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Lluís Pasqual: «El teatro es el templo del silencio, el único lugar que el poder no puede controlar»
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El director de escena ha vuelto a Toledo para participar en las Jornadas sobre Teatros Históricos, en el Teatro de Rojas, en las que habló de la historia de la escena española, de la que es referente y protagonista
Expertos plantean en el Rojas diseñar un mapa de teatros históricos que incluya su rehabilitación y conservación
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Iniciar sesiónSu legado teatral abarca más de 60 años. Lluís Pasqual (Reus - Tarragona, 1951) reconoce que es «muy tímido», aunque no lo parezca. Hombre de mundo y viajero empedernido, ha vuelto a Toledo, después de muchos años, para asistir a las Jornadas Internacionales sobre Teatros Históricos ... , organizadas por el Teatro de Rojas, en el que de paso se premió su aportación al teatro contemporáneo. Reconoce que su casa, y donde se encuentra más cómodo es «en la sala de ensayos» donde alarga su mensaje de libertad, en obras con compromiso y mensaje social. Presume que en este largo camino de creatividad siempre ha estado presente Federico García Lorca, de quién se confiesa devoto admirador.
—¿Qué es lo primero que recuerda cuando menciono Teatro de Rojas?
—Por el Teatro de Rojas hemos pasado todos los directores. Recuerdo, por ejemplo, que cuando vivía en Madrid del 83 al 89, cuando dirigía el Centro Dramático Nacional, Toledo era una ciudad de referencia para nosotros. Había dos ciudades a las que íbamos siempre: Valladolid y Toledo.
—Ha vuelto a Toledo para participar en unas jornadas sobre teatros históricos. ¿Qué significó participar en este encuentro en el que se habló de conservar estos espacios culturales?
—Creo que me invitaron porque soy un histórico. Casi como los propios teatros. Es decir, por una cuestión de edad. Por suerte viví ese momento extraordinario, en un contexto político difícil como fue el postfranquismo. Así que la reconstrucción de todos esos teatros, que estaban hechos una porquería e inutilizables, fue posible gracias al Plan de Rehabilitación que consiguió poner al día a más de 50 teatros. Ahora para arreglar uno, necesitaríamos el mismo esfuerzo.
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Francisca RamírezUnos 70 profesionales se han dado cita en Toledo para debatir durante dos días del futuro de estos espacios. A la cita han acudido representantes no solo de España sino de otros países europeos
—En estas jornadas se ha reconocido su aportación al teatro. ¿Qué sintió al recoger el galardón?
—Lo recibí con muchísima alegría, pero también con la timidez que me caracteriza. Soy un tímido, aunque no lo parezca. Cuando me lo comentaron, dije: «Dios mío», pero ese es el carnet de identidad que tengo. Estuve en esos primeros años y lo importante en esta profesión es lo que duramos. Me dedicó al teatro desde que tenía 17 años y ahora tengo 73. Son mucho años en escena. Da mucha alegría que se acuerden de uno.
—¿Cómo ve el futuro del teatro, ahora que en el mundo están predominando los extremismos?
—El futuro del teatro lo veo muy bien. Curiosamente soy optimista. Pero no tanto por la situación política que vivimos, sino porque el teatro puede resultar siempre molesto. Es algo que se hace en vivo y el poder no puede controlar. Creo que el teatro se ha convertido en el templo del silencio y es el único lugar, donde la gente no puede interrumpirse. Usted no puede estar viendo Antígona e interrumpirla en mitad de la función. El teatro es una escuela de escucha. Estamos en una sociedad en la que nadie escucha a nadie. Vivimos en un mundo de pantallas, en que todo tiene un formato. El teatro es el único sitio en el que lo que vemos nos puede afectar. Creo que la gente necesita un poco de verdad.
—¿Cuándo supo que se dedicaría al teatro y cuál fue su primera obra?
—No recuerdo haber tomado está decisión. Yo quería ser profesor de Latín y estudiaba en la universidad para serlo. Luego hacía teatro y supe que esa era mi pasión. Mi primer espectáculo grande fue 'La semana trágica', prevista para tres días y que se prolongó durante dos años. Era un texto histórico que escribí sobre una revuelta popular que hubo en Barcelona a principios del siglo XX.
Referentes teatrales
—¿Qué autores son sus referentes?
—William Shakespeare, Carlo Goldoni, Federico García Lorca, Gustavo Samuel Beckett y Antón Chejov.
—¿Le hubiera gustado conocer a alguno de ellos?, ¿con quién hubiera querido compartir escenario?
—Me hubiera gustado conocer a Lorca, aunque también a los otros escritores. Pero sobre todo a Federico García Lorca, porque como dicen todos, su gran obra fue él mismo. Me hubiera gustado estar al lado de un hombre que fue capaz de escribir esa poesía y ese teatro que aún nos sigue conmoviendo a todos, después de tantos años.
—Precisamente, Lorca siempre ha estado siempre presente en su trayectoria como director de escena. ¿Qué es lo que le atrae del poeta granadino?
—Lo que más me atrae es algo que dijo un poeta americano, leyendo a Lorca: «Cómo es posible que este hombre sepa exactamente lo que me pasa a mí». Y eso le pasa a todo el mundo. La diferencia es que él sabía decirlo, nosotros no. Lo que más me sorprende es que al abrir un libro, por cualquier página, pienso: ¿Cómo es posible que Federico supiera lo que me está pasando?. Eso es mágico. Él era único.
—El tándem Nuria Espert y Lluís Pascual, ¿tienen previsto volver a trabajar juntos?
—Nos vemos mucho y compartimos lecturas y complicidades. Por ejemplo, a Lorca, que nos ayudó a abrir las puertas al mundo. Federico nos ayudó a abrir nuestra mirada. El poeta hablaba de las cosas que le pasaban a él, de sus celos y de todo lo que veía. Y lo que veía él, también es nuestro propio retrato descrito con sus palabras.
—¿Hay textos teatrales que no quiere poner en escena por respeto?
—No voy a hacer nunca 'Yerma' porque vi la de Víctor García; no haré nunca 'El sueño de una noche de verano', porque, cuando tenía 18 años, vi la de Peter Brook. No sería capaz de hacerlos sin borrar ese recuerdo. Están en mi memoria, no se pueden tocar.
«El teatro es mi casa»
—Ha vuelto este año a los Teatros del Canal con 'La gran ilusión' de Eduardo de Filippo. ¿Cómo ha sido recibida? ¿La podremos ver en Toledo?
—En Toledo va a ser difícil porque es una compañía de Buenos Aires. La verdad es que estoy muy contento porque Eduardo Filippo es un ser que contempla el mundo como Chejov. Es una persona que ve a la humanidad con una sonrisa benévola. Es un humanista que explica todo con una sonrisa. Habla de las cosas que le pueden ocurrir al ser humano, pero siempre en forma de comedia ligera y el público entra en ese mundo con una sonrisa. De momento, no creo que vaya gira por España.
—¿En qué género se siente más cómodo: en el teatro, la ópera, el cine?
—En el teatro. Siempre cuento que me han propuesto hacer cine y óperas a lo largo de mi vida y muchas veces he respondido que no puedo porque tengo una obra de teatro. Me gusta estar en el escenario. Es lo que me apasiona. Ahí es donde dejo de pensar en hacer cine, sin remordimientos. El sitio donde me siento más feliz y más tranquilo estoy es en una sala de ensayos.
—Usted ha vivido en Milán, Francia, Buenos Aires, Madrid, Barcelona. ¿En qué lugar diría usted que tiene su casa?
—En un teatro. Mi casa física está en Madrid, pero yo vivo en un teatro. Estos centros culturales son como los campos de fútbol. Viajas a un país y todos se parecen. Viví seis años en París, dirigiendo el Teatro Nacional, pero disfrute de esa ciudad, antes. Durante mi etapa como director, viví en el Odeón. Lo mismo me ocurrió en Milán y Venecia. Me siento más libre en el teatro.
—¿Está trabajando en algún proyecto?
—Estoy trabajando en varias cosas. Voy a decirte una, que no tiene que ver con el teatro. Es 'Macbeth', la versión operística de Verdi que se estrenará en el Teatro Real. Y no puedo adelantar más...
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