«En esta ciudad llamada de la tolerancia deberíamos ser todos más amigos, querernos más»
VALLE SÁNCHEZ
TOLEDO. Trabajo, trabajo y trabajo. No hay más secreto detrás del éxito de Adolfo Muñoz, una personalidad inquieta, innovadora y curiosa que ha creado, mezclando nuevas técnicas de cocina y tradición, un sello inconfundible de calidad saludable. Es todo un fenómeno, dentro y ... fuera de nuestras fronteras, pero él sigue yendo al mercado de madrugada y es normal verle por las calles del Casco, vestido con su traje de chef, saludando a todo el mundo. Nos recibe -muy feliz- en su cigarral «Viñedos de Santa María», su cuartel general, donde mima su viñedo, uno de los únicos urbanos del mundo y desde donde dirige, sin descanso, el «Grupo Adolfo». Esta Medalla se suma a un sinfín de galardones nacionales e internacionales que ha recibido a lo largo de su trayectoria. Un lujo para Toledo.
-¿Ha digerido ya la distinción que le concedió el Consejo de Ministros?
-Fue una sorpresa. Una vez terminado el Consejo de Ministros me llamó el presidente Barreda y me dijo que se sentía muy orgulloso. A partir de ahí, me empezaron a bombardear a llamadas y mensajes de amigos. Fue una alegría especial para mi mujer y mis hijos, que son los que están más cerca de mi. También para mis padres, mis hermanos. ¡Parecía que nos había tocado lotería!
-Julita, su mujer, es también artífice de su éxito.
-Ella es artífice y partícipe. Siempre a mi lado, pero también los maîtres, los jefes de cocina y todo el personal. La gente que trabaja con nosotros se sentía muy orgullosa, Ellos han compartido esta distinción con alegría, felicitándose y felicitándome. Hay mucha gente que lleva más de 25 años con nosotros.
-Llegó de Belvís de la Jara, su pueblo, con 14 años a Toledo. Y siempre trabajando. ¿Cuándo montó su primer negocio?
-En el 76 nos instalamos en el Miradero. Se llamaba Casa Adolfo´s, con apóstrofe.
-¿Qué tipo de comida?
-Era un bar de tapas, posiblemente de los primeros que se pusieron en Toledo, con tablas de queso y de ahumados.
-Toda una novedad en aquellos años.
-Pues sí, teníamos que ir a comprar a Madrid los quesos franceses y los ahumados porque en Toledo no se encontraban. Aquí no había de nada. Me acuerdo de Julita, embarazada, que se iba a Madrid en un Renault 5 porque yo no podía moverme del bar. Nos tiramos un año entero sin cerrar ni un solo día. Allí fue donde realmente vimos que había sintonía con la gente.
-¿Recuerda a sus primeros clientes?
-Me acuerdo de las chicas de Hojablanca, de Juan Ignacio de Mesa, de Tomás Martín-Peñato, de muchos... Éramos todos más jóvenes.
-Y en el 1978 llegó Asador Adolfo, en la calle de la Granada,
-¡Pero no asábamos cochinillos!
-¿Qué asaban?
-Besugos. ¡No se puede ni imaginar cuántos!. También perdiz, sopa de cebolla, y, de postre, claro, mazapán. Fue un éxito tremendo.
-Y sigue siéndolo. Cuando alguien pregunta a un toledano por un buen restaurante, casi siempre está el nombre de Adolfo.
-El toledano ha sido nuestro cómplice. Recuerdo a unos argentinos que vinieron a casa después de preguntar a varias personas y me dijeron: «Venimos aquí porque en la encuesta ha ganado usted».
-¿Cuál es la clave de su éxito, además del trabajo?
-Mi mentalidad no ha sido estática y también me ha venido muy bien viajar. Pero creo que conseguir todo esto es fácil si tienes carácter de servir, para que cuando venga una persona a tu casa se vaya satisfecha. Eso es fundamental. Luego está también la responsabilidad de empresa. Y es que el día 30 hay que pagar a los empleados y a los proveedores.
-¿Cómo fue la experiencia japonesa?
-Fantástica. Estuve cinco años en Japón con los dos restaurante. En el 92 abrimos Adolfo Tokio y en el 95 Yokoma Adolfo Toledo. Cuando iba a Japón absorbía todo, se me quedaban grabados los mercados, los restaurantes...
-¿Se siente profeta en tu tierra?
-Me siento querido, la verdad. Y eso que esta ciudad es dura... A veces hay falta de respeto, de unos con otros; cuando a una persona le va mal se le echa abajo. En esta ciudad, que es de la tolerancia, deberíamos ser todos más amigos, querernos más. A Toledo le vendría mejor.
-Pero, las cosas cambian, hay una nueva generación.
-Es verdad. Antes parecía que entre unos y otros no nos teníamos que llevar bien, que el otro era tu enemigo. En dos años hemos sacado al mundo laboral más de 1.200 personas, estudiantes de cocina, de sala. y eso significa apertura. Cuántos más establecimientos tengamos será mejor porque el sol sale para todos.
-¿Cómo ve el futuro de Toledo?
-Le veo muchísimo futuro, pero hay que cuidar más esta ciudad, hay que darle más de lo que la damos.
-¿Cómo ve la ciudad a nivel político? ¿le gusta cómo se está gestionando?
-Emiliano García-Page como persona me parece excelente y, como alcalde, tendrá sus cosas, como todo el mundo. Creo que se empeña en hacer mucho, en inaugurar muchas cosas, pero no sé si va a poder conseguir todo y seguir otra legislatura. Como gestor, trabaja, es simpático y quiere a la gente que le rodea. Eso es importante.
-¿Quién le ha impresionado más de todo los que han pasado por sus restaurantes?
-Ha pasado mucha gente, mucha, muchísima. ¡No se puede ni imaginar! El Rey ha estado en casa muchas veces. Una día, en Ciudad Real, en un acto en la Universidad, me llamó y me dio un abrazo delante de todo el mundo. Fue impresionante. Julio Iglesias también quedó también encantado...
-¿Qué tal se vive en este cigarral?
-Alguien me dijo que era casi como tocar el cielo. Y es verdad. Además, tenemos los viñedos, que es uno de los pocos urbanos del mundo. La revista Food and Wine me hizo un reportaje sobre el vino Pago del Ama, la primera vez que un vino español salía en esa portada. Estoy muy orgulloso.
-¿A qué le está dando vueltas ahora en la cabeza?
-Vamos a ampliar «Adolfo»con un edificio que se va a comunicar. Es un proyecto que necesita Toledo, un restaurante de estrellas, internacional.
-Pero Adolfo ya lo es.
-Estoy de acuerdo, pero le falta no sólo serlo sino también parecerlo. Creo que puedo conseguir uno de los mejores restaurantes de Europa y la ciudad de Toledo se lo merece.
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