Había salido un poco antes de la parroquia del Rosario y avanzaba en la plenitud en la última tarde de la Semana Santa. El capataz, Enrique Garrido, animaba a los suyos, que tenían delante un camino bastante largo en metros y en horas.
El Cristo de la Oración y la Caridad caminaba por primera vez a los sones de la agrupación musical de la Redención, la que tantos cofrades de Córdoba conocen todavía como banda de la Estrella, que interpretaba lo mejor de su repertorio clásico.
Poco después alcanzó el barrio de Poniente y con ello la estación de penitencia continuaba con vigor, pero también disfrutando de la proximidad a la carrera oficial, en que volvió a ser cuarta, justo delante de los Dolores.
En el calvario a los pies del Crucificado no las llamadas flores del paraíso, que tenían todo el sentido del mundo: es lo que el Señor, según el Evangelio de San Lucas, prometió a San Dimas cuando éste se arrepintió y le pidió que le recordase en su reino. Justo lo que se muestra sobre el paso en las calles de Córdoba.
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