VÍA PULCHRITUDINIS
Viva la fiesta
El argumento vital está justificado al igual que la oportunidad económica o el abandono al hedonismo consustancial a cualquier celebración
Angélico
Realpolitik
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Iniciar sesiónLas fiestas patronales forman parte de un ciclo ineludible de nuestras vidas. Lo son tanto como cualquier otro rito de aquellos que tenemos tatuados en nuestras memorias. Las bodas, los bautizos y hasta los entierros forman parte de ese quehacer extraordinario que nos reúne en ... comunidad para buscar nuestra esencia y nuestro ser. Las fiestas forman parte de ese todo que nos define, que nos hace únicos y que, además, lo hace sin caer en la exclusión porque ¿qué sería de una fiesta sin forasteros, sin visitantes, sin invitados?
Septiembre alberga más celebraciones que el mismísimo quince de agosto. Estamos en fiestas y eso es bueno para marcarnos hitos en el calendario, para ordenarnos la memoria y, también, para que la economía que surge a su alrededor viva días de alegría en las siempre necesitadas cajas registradoras. El marco ideal para decir aquello de 'viva la fiesta'. El argumento vital está justificado al igual que la oportunidad económica o el abandono al hedonismo consustancial a cualquier celebración.
El wokismo se ha superpuesto sobre las fechas de celebración del santoral igual que lo hizo este último sobre las pretéritas celebraciones paganas. Sus dictatoriales sentencias nos han llevado, sin embargo, a un sinsentido inconmensurable, a una disculpa apoteósica capaz de exterminar cualquier atisbo de crítica. Padres con carritos de niño ataviados de peñistas que beben grandes vasos de cerveza mientras mecen el moisés de su descendencia o abuelos que se agolpan ante desfiles de niños empapados en calimocho por dentro y por fuera como si de la parada de los monstruos se tratara toman estos días las calles y la memoria bajo la simple disculpa del «estamos en fiestas».
Bailar en una verbena, invitar a los forasteros, engalanar las calles y hasta reivindicar la patria chica con vehemencia nos habían definido tradicionalmente como pueblos y ciudades gracias a las fiestas patronales. Ahora, cada vez que vemos el aumento de las tragedias vinculadas a la salud mental en nuestros jóvenes y la falta de ejemplaridad de quienes tienen que dirigir un gobierno o una empresa deberíamos pensar qué es lo que realmente queremos que nos defina como comunidad, como sociedad libre y de progreso. Si un niño borracho es motivo de aplauso o la imagen de un bebé mecido entre efluvios alcohólicos no es motivo de alarma es que admitimos y compartimos los ulteriores efectos que tanto nos preocupan cuando el calendario laboral nos devuelve a la rutina, los psicólogos no dan a basto o la falta de confianza en el sistema nos atormenta. El tiempo de celebración se acaba y podemos pensar que eso es suficiente pero sus efectos van mucho más allá. El resultado es que somos nosotros mismos quienes definimos qué y cómo queremos ser a diario y eso pasa, sin duda, por lo que jaleamos los días que en el calendario aparecen en rojo.
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