«En Cataluña no se atreven a montar corridas de toros, pero en Mallorca le echamos narices»

Vuelve la Fiesta a la capital balear tras un parón de tres años por el Covid. La expectación es máxima pese a las «absurdas» exigencias de la ley autonómica, que impide la entrada a menores y el alcohol en el coso

Los tendidos rozaron el lleno en medio de un ambiente excepcional ABC

Mayte Amorós

Palma de Mallorca

En la avenida Gaspar Bennàssar de Palma ya no quedan bares con nombres taurinos. Desde hace años, los aficionados a los toros viven su pasión de puertas adentro: en casa, en un encuentro con amigos o en bares con nombres alejados de la nomenclatura taurina. ... Nadan a contracorriente y sin embargo sobreviven.

La última vez que el Coliseo balear acogió una corrida de toros fue en 2019 y 10.000 personas poblaron las gradas. Hubo protestas en el exterior y jaleos en el interior, como consecuencia de la aplicación de la ley autonómica, que impone unos peculiares toros a la balear.

Después llegó la pandemia y parecía que la afición taurina en Palma recibía la estocada de muerte. Pero, de momento, parece que no hay verduguillo que acabe con la pasión de una ciudad que, hace unas décadas, era de las pocas que tenía asegurada una corrida cada domingo. «Ahora nos conformamos con dos carteles y no acabar sin toros como en Cataluña», apunta Nacho Deyà, presidente de la asociación Círculo Mallorquín, que lucha por el fomento de la actividad taurina en la isla.

En el Coliseo balear las colas para comprar entradas reflejan la ilusión por el retorno de los toros después de tres años en blanco. El cartel en la taquilla anuncia hoy y mañana «dos extraordinarios festejos taurinos». La expectación es máxima y todo apunta al lleno para ver una feria de agosto con primeros espadas: Morante, El Juli, Cayetano Rivera, El Fandi, Manzanares y Roca Rey. «Hay un goteo constante», admiten desde la organización, que por primera vez ofrece bonos por 50 euros para jóvenes menores de 35 años y para jubilados por 30 euros, como respuesta a la «demanda histórica» que existía por parte de estos colectivos.

Bares completos

En el bar Pacharán, situado justo enfrente del coso, ya lo tienen todo reservado para hoy y mañana. «Hay lista de espera a partir de las tres de la tarde. No puedo ni coger el teléfono», celebra Juan Angulo, propietario de este emblemático negocio, que lleva 35 años en este barrio palmesano donde poco o nada queda de la época de esplendor de tiempos pretéritos.

Toro vaca, Mesón Plaza, El Ruedo, Toriles... Todos los bares de la zona han cambiado de nombre o cerraron. Buena parte de las peñas taurinas se disolvieron o se convirtieron en clubes gastronómicos, y muchas plazas de Mallorca cayeron en decadencia, como la de Felanitx, que es hoy un terreno en un estado de abandono.

«Sin embargo, la plaza de Palma se mantiene», recalca el presidente del Círculo Mallorquín, que recuerda que cuando se construyó en 1928 se financió con 500 «señores» mallorquines que aportaron una acción. Todavía hoy sus familias conservan el derecho a asistir a cualquier acto que se celebre en este espacio. «Eso, sumado a que Palma tenía corridas cada domingo desde Pascua hasta finales de octubre y venían grandes figuras, generó mucha afición en la ciudad».

Antes de regentar el Pacharán, antaño llamado bar Sobrero, Juan Angulo tuvo el Mesón Plaza en una travesía cercana en la calle Reina María Cristina. De allí conserva algunos recuerdos expuestos en el local y los señala con orgullo. «El otro bar estaba forrado de cosas taurinas, incluso una cabeza de toro; teníamos la peña de José Barceló 'Campanilla' y tratábamos con gente del mundo del toro... Luego cambiamos el nombre (…) La cosa ha decaído pero los aficionados lo vivimos con la misma ilusión», asegura el hostelero sobre la esperada vuelta de la Fiesta a la ciudad, que además supone un revulsivo para el negocio.

Manifestación antitaurina en Palma de Mallorca con motivo de una corrida de toros en 2019 EFE

Los bares de los alrededores esperan hacer su agosto porque dentro del coso no se permite la venta de alcohol. Esta prohibición es una de las muchas limitaciones impuestas por la ley impulsada en 2017 por el Govern autonómico, presidido por la socialista Francina Armengol en coalición con Podemos y los nacionalistas de Més. La norma también exige controles antidopaje a los toreros y las reses antes y después de la corrida, prohíbe la entrada a menores de 18 años y exige traer animales de 'kilómetro cero'. «Esto no pasa en ningún otro lugar de España», se quejan desde el Coliseo Balear.

Desde que el tripartito formado por PSOE, Podemos y Més per Mallorca llegó al poder en 2015, le declaró la guerra a la tauromaquia. Primero con una declaración institucional nombrando Palma como ciudad antitaurina. Después con una ley que, aunque no prohibía expresamente las corridas, restringía aspectos fundamentales de la lidia como no matar al animal en la plaza, ni usar banderillas o estoques. La normativa, que sólo permitía el uso de muletas y capotes, y estipulaba que las reses debían ser devueltas a la ganadería, consiguió paralizar las corridas durante dos años en Baleares hasta que en 2019 el Tribunal Constitucional revirtió los artículos más polémicos, si bien quedaron otras restricciones.

«Por ejemplo, está prohibida la entrada a menores de 18 años, lo cual es una barbaridad, ya que un actuante de 16 y 17 años puede ser torero y torear pero no puede entrar para ver la corrida», denuncia el Coliseo balear. «En cambio, una menor de 16 años sí puede abortar», critica Deyà, que también se queja de la «absurda» obligación de traer los toros del punto territorial más cercano, lo que significa que «hay que tirar de la ganadería de Mallorca y no se pueden lidiar toros de la Península». Tampoco les parece «razonable» que se prohíba la venta de alcohol en la plaza, incluso en el descanso, mientras en los conciertos sí que se permite. «Con estas restricciones, la izquierda pretende hacer imposibles los toros pero no van a conseguir acabar con la tradición en Palma. Están muy arraigados y el pueblo los pide», sostiene Nacho Deyà, que anima a los aficionados a acudir masivamente a la plaza para apoyar a la empresa y la fiesta. «Se lo merece porque le ha echado narices y porque desde el Ayuntamiento de Palma le están poniendo muchas pegas», desvela.

Activismo decreciente

Los 'parroquianos' del bar de Angulo también tienen su opinión: «Parece que quieren quitar todo lo que les recuerda a la España de los años 60: el boxeo, la caza y ahora los toros», señalan apuntando directamente a los políticos y a los antitaurinos, que «aunque son pocos y van decayendo, hacen mucho ruido».

El pasado domingo se congregaron una veintena de activistas en la plaza del Ayuntamiento de Palma. Los animalistas protestaron con carteles con imágenes de toros heridos y reclamaron la prohibición de las corridas con motivo de la celebración de estos dos festejos en la plaza de la capital balear. 'Por una Mallorca sin sangre' y 'La tortura no es cultura' fueron sus lemas.

Pero los carteles de la plaza de toros de Palma se mantienen por partida doble. «En vez de una, decidimos hacer dos», responde la organización del Coliseo, que después de sortear una ley antitaurina y una pandemia quiere dar las gracias a los aficionados y regresar por la puerta grande.

«En Cataluña no se atreven a montarlas, pero aquí sí», celebran los seguidores taurinos del bar Pacharán, aunque con temor de quedarse sin toros como los catalanes. De momento, en Palma los detractores pinchan en hueso. Se mantiene la fiesta, aunque con corridas nocturnas que empiezan a las nueve y media de la noche. «A los aficionados de toda la vida nos gusta más que haya sol y moscas, pero bueno... antes de los toros iremos al bar«.

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