El problema del 5%

Sin embargo se ha instalado una disfunción en nuestro sistema democrático que pone precisamente el foco (mediático y político) en esos candidatos minúsculos. La tiranía de las minorías condiciona sin reparo cualquier gobierno para la mayoría. La irresponsable incapacidad para el diálogo y el modelo sanchista que cede la gobernabilidad a los bancos sueltos del hemiciclo alimenta un desencanto egoísta exportable a todas las administraciones que se traduce en un auge del localismo como forma de rapiña. Sus pocos votos serán decisivos para formar gobiernos y aprobar presupuestos. La gestión del bien común naufraga ante un constante pago de propinas. Lo grave no es que haya un cinco por cierto de egoístas si no que nos gobiernen de facto.

Nuestro problema se llama cinco por ciento y no es corrupción como aquel tres por ciento en comisiones de CIU que deslizó Maragall en Cataluña. Este es un soborno legal. A las elecciones de mayo se presentarán multitud de nuevas formaciones localistas que estos días deciden nombre. Buscarán seguir la estela del egoísmo victimista de ERC o del desesperado pragmatismo de Teruel Existe. De mayores quieren ser Por Ávila o Soria ¡Ya! como evidencia del desencanto convertido incluso en mayoría codiciosa. Los localismos son la enfermedad de la reiterada ausencia de soluciones a los problemas reales y la lejanía fría de los debates estéticos. La crueldad mayor es que en ese mismo barro del cinco por ciento, lejos de las bisagras y junto a aquellos que combatía, pelearán los estertores de Ciudadanos.