ciudadanos. Las luchas cainitas no eran su guerra. Nunca lo fueron. Tampoco le gustó la nueva línea política de Rivera. Con dolor, hizo borrón y cuenta nueva. Y unos meses después se afilió al PP. Siguió trabajando en la abogacía, colaborando como tertuliana en medios de comunicación y asistiendo a los líderes del PP catalán. Tras Alicia Sánchez-Camacho, que la incorporó a la dirección regional, Xavier García Albiol se la llevó al Parlament en 2015. Fue la legislatura más dura y tensa del 'procés'.
A pesar de la hostilidad de aquellos dos años, hasta octubre de 2017, no voló los puentes con los rivales, casi enemigos. Tras conocer su fallecimiento, algunos de estos manifestaron su sentir y la definieron como «una diputada diligente, respetuosa e inteligente». Aquella atmósfera -se rechazaban los saludos- no era la suya. En 2017 no pudo renovar el escaño y solo regresó a la cámara catalana, brevemente, tras la reorganización de los populares con las salidas de Albiol y Andrea Levy. Pero la corriente seguía siendo de confrontación total. Sin desanimarse, aceptó la oferta de Albiol para ayudarle en Badalona. Su compromiso con el constitucionalismo fue absoluto y formó parte de Societat Civil Catalana.
Hace poco más de dos años, Esperanza fue designada delegada de la Junta de Andalucía en Cataluña. Su marido es andaluz y se sentía vinculada «emocionalmente» a esa tierra. Juanma Moreno la fichó como hizo con Enric Millo, quien dijo tras dar cuenta de la muerte de su compañera que «la recordaremos siempre con la cara amable, el buen espíritu y la belleza del corazón». Esperanza dignificó la política y la gestión del bien común. Los que la conocimos la echaremos de menos.
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