Editar con el viento en contra

«Para nosotros un catálogo no deja de ser una acción poética en sí misma. Es una forma de decir lo que es para nosotros la literatura, el ensayo o el teatro», sostiene Carlos Rod, uno de los cuatro socios de La uÑa Rota, editorial segoviana que en 2016 cumplió veinte años -Arcadio Mardomingo, Mario Pedrazuela y Rodrigo González son sus compañeros de viaje-.

Su proyecto comenzó «de forma muy espontánea», cuando a unos jovenzuelos de entre 20 y 26 años «con inquietudes parecidas» les dio por editar fanzines que vendían en bares hasta que comenzaron a indagar sobre los autores y obras que aún no estaban publicados en España.

Hoy de su catálogo forman parte clásicos como Samuel Beckett y Bertol Brecht, pero también dramaturgos como Juan Mayorga y Rodrigo García, entre otros muchos. Rod confiesa que ahora mismo, con la editorial ya consolidada, son numerosos los manuscritos que reciben para publicar, pero entienden que «son muchas las razones por las que un libro no puede estar en su catálogo y muy pocas por las que puede estar».

La uÑaRota tiene claro que su volumen ideal de publicaciones al año es «entre ocho y diez», un número «que te da tiempo a leer y corregir bien, y luego a seguir, que en realidad es la parte más costosa, para que no se te vaya de las manos». Entre cinco y diez son también los libros editados por Delirio, otra pequeña editorial salmantina «independiente» al frente de la cual se encuentra Fabio de la Flor. Admite este editor que no sigue un patrón a la hora de seleccionar obras, sino que se basa en un criterio «puramente personal» y también deja «mucho» al azar: «No tengo tanta necesidad de que sorprendan al mundo como que me sorprendan a mí», sostiene.

En su «nómina» de autores se encuentran, entre otros, el escritor y cineasta Rodrigo Cortés, y quienes señala Fabio que han sido sus escritores «fetiche», Ben Clarck y Víctor Balcells, del que publicó «Yo mataré monstruos por tí» y acaba de editar «Aprenderé a rezar para lograrlo». Dice Fabio de la Flor que no le cuesta «colocar» sus obras en las librerías -en su catálogo tiene unas cien fijas de toda España- pese a no contar con distribuidores, ya que ha ido «decantando mucho» con quien trabajar. La ausencia de ese canal intermedio no es la única peculiaridad de la editorial salmantina, que al igual que La uÑa Rota «mima» la edición hasta extremos insospechados: «controlo mucho el papel; soy muy consciente del libro como objeto».

Tratar cada volumen como si fuera una obra casi artística es también lo que distingue a la vallisoletana Tansonville, con la que comenzó el poeta Eduardo Fraile en 2001 «con el único objetivo de disfrutar de todos los procesos del libro y del diseño». Encuadernaciones en tela y cosidas a mano a precios asequibles es la seña de identidad de sus volúmenes, en los que, además de reunir sus textos, trabaja «con libros y autores que han sido fundamentales en mi vida», sostiene el poeta y editor, que hará el número 28 de su colección el próximo junio con su nueva obra «Perlas ensangrentadas» , que cierra un ciclo de siete volúmenes: «Hay mucha gente que quiere publicar con Tansonville por la calidad, pero no puedo atender sus peticiones porque hago dos libros al año», explica Fraile, quien a diferencia de La uÑa Rota y Delirio no vive de la edición, sino que se trata de un proyecto personal en el que extender su creatividad.

Aunque el concepto del vallisoletano nada tiene que ver con los anteriores editores, los tres coinciden en ver más luces que sombras al futuro editorial, pese a que los datos no son nada halagüeños -según un informe del gremio, entre 2013 y 2015 se editó un 88 por ciento menos-: «Siempre la modernidad se ha visto como un paso adelante y quizá no lo sea tanto, pero nos estandarizaremos en ella y habrá una compensación entre el libro de papel y el electrónico. No veo que vaya a haber un cambio radical sino pura transformación», sostiene De la Flor. «Yo creo mucho en la comunidad. Si consigues generar una en torno a tu editorial tienes más visos de seguir existiendo porque te demandarán libros», añade Rod.

Tampoco temen la falta de lectores -según las últimas estadísticas, un 40 por ciento de la población confiesa no leer ningún libro al año-, y valoran la lectura como una opción personal: «Tenemos que hacer libros que inviten a leer y educar en la lectura pero no en la idea de amaestrar», apunta Rod. «Es un problema de educación», coincide Eduardo Fraile, quien señala sentir «terror» cuando se ve la lectura con el objetivo único de formarse, cuando, sobre todo, «es una fuente de placer». Así lo cree también uno de los más veteranos editores de Castilla y León, Víctor García, al frente de Lucina, puesta en marcha por Agustín García Calvo harto de las cortapisas que le ponía para editar sus obras. Con el conocimiento que le da la experiencia de la que fuera una de las primeras editoriales alejadas de lo más «convencional» este editor zamorano señala sin titubear: «Siempre habrá gente dispuesta a leer».