La campaña de incendios de Castilla y León cierra con el segundo mejor balance en medio siglo
En lo que va de año han ardido en Castilla y León más de 3.345 hectáreas frente a las 83.000 de 2022La temporada de riesgo alto acaba sin grandes fuegos y con un 82 por ciento de conatos
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Iniciar sesiónCon los últimos coletazos del veranillo de San Miguel y despidiendo a esos 30 grados sobre el mercurio que hacen sonar todas la alertas, concluía ayer en Castilla y León el periodo de riesgo alto de incendios forestales, cuatro meses que arrancaban allá por ... el mes de junio con el fantasma del verano pasado planeando sobre el estío y con el temor a que pudiera repetirse en un nuevo escenario marcado por la sequía. Sin embargo, el balance a estas alturas del año, lejos de ser catastrófico es uno de los mejores de la historia. Salvo desastre inesperado fuera de tiempo, 2023 será el segundo ejercicio con menos superficie arrasada por las llamas en más de medio siglo.
El mejor, de momento, sigue siendo el año 2018, con 2.626 hectáreas quemadas en esos doce meses, que rompió con las medias e invitaba a retrotraerse a 1971 -cuando fueron 2.001 las hectáreas abrasadas- para encontrar un guarismo mejor en Castilla y León -sumando los resultados de las nueve provincias que hoy conforman la Comunidad y entonces se disgregaban en otras regiones-.
Desde entonces, sólo en cuatro ocasiones se ha bajado de las 5.000 hectáreas y una de ellas este 2023, en el que la cifra ronda las 3.345, una superficie cercana a la que un año atrás prendía solo en uno de los grandes incendios, el de Cebreros, que no fue, ni de lejos, el más corrosivo. Entre la Sierra de la Culebra y Losacio se quemaron más de 50.000.Además, los datos de la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio apuntan a que el de este 2023 podría ser incluso el mejor verano. Y es que aunque las cifras globales son inferiores en el año 2018, éste empezó el estío con el marcador de incidencias de las llamas más reducido que el actual.
En concreto, a junio de este año ya habían prendido 2.283, y hace un lustro ese dato se quedaba en los 1.467, de manera que en los meses de peligro alto podría haber ardido, de confirmarse los resultados, menos superficie que entonces, quedando el balance de la campaña estival que acabó ayer en torno al millar de hectáreas, un centenar menos que cinco años atrás.
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Sea como fuere, la evidencia de que el verano ha sido positivo en término generales se hace patente en una comparación con la media de la última década. Sólo una sexta parte del promedio de entre 2013 y 2022, que fue de 21.050 hectáreas quemadas, de las cuales 7.419 eran arboladas, de acuerdo con las estadísticas del Ministerio de Transición Ecológica y reto Demográfico.
Unas cifras que quedan en nada si se ponen en perspectiva con las del año pasado, cuando ardieron más de 83.000 hectáreas en total. En un desastre natural tras otro fueron presas de la expansión fugaz de los incendios de sexta generación enclaves de gran valor medioambiental y se quemaron 46.000 arboladas. Los últimos datos del verano apuntan este año en torno a las 750 hectáreas de estas características, términos similares a los de hace cinco años, que se habría firmado con los ojos cerrados a principios del pasado mes de junio en el que el fatídico 2022 seguía en la memoria del dispositivo antiincendios ante posibles ecos en este seco 2023.
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No ha sido así por varios motivos. Desde la Consejería han destacado en varias ocasiones, por un lado, cómo el numero de fuegos declarados ha sido menor, cercano a los 900. En 2022 fueron 1.574. En parte porque pese a que el verano ha tenido sus extremos meteorológicos no ha dejado sobre Castilla y León un fenómeno que hace un año desperdigó chispas por doquier: las tormentas eléctricas. Así, aunque éstas se han dado, la descarga de esos voraces rayos se ha dado en menor medida sin episodios como los que en una hora dejaron 14 focos sobre la Sierra de la Culebra una tarde de mediados de junio el pasado año.
Por otro lado, la extinción no se ha visto desbordada. La 'regla del 30', que mide extremos de humedad, temperaturas y rachas de viento, no se repetía día tras día. Se trata de parámetros a partir de los cuales los trabajos del operativo se complican. Uno de ellos sí ha asolado la Comunidad, 30 grados -se han registrado en sucesivas olas de calor, incluido este pasado verano de San Miguel en el que se han batido récord de registros sobre el mercurio en octubre en siete de las nueve provincias-. Sin embargo, la humedad inferior al 30% no era tan habitual. Pese a ser un año de escasas precipitaciones, las lluvias de la primavera algo ayudaron y no se llegó a una «sequedad histórica».
El viento, por su parte, no ha sido «errático» y no ha puesto en jaque al operativo superando los 30 kilómetros por hora en el peor momento, recordaba hace unas semanas el consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación el Territorio, Juan Carlos Suárez-Quiñones, que hacía hincapié en «que las circunstancias meteorológicas han sido muy diferentes».La campaña cierra, además, sin grandes incendios, aquellos que superan las 500 hectáreas y pueden dar la vuelta a las estadísticas. De media en cada fuego ardieron 3,7 hectáreas y el índice de conatos se ha situado por encima del 80 por ciento, gracias a la «rápida intervención» del operativo desplegado en esta temporada de riesgo alto, la más larga de la historia tras ampliarse en un mes su vigencia -antes se extendía entre julio y septiembre y en esta ocasiones se amplió dos semanas en junio y otras dos en octubre-. A partir de hoy, la alerta no se desvanece y la Junta ha declarado el grado medio hasta el 19 de octubre ante unas temperaturas que pese a bajar continúan por encima de lo usual en esta época.
El mejor balance, en todo caso, de este 2023 es que ninguna persona ha perdido la vida a causa de un incendio forestal. En este caso, esas cero víctimas mortales son lo habitual, pero merece especial mención en un balance marcado de comparaciones con un verano precedente en el que cuatro personas murieron en Castilla y León a causa de las llamas.
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