Guarrazar y sus enigmas pendientes: tras la pista de dos sarcófagosos
El arqueólogo Juan Manuel Rojas reivindicó en el IV Congreso 'Toledo Ciudad Mágica' el legado de este yacimiento de Guadamur en el que aún podrían deparar sorpresas de la época visigoda
Nuevos hallazgos refuerzan el valor del yacimiento de Guarrazar, en Guadamur (Toledo)
TOLEDO
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Iniciar sesiónToledo guarda tantos secretos bajo tierra como historias en su superficie. El arqueólogo Juan Manuel Rojas, con más de tres décadas de excavaciones a sus espaldas, repasó algunos enigmas que aún esperan respuesta en la conferencia que ha pronunciado este fin de semana en ... el IV Congreso 'Toledo Ciudad Mágica' que se ha celebrado este fin de semana en el castillo de San Servando, organizado por la Sociedad Española para la Conservación del Patrimonio Cultural, un evento que ha reuniendo a un gran número de especialistas, investigadores y amantes de lo oculto y lo esotérico.
El arqueólogo Juan Manuel Rojas llenó la sala con una idea central: la arqueología no son «cuatro piedras», como algunos piensan, sino un modo de entender la vida durante la charla que título 'Interrogantes de la arqueología en Toledo' en donde compartió con pasión cómo el interés por el pasado le ha dado sentido a su propia existencia. Rojas recordó sus comienzos en los años ochenta, cuando probablemente se convirtió en el primer arqueólogo profesional que trabajó en Toledo. Desde entonces ha dedicado más de tres décadas a excavar, estudiar y proteger el patrimonio, hasta volcarse por completo en el yacimiento de Guarrazar. El viaje que planteó en su charla arrancó en la prehistoria. En el cerro del Bú situó los primeros poblados, levantados en un lugar estratégico para controlar el paso del río Tajo. Eran comunidades que construían cabañas de adobe y que lograron mantenerse durante siglos. La narración avanzó hasta la época romana, cuando Toledo se convirtió en un núcleo próspero con cloacas, termas y mosaicos. Los romanos, explicó, fueron capaces de aprovechar hasta la piedra más pequeña para levantar sus edificios y organizar la ciudad con un sentido práctico que aún hoy sorprende.
Tras los pasos de Amador de los Ríos en Guarrazar
Mercedes VegaEl arqueólogo Juan Manuel Rojas retoma la investigación del historiador 166 años después y cree que aportará nuevos datos del yacimiento de época visigoda
El relato desembocó en la etapa visigoda, cuando Toledo alcanzó su máximo esplendor como capital del reino. La Vega Baja se llenó de basílicas, palacios y grandes construcciones que convirtieron a la ciudad en el centro político y religioso de la península. Fue entonces cuando apareció el gran protagonista de la conferencia: el yacimiento de Guarrazar.
Rojas recordó que este enclave, famoso por el tesoro de coronas visigodas hallado en 1858, ha seguido dando sorpresas más de una década después de reactivarse las excavaciones. Su equipo ha descubierto una basílica de quinientos metros cuadrados, un hospital de peregrinos, unas termas privadas y, sobre todo, un manantial sagrado que, en palabras del arqueólogo, es el verdadero «corazón espiritual del conjunto», ya que sin él no habría basílica ni peregrinación. También se trabaja en un balneum romano de los siglos III y IV, lo que amplía el marco cronológico y confirma la ocupación continuada del lugar.
Actualmente, el proyecto avanza con programas de limpieza y mantenimiento, el apoyo del Ayuntamiento de Guadamur y la Consejería de Cultura, además del uso de drones, escaneado y georradar. Aun así, Rojas insiste en que la tecnología es solo una ayuda: «El conocimiento arqueológico sigue siendo humano».
Al final de su intervención, se permitió soñar. Dijo que aún queda mucho por descubrir bajo el suelo del yacimiento de Guarrazar y que quizá aparezcan sarcófagos de personajes relevantes. Sonrió al confesar que le encantaría hallar el de Leovigildo, aunque reconoció que sería imposible. Lo contó en tono ligero, pero con la convicción de que la arqueología aún guarda secretos que cambiarán lo que sabemos del pasado. Su mensaje final fue un llamamiento: la arqueología no debe quedarse en los libros ni en manos de especialistas, sino convertirse en un patrimonio vivo, capaz de ayudar a todos a entender quiénes somos y de dónde venimos.
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